Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
La respuesta a los servicios secretos incontrolables no puede ser el nacionalismo
¿Qué es lo que me molesta tanto del debate actual sobre el asunto de los servicios secretos alemanes? Es el tono nacionalista que muchos adoptan. Por supuesto que estoy contra la vigilancia secreta, como lo estoy ante cualquier práctica ilegal. Pero también considero criticables algunas cosas aceptadas por la ley. Poco me interesa en esta situación si mis compañeros o yo somos vigilados por los servicios secretos alemanes, franceses o estadounidenses. En mi caso no se trata de intereses nacionales cuando, basándome en noticias actuales, pero, sobre todo, en las revelaciones de Edward Snowden, exijo aclaración y abogo por que los responsables sean castigados por su comportamiento ilícito. Para mí se trata de estructuras, demasiado parecidas entre sí, sin importar la nación desde la cual se las contemple. Actualmente, los servicios tecnológicos se diferencian ante todo por sus posibilidades tecnológicas. Los europeos del continente querrían efectuar muchas prácticas de la NSA o del servicio secreto británico si tuviesen las capacidades tecnológicas necesarias para ello. Y tampoco puede decirse que el desvelamiento de los leaks de Snowden haya cambiado en sustancia la actitud de los servicios secretos o la determinación política de controlarlos.
Por lo tanto, considero hipócrita la indignación francesa y alemana ante los Estados Unidos por motivos puramente nacionalistas. Me sentiría mejor si en ningún lado se vigilase masivamente y nadie fuese vigilado de forma preventiva, si no existiesen servicios secretos para el interior ni para el exterior. Porque, después de lo que aprendimos de la serie de asesinatos de derecha radical de la NSU (Nationalsozialistischer Untergrund), cabría preguntarse: ¿para qué necesitamos una Oficina Federal de Protección de la Constitución (Verfassungschutz), todo un servicio secreto para el interior del país? Que la policía resuelva lo que haya que resolver, pero, por favor, de manera transparente y dentro del marco de la ley.
En vez de esto existen también entre los bienintencionados de la oposición demasiados pensamientos maniqueos, que lo reducen todo a la tensión amigo-enemigo. Los Estados Unidos y la NSA serían el prototipo del mal. Estos modelos políticos son demasiado sencillos para mi gusto. Ante todo cuando van acompañados de una queja sobre la falta de respeto a la soberanía alemana. Es en este punto donde se trazan puentes hacia patrones de pensamiento nacionalista. De esta manera, el problema de los controles masivos e indiscriminados por parte de servicios secretos, que amenaza la libertad individual en todo el mundo, desaparece rápidamente de la vista, y en su lugar se coloca un problema de choque de soberanías, el discurso del “ellos contra nosotros”. Movilizar este tipo de resentimientos no solo es ingenuo; también es peligroso. Al final: racismo, exclusión y nacionalismo por todas partes, hasta cuando se trata de defender la libertad individual.
Esta impresión se ve corroborada con un vistazo rápido a los periódicos (alemanes) de estos días. Racismo, exclusión y nacionalismo por todas partes. La policía y el servicio secreto fallaron totalmente con las investigaciones respecto al atentado del Oktoberfest en 1980 por parte de extremistas de derecha – 13 muertos, 200 heridos – e ignoraron declaraciones detalladas y pistas sobre las maquinaciones del autor del atentado, Gundolf Köhler. Ahora, 35 años después, tratan de arreglar este fracaso monumental. También en el caso de los asesinatos de migrantes por parte de la NSU, así como en el asesinato de una agente de policía y en el intento de asesinar a su colega, la policía y los servicios secretos aún no tienen clara la situación: durante años se descartó un motivo racista categóricamente y se relacionaron las victimas con el crimen organizado.
Frente a las informaciones sobre las pesquisas del Verfassungsschutz en el caso de la NSU y frente a los descuidos dramáticos durante las investigaciones por parte de todas las autoridades participantes, no parece exagerado hablar de racismo institucional en este contexto, que ha impedido el rápido esclarecimiento de los crímenes de la NSU y ha bloqueado los trabajos de investigación verdaderamente efectivos.
Fuera de Alemania la situación no se ve mejor: El Front National (FN), que podría ser pronto un partido gobernante, tiene incluso un presidente de honor, el señor Le Pen, que describe las cámaras de gas de los nazis como una anécdota de la historia. Los buenos suizos temen un tsunami de asilados, porque las personas que huyeron a Suiza quieren buscar refugio en su pueblo. Precisamente en el Suráfrica post-Apartheid, donde la igualdad formal de todas las personas parece que se ha logrado, fueron asesinados en atentados racistas siete personas migrantes, y el presidente sigue echando gasolina al fuego xenófobo. Las noticias sobre violencia policiaca racista en todo el mundo no terminan; una selección casual: en Israel contra un soldado israelí de origen etíope, en los Estados Unidos en Baltimore, Ferguson y otros lugares.
¿Es así como se supone que será nuestro futuro mundo? ¿Queremos vivir en sociedades que diferencian entre nosotros y los otros?, ¿entre privilegiados, pertenecientes a la mayoría, y el resto de las personas? ¿En sociedades en las que el poder del Estado, por un lado, invierte en vigilancia preventiva minuciosa para evitar el terror islámico, pero, por otro lado, no es capaz ni tiene la voluntad de resolver detalladamente asesinatos neonazis, y menos aún evitarlos? Si no queremos eso, debemos esforzarnos contra el racismo y la exclusión y luchar por una situación de vida más justa y valiosa, pero no solo en nuestra propia casa. Para además contrarrestar resentimientos nacionalistas de manera efectiva necesitamos también enfrentarnos y aprender a entender de una manera diferente las realidades de hoy en día. En el momento en el que la discusión sobre la vigilancia masiva se torna en un debate sobre la defensa de la soberanía alemana ante la intervención estadounidense, toca recordar que lo que está en liza no es eso, sino el problema estructural y generalizado de los servicios secretos incontrolables. Haciéndolo, rendiríamos justo tributo y haríamos un gran favor al esfuerzo denodado, con dolorosísimo sacrificio personal, realizado por Edward Snowden.
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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.