#Eatoriginal, la lucha contra el fraude de origen salta a Twitter

EATORIGINAL

Jordi Sabaté

Anchoa del Cantábrico pescada en el Mediterráneo

La semana pasada la OCU lanzó una publicación en la que revelaba que el etiquetado “anchoa del Cantábrico” era en realidad una entelequia, pues no significaba necesariamente ni que la anchoa hubiera sido capturada en el mar Cantábrico ni que su elaboración se hubiera realizado en instalaciones radicadas en esta zona de España. La OCU cita el caso de anchoas capturadas en Marruecos y procesadas para su conserva en factorías de la periferia de Madrid, es decir muy lejos del mar Cantábrico.

Este hecho se explica porque la denominación “del Cantábrico” no es una denominación de origen protegida y la legislación actual solo exige para que una anchoa pueda llevar la denominación “Anchoa del Cantábrico”, que pertenezca a la especie Engraulis encrasicolus, la única anchoa europea que puede tener la denominación “del Cantábrico”.

La OCU destaca que aunque en el País Vasco y la Comunidad Autónoma Cántabra han optado por denominaciones de calidad propia que garanticen que la anchoa ha sido pescada o por lo menos envasada en la zona cantábrica, ni siquiera es posible muchas veces para el consumidor estar completamente seguro de que la anchoa que se acoge a la denominación “del Cantábrico” sea Engraulis encrasicolus, pues la legislación ni siquiera obliga a especificar la especie y existen otras, de peor calidad, que también se pescan.

Mieles no españolas en un país productor

Este es uno más de los muchos casos de ocultación -para las asociaciones un fraude- del origen de un producto tras pasar por un proceso de elaboración industrial, es decir al convertirse en productos elaborados, procesados, en conserva o como se les quiera llamar. Ya que mientras el producto fresco debe indicar su origen, el elaborado no.

Otro caso célebre es el de la miel española -lo explicamos en ¿Es realmente española la miel que tomamos?- que realmente no es española, al menos no totalmente, sino que tiene mezcla de otras mieles procedentes de países de Este o de China e incluso Argentina. Esto ocurre siendo España uno de los primeros productores mundiales...

En el artículo se explicaba que la legislación comunitaria permite la mezcla de mieles y deja libertad a cada país para etiquetar aclarando el origen de este edulcorante natural, de modo que solo obliga a indicar si hay componente extra comunitario, pero poco más. Y el caso es que la mayor parte de la miel que se vende en España se mezcla para bajar su precio, afectando tanto a los productores como a los consumidores que apuestan por la transparencia y la calidad.

#Eatoriginal, contra la ocultación de origen

Por estos y muchos otros casos, diversas organizaciones de consumidores europeas -entre ellas OCU y UPA (Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos)- se han unido en una campaña en Twitter para denunciar aquellos productos de los que se pierde rastro de su origen tras el procesado, bajo el hashtag #Eatoriginal. Su intención es que se modifique la ley europea que obliga a que se indique la procedencia del producto cuando es fresco, pero no cuando ha sufrido una transformación industrial.

Se citan casos como el de los pimientos que solo por ser troceados y venderse congelados, rehuyen la obligación de indicar su origen. O el de las pechugas de pollo, en las que desaparece se procedencia por el hecho de estar maceradas. Se argumenta que en el fondo este enmascaramiento esconde que mientras para el producto fresco se utiliza producto de proximidad (“alimentos de kilómetro cero”), más caro, para el procesado se emplea otro fabricado en terceros países por razones de precio de mano de obra -lo hace más competitivo- o por intereses de las grandes superficies.

#Eatoriginal no pretende juzgar calidades pero sí que exista transparencia total sobre de dónde procede la base de un producto elaborado. Para ello sus promotores se basan en una encuesta que la OCU y otras organizaciones europeas realizaron en 2013 sobre las preferencias de los consumidores respecto al origen de los alimentos. La misma reflejó que el 60% de las personas encuestadas creían que, al igual que los productos frescos, los alimentos elaborados de un solo ingrediente deberían indicar el origen del mismo de forma obligatoria en el etiquetado.

Y en el mismo porcentaje se expresaban aquellos que pedían la obligación de etiquetado cuando el ingrediente base superara el 50% del producto procesado. Por otro lado, el 74% de las personas encuestadas indicó que no les parecía suficiente que se destacara si el producto era de dentro o fuera de la Unión Europea -tal como ocurre con las mieles- y exigían saber el país de origen. El 18% añadía además que era importante incluso conocer la zona o región.

Finalmente, la mayoría de los consumidores prefería que la información sobre el producto apareciese en el etiquetado de una manera visible y clara, sin tener que visitar su página web o escanear un código QR para conocer estos datos. Además, el 40% de los participantes reconocía que pagaría entre el 5% y 10% más porque apareciese alguna mención de su procedenciaen el etiquetado de los productos.

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