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La muerte es el mejor reclamo para los espectadores

Fotograma de la película de Philip Seymour Hoffman, 'Una cita para el verano'

Pedro Moral Martín

Jack es un tipo muy rubio y con pecas. Escucha reggae y en su pelo se vislumbran unas medio rastas que no evitan su única mueca, la de mirada tímida y boca sellada. Philip Seymour Hoffman supo moldear a la perfección el personaje de Jack goes boating, aquí Una cita para el verano. Primero bordó el papel sobre un escenario y después delante de las cámaras. Pero esta historia de amor lúgubre pasó desapercibida incluso después de ser marcada con el sello de 'joya indie' en su paseo por el Festival de Sundance de 2010. El aplauso de la crítica fue casi unánime, pero el público no quiso ir a las salas y condenó la ópera prima de Hoffman al olvido. En el 2011 salió el dvd y a esas alturas en España nadie había movido un dedo para traerla a las salas.

“Llevábamos más de dos años con ganas de comprar la película y que fuera una de las que recuperábamos para el mercado español, pero nos daba miedo que se hubiera quedado demasiado antigua para hacer un estreno en cines”, dice César Celmente de Surtsey Films, uno de los socios de la distribuidora responsable de que por fin esta película llegue el 14 de agosto a nuestro país.

Llevar el filme a las salas cuatro años después de su estreno en Estados Unidos era un suicidio empresarial. Sin embargo, la muerte del actor lo cambió todo. El 2 de febrero de 2014 el guionista David Katz encontró el cuerpo sin vida de Philip Seymour Hoffman en el suelo del baño de su apartamento, en el número 35 de la calle Bethune en el West Village de Nueva York. El actor acababa de separarse de su novia y madre de sus hijos, la diseñadora Mimi O,Donnell y además había empezado a beber por culpa o a causa de su papel en la obra de teatro Muerte de un viajante. “La obra lo torturaba. Estuvo muy triste durante todas las funciones. Sabía que todos los días a las ocho de la noche tenía que hacerse eso a sí mismo”, comento Katz en una entrevista a Rolling Stone.

“Está bastante claro que fue una sobredosis. La jeringuilla estaba en su brazo”, dijo un agente. Fue la jeringuilla llena de heroína la que hizo hablar entre lacrimógenas babas a decenas de actores, directores y productores, fue la jeringuilla la que ocupó los titulares, fue ese maldecido instrumento el que desató un elocuente ritual de defensa a favor del mejor actor de su generación. Fue ese morbo y algunas intenciones (pocas) meramente artísticas lo que empujó a Surtsey Films a traer a España Una cita para el verano. “Cuando murió Philip Seymour Hoffman decidimos comprar la película y estrenarla en cines, a pesar de la antigüedad, a modo de homenaje al actor. Es una buena película que merece ser vista en pantalla grande”, declara César.

La tragedia como antesala al éxito póstumo

La muerte del actor que ganó un Oscar por Capote se ha considerado una tragedia por dos razones: la edad de Seymour Hoffman (46 años) y las circunstancias relatadas anteriormente. Pero bajar a los infiernos para quedarse allí y triunfar aquí (quien dice triunfar dice convertirse en leyenda) es una práctica común entre actores y directores. River Phoenix murió a los 23 años en la puerta de un local tras ingerir heroína y cocaína, Brittany Murphy falleció en 2009 tras tomarse un coctel de antidepresivos y John Belushi murió después de consumir una letal mezcla de cocaína y heroína. Todos son leyenda.

El óscar póstumo a mejor actor secundario que ganó Heath Ledger por El caballero Oscuro es un premio a una actuación que ya era mítica antes de revelarse al espectador, pero también una ofrenda por los meses que Ledger pasó encerrado en una habitación de hotel hablando a los perros y jadeando como el Joker que más tarde regalaría al mundo. La bajada a los infiernos vende y si encima acaba en tragedia el reconocimiento de los compañeros es inevitable. De hecho, Terry Gilliam tuvo que reconvertir El imaginario del Doctor Parnassus en una película homenaje al Heath Ledger, porque si no, no había forma de venderla.

Otro ejemplo reciente es Paul Walker, el protagonista de Fast & Furious falleció el pasado año en un accidente de tráfico en California. Esta vez él no conducía, era el pasajero. La séptima cinta de la saga de carreras siguió manteniendo su rostro en el reparto e incluso se cambió el guión para que el difunto actor siguiera teniendo presencia en el filme. ¿Será este Fast & Furious el más taquillero de todos?

Los proyectos inconclusos de una leyenda

Philip Seymour Hoffman murió y se convirtió en leyenda. El actor poseía un Oscar, la crítica le alababa y ya tenía al público en su bolsillo, sobre todo después de participar en esa inteligente saga adolescente titulada Los juegos del hambre. Todavía quedan dos partes por estrenar y el actor aparecerá en ambas. Quedaban por rodar sus últimas escenas pero nadie ha tenido valor de sustituirle. No existe ningún productor o director tan osado. Los estrenos no se han cambiado de fecha y la estructura de las películas tampoco. El éxito de taquilla está asegurado.

El público que conozca las penas y las glorias del actor será contagiado por la lástima cuando vea las escenas de éste en las dos partes de la saga. Plutarch es un personaje que adquiere relevancia a medida que avanza la trama. Pero... ¿cuánto de Hoffman hay en ese personaje? Menos de lo que hay vertido en Jack, ese taciturno ciudadano en busca de la felicidad de Una cita para el verano.

Hoffman es el que está detrás y delante de la cámara. Es su alma la que impregna toda la película, su película. Desde ese personaje tímido y errático, ese segundón que acaba por devorarse la vida atreviéndose a hacer cosas que nunca hubiera hecho si no es por amor, hasta el director que protege un guion endeble y tierno para convertirlo en una amarga y sincera comedia romántica que destaca del montón. Demasiado pequeña para el gran público sin embargo.

¿Y qué hubiera pasado con su siguiente proyecto como director? Se iba a titular Ezekiel Moss e iba a estar protagonizado por Jake Gyllenhaal y Amy Adams. Una carrera ascendente que se vio truncada por las drogas y la consecuente tragedia. Pero no pasa nada, nos queda Philip Seymour Hoffman para rato, cuatro películas por estrenar en España y múltiples premios póstumos que todavía esperan, guardados en una caja, para ser entregados.

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