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Las lecciones de P.D. James

Barbara Stanwyck y Fred MacMurray en 'Double Indemnity'

Paula Corroto

Si algún escritor está pensando en sumergirse en el género negro debería acudir a uno de los libros canónicos: Todo lo que sé de novela negra, escrito por P. D. James. Allí la leyenda del crímen británico, que falleció el jueves a los 94 años, ofrece la mejor guía para recrear un crimen y engañar al lector. Con permiso, eso sí, de G. K Chesterton y su Cómo escribir relatos policiacos en el que daba pistas sobre la creación del personaje del padre Brown.

Para P.D. James, lo esencial es que este es el género más permeable de la literatura. Es decir, un cajón de sastre en el que cabe todo y no hay fronteras, una libertad que ha atraído a tantísimos escritores de todo pelaje. Ahora bien, hay una regla fundamental: debe haber un misterio central que al final se resuelva de manera lógica y satisfactoria para el lector. No vale sacárselo de la manga como un ilusionista cualquiera. No vale introducir un dato de última hora porque si no, no cuadran los hechos. Como señala la escritora, “debe existir un proceso de deducción inteligente a partir de las pistas presentadas con picardía, pero sin engaños”. Estas son sus lecciones sobre cómo escribir una novela negra.

1- Un detective, policía o guardián del orden

Una novela negra consiste en crear el caos dentro de un orden. Eso es al fin y al cabo un asesinato, un robo o cualquier crimen. Para eso es necesario que exista un agente de la ley –o un defensor del orden existente- que intente volver a colocar las piezas para que todo vuelva a su cauce. De ahí que para P.D. James la novela negra naciera en la época victoriana, y triunfara con el gran éxito de Agatha Christie: fueron años en los que se estableció una sociedad organizada de aplicación de las leyes, pero donde los asesinatos estaban también a la orden del día.

2- El detective nunca debe saber más que el lector

Esta regla es básica porque, si no, estaría engañando con juegos de chistera al lector. Si sabe más que el que lee la historia, ¿por qué tantas vueltas? Ahora bien, para la escritora no hay ningún problema con que el lector sepa más que el detective. Esto es, el lector sí puede saber que los sospechosos están engañando a quien tiene que desentrañar toda la trama. Y ese es su problema.

3- El asesino no debe ser un estereotipo

Las historias de malos malísimos a los que se les desprecia desde el instante en el que aparecen no sirven. Es más, P.D. James sostiene que es mucho mejor que hasta lleguen a crearle cierta empatía al lector, que este pueda comprenderlos y hasta ponerse de su lado en ocasiones. Así se evita un libro que sea “un frío rompecabezas” en el que sólo hay que ir enganchando las piezas.

4- No hace falta resolver el mal en el mundo

El mal está ahí y evitarlo es prácticamente imposible; más aún acabar con él. El desgobierno, la corrupción, el mal uso del poder y la violencia no pueden dinamitarse de un día para otro, por lo que una novela que vaya en este sentido está totalmente desencaminada. Para la escritora, esto ya lo demostraban los grandes clásicos del hard boiled como Dashiell Hammett. Por eso hay que centrarse en una serie de actos concretos, pero no tratar de reinstaurar el orden moral con sermones como sí hacían, de alguna manera, las primeras novelas negras inglesas.

5- El detective no debe beber champán o escuchar música clásica en casa

El policía o detective es un tipo duro que convive con la violencia. Ve asesinatos todos los días y se enfrenta continuamente a la muerte. Que sepa desconectar de todo ello cuando llega a casa es, para esta británica, completamente inadmisible. De hecho, para ella, “el agente es tan crudo como el mundo en el que actúa, un violento y armado dispensador de la única justicia que reconoce”.

6- Un contexto reconocible

Los mundos mágicos pueden tener cabida en otro tipo de novelas, pero el género criminal exige que los contextos sean reconocibles para el lector. Se trata de aportar verosimilitud en una trama donde “acontecen sucesos extraños, dramáticos o terroríficos”, por lo que deben situarse en “lugares muy tangibles donde el lector pueda entrar como entraría en una estancia conocida”. Si el lector se cree el lugar se cree a los personajes. Uno de los trucos, además, siempre ha sido recrear estancias o sociedades cerradas. Una isla es, por ejemplo, el lugar perfecto –algo de esto le debe la serie Lost-.

7- Diferentes puntos de vista

En los inicios de la novela negra, el punto de vista solía ser el del detective, lo que hacía que fueran novelas demasiado estáticas. Para P.D. James, como ella siempre hizo con sus novelas, por otra parte, el lector debe poder introducirse en la mente de diferentes personajes. También en la del asesino. “En mi opinión, la novela gana en complejidad e interés y puede, además, aportar pinceladas de ironía, ya que los cambios de puntos de vista revelan las diferentes formas en que unos y otros podemos percibir un mismo suceso”, señala la autora.

8- Personajes creíbles

P.D. James creó a su detective Adam Dalgliesh a partir de un profesor que tuvo en la Cambridge High School y desde el principio tuvo claro que debía ser un personaje absolutamente realista. Nada excéntrico, y al que no tuviera que definir cada vez que empezara una nueva novela. Además, en su caso es un hombre con muy pocas aristas sentimentales (su mujer y su hijo mueren al principio) por lo que le era mucho más fácil su recreación. En cuanto a la víctima, la escritora sostiene que lo mejor es mantenerla callada durante el relato (aunque por ella pueden hablar otros personajes o sus propios enseres). No debe afectar si está viva o está muerta porque lo importante es el asesinato.

Por último, sobre los sospechosos, para P.D. James no debería haber más de cinco, ya que si no el puzle tiende a descontrolarse. Y hay que presentarlos como personas de carne y hueso que muy fácilmente podrían haber cometido el crimen. Ahí está una de las grandes dificultades: recrear el móvil. Para la escritora hay muchos factores, como el dinero, la avaricia, la venganza, pero para ella el más evidente es el amor: “El deseo de vengar, proteger o salvar a alguien muy querido siempre constituye un móvil muy creíble y es un tipo de asesino hacia el que podríamos sentir cierta simpatía o identificación”

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