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Raúl Cimas, un maestro de personajes esperpénticos llevados al extremo

Raúl Cimas, un maestro de personajes esperpénticos llevados al extremo

EFE

Madrid —

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“Un bestiario actualizado de criaturas fantásticas adaptadas a la sociedad de consumo”, así define el cómico e historietista Raúl Cimas su última obra, “Prodigios”, una galería de seres humanos esperpénticos en situaciones rutinarias como “un endemoniado lavándose los dientes”.

Si en “Demasiado pasión por lo suyo” y “Orgullo Brutal” Cimas dio buena muestra de lo que una cabeza puede desvariar partiendo siempre del ser humano como germen de toda creación, en “Prodigios” da un salto mortal para mostrar toda una galería ilustrada de personas reconocibles en nuestro día a día, pero llevadas al extremo del esperpento.

“Hay esperpentos pero en situaciones rutinarias. Siempre me he reído mucho con el surrealismo cotidiano de las comedias de José Luis Cuerda o Jardiel Poncela donde las situaciones más esquizofrénicas se manejaban con normalidad. Dicen mucho de cómo somos, de la facilidad que tenemos para aceptar lo que sea siempre y cuando se amolde a nuestras convenciones”, cuenta a Efe.

Conocido por ser uno de los integrantes de ese glorioso grupo de cómicos manchegos creadores de programas como “La hora chanante”, “Muchachada Nui” o “Museo Coconut”, este albaceteño (1976) reconoce que personajes de este almanaque de criaturas fantásticas “y otras lamentables”, como el “paleto estirando aductor”, no siempre son fruto de su imaginación.

Y no lo son, según su opinión, por realidades como ésta: “el deporte está muy de moda ahora, cosa que es buena. Pero eso hace que cambiemos un poco las conversaciones. Ahora todo el mundo somos también un poco fisioterapeutas y cuando dices ¡me duele aquí!, y a lo mejor tu cuñado, que es fontanero pero que juega al pádel, dice: tiene pinta de ser rotura de fibras”.

Una reflexión que sostiene ante una evidencia: “hace unos años poca gente se sabía más de 5 músculos, sin embargo sabían mucho de coches”.

“Si te hacía un ruido raro el motor, tu cuñado el fontanero decía: eso tiene pinta de ser la junta de la culata”, exclama el cómico para hacer más rotundo su pensamiento (no exento de verdad).

Porque, asevera, “listos va a haber siempre”, y éstos siempre serán el centro de la diana de su sentido de convertir en risas una realidad distorsionada.

Con otros personajes como un “taquillero al límite” el autor de “Prodigios” dice entre risas que si alguien se encuentra a uno de estos vendedores de entradas al borde de un ataque de nervios -a quien Cimas representa como un hombre encerrado en un espacio muy pequeño- le demos “un respiro”.

En este sentido, reconoce que éste personaje “viene de lejos” ya que se remonta hasta un sketch de “Muchachada Nui” donde una señora va apretujada contra la guantera del coche. Una píldora cómica descrita con estas palabras: “my mother con las rodillas in the güanter”. “Lo escribí después de un viaje insufrible en un Renault Clio”, cuenta.

Aunque Cimas, haciendo gala de una muy buena memoria, también saca a colación otra situación que aclara aún más su interés por los lugares de diminutas dimensiones.

“Una vez fui con una amiga a alquilar un coche a una de esas oficinas de rent a car de los aeropuertos y era pequeñísima. Cuando llegamos, el chico que nos atendía se tuvo que echar hacia adelante porque un compañero suyo iba a guardar algo en el armario de atrás. Como se echó hacia adelante, superando el mostrador, mi amiga le dio dos besos porque creía que la estaba saludando”, expone.

Con un formato que recuerda a un misal, “Prodigios” bien podría ser un libro de mesilla de noche solo aptos para los que no quieren pillar el sueño, sino para los enemigos de Morfeo.

Pilar Martín.

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