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2024: la madre de todos los años electorales
Desde 2013 hasta este 2023 James M. Lindsay, un muy polémico y controvertido periodista/politólogo norteamericano, lleva publicando en el número correspondiente al mes de diciembre en Council on Foreign Relations, una entrada del blog The Water’s Edge, con el título 'Ten Elections to Watch in…' cada uno de los próximos años. La única excepción ha sido la de diciembre de 2022 en la que las diez elecciones se redujeron a cinco. Y la de este año 2023, en que singulariza a 2024 como la madre de todos los años electorales.
Se trata de un año en el que se van a celebrar más de tres docenas de elecciones en países con una población total de 4.000 millones de ciudadanos. No todas son igualmente importantes, evidentemente, pero el número de las que lo son para los propios ciudadanos en primer lugar, para los países vecinos a continuación e incluso, por último, para el futuro de la democracia en el mundo, convierten 2024 en un año electoral excepcional con el que no se puede comparar ningún otro. De ahí la calificación que he tomado para este artículo.
Hay algunas elecciones que, siendo importantes, como la que va a tener lugar en Rusia, carecen de interés electoral, en la medida en que ya sabemos cuál va a ser el resultado, aunque no dejen de tener interés político, ya que su resultado será muy indicador de la forma en que se decide la continuidad de la invasión de Ucrania. País en el que, a pesar de que se tenían que celebrar elecciones, no va a ser posible hacerlo como consecuencia de la invasión.
El número de diez elecciones es muy probable que se convierta en once, ya que, aunque el límite para la convocatoria de las elecciones en el Reino Unido es 2025, Rishi Sunak ya ha indicado que excluye convocar las elecciones en dicho año y que, por tanto, “2024 será un año electoral”.
Las diez elecciones son las siguientes: Bangladesh, 7 de enero; Taiwán, 13 de enero; Pakistán, 8 de febrero; Indonesia, 14 de febrero; India, abril-mayo; México, 2 de junio; Parlamento Europeo, 6-9 de junio; Bélgica, 9 de junio; Estados Unidos, 5 de noviembre; y Suráfrica, en fecha no determinada todavía, pero en 2024.
El escalonamiento de los procesos electorales va a tener previsiblemente un impacto en los resultados de los diferentes países y en las áreas geográficas más amplias en que cada uno de ellos se inserta. En todo caso, las elecciones en los Estados Unidos de 5 de noviembre van a estar sobrevolando no solo todos los procesos electorales mencionados, sino también sobre el “futuro del orden mundial tal como lo conocemos”.
2024 va a ser un año decisivo para comprobar la resiliencia de la “cultura democrática” tal como se ha ido desarrollando e imponiéndose como punto de referencia con carácter general desde el final de la Segunda Guerra Mundial. No solamente los resultados electorales, sino los programas de los diferentes partidos y la forma en que se producen los debates en las campañas electorales van a ser los indicadores de en qué medida existe un respeto por la cultura democrática, sin la cual la propia democracia ve amenazada su existencia.
Al final del año podremos hacer, posiblemente, la valoración más completa que se ha hecho nunca de la democracia como forma política y de su proyección de futuro. El parto de la madre de todos los años electorales nos va a deparar con seguridad sorpresas, que no tienen por qué ser negativas, pero que pueden serlo.
De momento hay señales ominosas en los dos territorios decisivos hasta la fecha para la configuración de la cultura democrática. Estados Unidos y Europa. El lenguaje del fascismo italiano y del nacional-socialismo alemán está volviendo, sin que se reaccione frente a dicho retorno de la forma en que cabría esperar.
En Estados Unidos, Donald Trump está haciendo uso con regularidad de una retórica hitleriana, de la que se han hecho eco numerosas publicaciones. Invito al lector a que teclee Trump-Hitler y podrá comprobar las innumerables referencias a cómo el primero emula al segundo y está volviendo a poner en circulación la retórica hitleriana. Hasta tal punto ha sido así que el propio Trump se ha visto obligado a decir que “no es un estudiante de Hitler” y que “no ha leído Mein Kampf”. Ya sabemos que Donald Trump no es capaz de leer más de un folio, pero no por ello puede dejar de convertirse en el eco de Hitler.
Pero más significativo todavía que este hacerse eco de Adolf Hitler sea tal vez la decisión de compartir en su red social un word cloud survey generado, según la revista Axios, por un sondeo de J.L. Partners para el Daily Mail, en el que se preguntaba a 1.000 probables votantes que describieran con una palabra lo que, en su opinión, Trump deseaba hacer en un segundo mandato. Las palabras “dictadura” y “venganza” destacaron abrumadoramente sobre todas las demás. De eso es de lo que hizo ostentación Donal Trump en su propia red social.
En Europa es más bien Mussolini a quien se toma como referencia, como hemos tenido ocasión de comprobar con el comentario de Santiago Abascal al diario Clarín con motivo de su presencia en la toma de posesión de Javier Milei. El mensaje de que el pueblo español decidiría algún día “colgar por los pies” a Pedro Sánchez lo dice todo. Y por supuesto en el lenguaje de Orban, Meloni… La retórica con base en la cual se trató impedir la génesis de la democracia en Europa en el periodo de entreguerras está volviendo en el momento en que se va a tener que decidir qué tipo de Unión Europea es la que queremos construir.
Esto es lo que va a estar en juego en las elecciones al Parlamento Europeo. El resultado puede ser el Brexit que anunció el triunfo de Donald Trump o el que reafirme la cultura democrática que haga descarrilar al partido republicano el 5 de noviembre.
Nadie puede llamarse a engaño. 2024 va a ser sin duda la madre de todos los años electorales.
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