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'Lo and Behold': Internet no cabe en un documental

David Sarabia

Iba a ser LOG-IN pero se quedó en LO. Las letras que pasaron a la posteridad como el primer mensaje enviado a través de Internet no dieron más de sí después de la “O”. La Red que conocemos la imaginaron antes gente como Tim Berners-Lee, Vinton Cerf, Leonard Kleinrock o Robert Kahn, entre otros. Son los padres de Internet y aunque intentó hablar con estos tres últimos, Werner Herzog solo lo consiguió con Kleinrock y Kahn. El enésimo trabajo del veterano cineasta alemán llega a Netflix, Lo and Behold: Reveries of the Connected World (Miren y vean: ensoñaciones del mundo conectado). ¿El resultado? Sabroso para los que se acercan al tema por primera vez e insípido para los duchos en la materia.

El documental se estructura en 10 capítulos que tratan temas tan variopintos como los orígenes de Internet, la adicción a los videojuegos, la hipersensibilidad electromagnética o los caminos que tomará la Inteligencia Artificial en el futuro. Herzog, un gran elogiado por la crítica mundial en películas tan bellas como Fitzcarraldo o Invencible, ha vuelto a hacer de la banda sonora un elemento clave en Lo and Behold. Pero una maravillosa composición musical no esconde que la temática en ciertos momentos se desconecte del hilo conductor (si es que lo tuvo en algún momento) del documental.

Asumiendo que el leitmotiv de Lo and Behold sea Internet, Herzog plantea una película que roza en ocasiones ese epicentro sin llegar a tocarlo. Para entendernos: se puede hablar de un invento tan revolucionario como el teléfono elogiándolo, contextualizándolo; se puede incluso contar que para cierta comunidad en cierto lugar de África supuso un drástico cambio en su modo de vida, pero sería un tanto confuso incluir los call-centers como modelos de progreso o hablar de la adicción al smartphone en el siglo XXI.

Removiendo Internet con la cuchara

El documental de Herzog se pierde a veces entre todo lo que quiere abarcar. Es un “quiero y no puedo” sobre Internet. Está claro que hay adolescentes enganchados a los videojuegos 24 horas al día, pero eso es una adicción: una consecuencia de Internet, no parte de ello. En la Red están los paquetes de datos, la WWW, la DeepWeb, Amazon o Ebay.

Pero no todo es malo. Recurriendo a esa vieja y excepcional viñeta de Peter Steiner en el New Yorker de “En Internet nadie sabe que eres un perro”, Herzog también toca el tema del anonimato y la seguridad. Hay testimonios inquietantes, afirmaciones perturbadoras como las de Shawn Carpenter, un exagente del gobierno parco en palabras con el que no tardamos en darnos cuenta de que algo oculta. “Estamos en una ciberguerra”, confirma después de admitir que participó en la operación Titan Rain desenmascarando a uno de los muchos hackers chinos que en 2003 atacaron equipos del gobierno estadounidense.

La Revolución Industrial cambió al hombre por la máquina. La cuarta Revolución Industrial ya está ocurriendo y está cambiando a las antiguas máquinas por los robots. Un tema que también constituye un derivado de Internet y que Herzog roza sin pasarse, mientras su profunda y oscura voz se desparrama por la pantalla y el pequeño Asimo le da un vaso de agua a una azafata. Ni la renta básica universal ni la necesidad (urgente) por buscar un nuevo modelo de sociedad aparecen en Lo and Behold. Puntos clave indispensables si hablamos de futuro, robots y trabajo.

Sin luz ni respuestas

Buena parte del elenco de entrevistados elegido por Herzog trabaja en la Universidad Carnegie Mellon de Pensilvania (EEUU), uno de los centros-referencia de investigación tecnológica y de robótica del mundo. Es el caso de dos investigadores del cerebro a los que el cineasta les pide que imaginen el futuro. “Algún día tuitearemos pensamientos, le daremos a un botón y se publicará”, dicen. Y no lo sitúan tan lejano en el tiempo: en 20 o 30 años ya estará aquí. “La telepatía será la clave, de momento ya podemos comunicarnos en unos milímetros”.

Elon Musk también cuenta con una aparición estelar sobre cómo sería vivir en Marte, los coches autónomos y su proyecto Space-X. Y Kevin Mitnick, uno de los hackers más famosos del mundo, que cuenta cómo le preparó una caja llena de donuts al FBI en la nevera la noche de su arresto: sabía que irían a por él después de crackear el software de los teléfonos Motorola.

Lo and Beyond no ofrece respuestas. Tampoco deja dudas. El documental de Herzog es ambicioso en su planteamiento pero limitado en su ejecución. Hay un capítulo en el que una mujer dice que Internet es el anticristo. Hay otro donde Kleinrock, exalta las bondades de una casa inteligente que en última instancia funcione en la nube. No se le pueden poner ni diques al mar ni vallas a Internet, mucho menos en un documental que trate de condensarlo todo en menos de dos horas.

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