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Sobre este blog

Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

BDS: el nuevo enemigo de Israel

Xavier Abu Eid

El Sr. Netanyahu ha identificado un nuevo enemigo letal para la existencia de Israel. Se trata de un movimiento que no tiene ni tanques, ni aviones de combate, ni generales. Es la campaña por el “Boicot, Desinversión y Sanciones”, más conocida como BDS. Esta campaña aspira a la consecución de tres objetivos que evidentemente desafían el ideal racista de un estado judío como el planteado por Netanyahu y su coalición de gobierno: terminar con la ocupación que comenzó en 1967, honrar los derechos de los refugiados palestinos y la igualdad de derechos para los palestinos ciudadanos del estado de Israel. Quien vea peligro en esas tres demandas, simplemente ve peligro en los valores universales de la igualdad y la libertad de expresión.

Claro que es cierto que hay ciertos dirigentes de la campaña BDS que no creen en la existencia de Israel. Como campaña de la sociedad civil y como individuos tienen todo el derecho a pensar de esa forma. Así también es importante recordar que no es necesario ir a la sociedad civil israelí para encontrar a quienes no reconocen el derecho de Palestina a existir: es su propio gobierno y su agenda colonial expansionista quien lleva a cabo esa misión. Pero la insistencia de Israel, y su máquina de propaganda, de demonizar al BDS, va más allá de los efectos que pueda traer un movimiento con bajo financiamiento y que depende en gran medida del entusiasmo de sus activistas; se debe al mensaje que este trae consigo.

Lo que se esconde detrás del BDS es recordar a la comunidad internacional su propia responsabilidad. Recordar la contradicción de apoyar la creación de un estado palestino mientras se impulsan las relaciones comerciales con Israel, la potencia ocupante. La contradicción de ir a cantar a Israel, mientras ese mismo país no permite el desarrollo cultural, deportivo y social palestino. Lo más importante es que el BDS apunta no solo a gobiernos, sino también a los ciudadanos que componen cada sociedad. Son ellos los que hoy tienen una forma concreta de apoyar el fin de la ocupación israelí.

Sin necesariamente estar de acuerdo con todo lo que la campaña BDS hace o dice, sus demandas no son nuevas. Representan en gran medida las exigencias del movimiento nacional palestino. Ahora bien, la campaña del terror liderada por Netanyahu, y seguida por su máquina de propaganda, haría que cualquier demanda puesta en contra de los crímenes que comete Israel sea considerada como parte del BDS. El nivel de desesperación frente a lo que puede significar el fin de la cultura de impunidad israelí ha llevado a políticos israelíes como Yair Lapid, promovido por cierto corresponsal de medios españoles como un estadista, a decir que “los que apoyan al BDS son los mismos que atacaron las torres gemelas”.

La preocupación real de Netanyahu y su gente no es el movimiento BDS sino el momento que se está gestando. Esto viene después de que la FIFA haya formado un comité especial para investigar el racismo y otras violaciones israelíes, en momentos en que la investigación preliminar de la Corte Penal Internacional sobre crímenes cometidos en Palestina sigue avanzando, con una de las principales aseguradoras noruegas, KLP, desinvirtiendo de dos compañías, la alemana Heidelberg Cement y de la mexicana CEMEX por su contribución al robo de recursos naturales palestinos, así como mientras se discute en Europa la casi segura implementación del etiquetado de los productos de las colonias israelíes, un paso necesario para delimitar fronteras pero no suficiente, ya que esos productos hechos sobre la base del robo de tierras y recursos naturales palestinos simplemente no deberían entrar ningún mercado.

Vale la pena destacar que en Israel hay quienes públicamente han criticado la campaña de Netanyahu, basándose en un elemento muy lógico: Israel hace una campaña en contra del BDS solo invirtiendo recursos y material propagandístico que ya pocos creen, al mismo tiempo que incrementa sus políticas de colonización y apartheid. En otras palabras, Netanyahu le da publicidad al movimiento de la misma forma que justifica, frente a todo el mundo, sus demandas.

Si bien hay quienes siguen condicionando el derecho del pueblo palestino a su libertad a la voluntad unilateral de Israel, poniendo como excusa para cualquier avance el retorno a las negociaciones, hoy incluso el paradigma de las negociaciones bilaterales entre Israel y Palestina se ha puesto en entredicho. Con un gobierno israelí que no cree en terminar con la ocupación sino en “reformularla”, simplemente no hay nada que negociar. Y mientras no se negocie en esas condiciones, Israel no tendrá muchos elementos para evitar que ese momento de verdad llegue.

Netanyahu y su gente aún tienen buenos amigos en el Consejo de Seguridad de la ONU, que seguirán poniendo condiciones para reconocer a Palestina. Pero la opinión pública mundial ha cambiado y los gobernantes lo saben muy bien. La campaña en contra de BDS no es nada más que un intento de detener todo el proceso global en favor de la justicia para Palestina. Eso también lo saben los gobernantes, que poco a poco empiezan a ver que la libertad de Palestina no es solo un tema que concierne a la paz regional sino a sus propios electores. Ante ello, poco podrán hacer los millones destinados por Netanyahu a su campaña de terror.

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