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La Guerra Civil, según los jóvenes que la estudian fuera de las aulas

Andrea Lázaro y Jacobo Llavona, dos de los protagonistas del documental 'Un cielo impasible'

José Antonio Luna

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“Cuando las cunetas de España estén colmadas de muertos, muchos creerán haber engendrado una nueva patria. O eso es lo que dirán para que la sangre de sus manos no parezca la de un asesinato”. Es el testimonio de uno de los soldados republicanos en la batalla de Brunete, uno de los episodios más crudos de la Guerra Civil española. En este pueblo al oeste de Madrid, en julio de 1937, tuvo lugar un terrible enfrentamiento que se saldó con unos 40.000 muertos de ambos bandos. 

La idea de la República, en aquel caluroso verano, era despejar la presión del ejército franquista de Madrid y provocar una distracción para retrasar la ofensiva del norte. Pero la estrategia no salió como esperaban. Los planes del ejército sublevado solo se retrasaron un mes y las pérdidas humanas, tanto para un bando como para otro, fueron brutales. 

A pesar de que se trata de uno de los episodios más importantes de la Guerra Civil, desarrollado sobre el mismo suelo donde apenas hay memoria de lo que sucedió, su recuerdo ha quedado diluido en la historia. Por eso nace Un cielo impasible, un documental presentado durante el pasado Festival de Cine de Gijón, que tiene un doble sentido: reivindicar la memoria histórica de lo sucedido y cuestionar cómo las nuevas generaciones se enfrentan a ello, tanto en un ámbito social como educativo.

La idea brota precisamente como método para combatir la falta de conciencia. “Todos los días pasaba por delante de los vestigios de la guerra en Brunete sin percatarme de ello, ignorándolos. Entonces pensé en las razones que nos llevan a vivir en determinados espacios sin hacernos cargo de su memoria histórica”, cuenta a elDiario.es el director del largometraje, David Varela.

Fue entonces cuando comenzó a informarse sobre lo que sucedió en aquella zona, a recopilar bibliografía, imágenes y textos de investigadores que ya habían estudiado a fondo la batalla. Sin embargo, en lugar de montar un documental al uso narrando la batalla, decidió trasladar el proceso a las nuevas generaciones de adolescentes. “Creo que son más porosos, tienen menos prejuicios, menos información y, al mismo tiempo, más ganas de tenerla”, argumenta el cineasta.

De esta forma, inició un proceso de cástin consistente en hablar con los padres de jóvenes de la zona para evaluar quiénes podrían estar más interesados en participar. Después de comprobar afinidades y alguna que otra reunión, quedaron cuatro para la película: Andrea, Jimena, Paula y Jacobo. Ellos son los narradores de esta historia y, a través de sus ojos y voces, el espectador va descubriendo diferentes testimonios de Brunete al mismo tiempo que visualiza cómo estudian la Guerra Civil española quienes no pueden recordarla. 

“Me hizo mucha ilusión. Al estudiar la batalla nos metimos en la piel de todo lo que pasó. Leer todos esos libros, escuchar los audios, los testimonios… Fue muy emotivo”, asegura vía telefónica Andrea Lázaro, una de las cuatro protagonistas de este filme. De hecho, los momentos más conmovedores del proyecto son aquellos en los que los jóvenes leen los diarios de los combatientes o se sorprenden con cosas como la temprana edad de quienes sostenían los rifles. Es como asistir a una clase de historia fuera de las aulas. Pero, precisamente por eso, también da que pensar sobre la labor dentro de ellas.

En clase no he llegado a dar la Guerra Civil española porque no daba tiempo

Andrea Lázaro Estudiante y participante en la película

“En clase no he llegado a dar la Guerra Civil española porque no daba tiempo en el temario”, lamenta Lázaro. Y el problema de la falta de información en la escuela, según el director, se traduce en una posterior polarización de la sociedad que genera conflictos como el auge de la extrema derecha. “Aunque hay una obligación de trabajar esas materias, también hay un miedo de cierto profesorado a ser criticado por algunos padres, en algunos casos con denuncias directas de partidos de extrema derecha como está sucediendo con Vox en Andalucía”, apunta Varela. 

Esto es lo que provoca que en ocasiones la Guerra Civil se deje para el último momento del año lectivo o que, si se toca, se haga sin entrar en temas demasiado candentes. “Al final los chavales salen de la escuela con muy mala información, también derivada de los libros de texto que a su vez vienen de grandes grupos editoriales con sus propios intereses”, critica el director.

Otro aspecto es el método de enseñanza, a veces insuficiente para lograr conectar con los alumnos. Andrea confiesa que Historia no es precisamente su asignatura favorita, pero también señala que siente que a veces aprenden “más memorizando que entendiendo” y que precisamente participar en un proyecto con una pedagogía diferente, como este documental, ha sido clave para asimilar de forma más cercana qué significó el conflicto.  

Por ejemplo, en una parte del largometraje los jóvenes visitan el museo creado por Ernesto Viñas, fundador de la asociación Brunete en la Memoria. El historiador se ha dedicado durante 15 años a extraer la memoria oral de los combatientes y familiares de la contienda, y muchos de estos fragmentos son escuchados tanto por los protagonistas del proyecto como por los espectadores. Algunos son, como la misma batalla, desgarradores.

El documental no pretende tomar partido por ninguna cuestión, sino que deja que sean los jóvenes quienes se hagan las preguntas derivadas de su propia investigación. Una de ellas, planteada al final del largo, es sobre si es lícito explicar la Guerra Civil desde la equidistancia o si en cambio hay que introducir elementos ideológicos en esa ecuación. Ni siquiera ellos lo tienen claro. Pero, precisamente, puede que abrir un marco de reflexión sea justo la herramienta necesaria para conseguir algo fundamental: evitar que la memoria histórica caiga en el olvido.

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