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Ficción desde el corazón de un Congreso del PSOE: “Hay que conocer los entresijos de la política para sentirla cerca”

Foto de archivo del 39ª Congreso Federal del PSOE/ EFE

Mónica Zas Marcos

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En El Reino, Rodrigo Sorogoyen retrató a la clase política española como nadie se había atrevido hasta ese momento en la ficción. La corrupción como un intercambio de favores que deja el hedor del marisco en las manos y el del plástico de las bolsas de basura en el dinero. Es decir, mostraba una clase política más chabacana que maquiavélica y con eso ganó siete Goyas sin necesidad de disparar a ningún partido en concreto.

Por precaución o temor, el director garantizaba que su película no trataba “solo del PP”. Las referencias eran inequívocas y sobre cosas que vemos a diario en las noticias, pero a la hora de plasmarlas por escrito en un guion y acompañarlas de unas siglas, se volvían prohibidas. Y aún más si esas letras aluden a cualquiera de los dos grandes partidos de nuestro país.

El periodista Ion Antolín ha roto esta tendencia en su novela Noches de poder, en la que narra los dos días (con sus dos largas noches) que dura un Congreso federal del PSOE. Es ficción que bebe de la realidad. O, mejor dicho, es verdad ficcionada para proteger a las personas antes que a la formación. “Sirve para entender que no todo es tan bonito como reluce. Y no es una crítica, porque de esos congresos han salido también grandes líderes que han hecho mucho por este país. No hay que ser ni inquisidor ni servil”, dice el autor en conversación con eldiario.es.

Antolín, que militó en las Juventudes Socialistas hace 30 años y que aún guarda amistad con políticos de todos los colores, conoce en detalle las dinámicas de los grandes partidos. A través del personaje de Tomás, presidente de la delegación de Castilla-La Mancha y líder por consenso para tomar las riendas del PSOE, demuestra que en política no se da nada por sentado. Y que cuarenta y ocho horas, con la cúpula encerrada entre las cuatro paredes de un hotel, pueden dar mucho de sí.

“Lo enfoco desde la izquierda porque sus congresos han sido más sonados. Pienso en el de 2012 en Sevilla, donde Chacón perdió por 9 votos frente a Rubalcaba. Los analistas que estuvieron en aquel proceso saben que llegó allí con el Congreso ganado. En esos dos días y dos noches se movieron los votos justos para que al final ganase Alfredo”, cuenta. También refiere el del 2000 que ganó Zapatero y donde, según el experto, “estaba todo listo para ganase Bono”.

Sin embargo, las candidaturas espontáneas y el trasvase de apoyos a cambio del cacho más grande del pastel es algo que se da en todo el espectro ideológico de España. “El Congreso de Valencia del PP, en el que salió Rajoy, fue muy duro. La diferencia es que trasciende menos, quizá porque la izquierda es un poco más exhibicionista”, compara.

Antolín no ve razones para esconder las siglas del partido al que se refiere, como hizo el escritor Antonio J. Rodríguez protegiendo a su Candidato en un inventado Partido de la Democracia, porque “solo con lo que se ha escrito de los congresos del PSOE de los últimos 40 años, hay literatura suficiente para hacer otra novela”. Además, se ha cuidado para que “nadie que esté ahora mismo en política se vea identificado”.

Noches de poder es una novela dura, como le han advertido algunos de sus allegados, pero no a nivel ideológico sino con las ambiciones particulares. El PSOE es un partido dividido históricamente que se ha salvado del cisma mediante “un hilo invisible” mantenido desde hace décadas, como lo llama el escritor.

“Asumen las derrotas más rápido que los partidos nuevos. Pero claro, hablamos de una formación con 140 años de historia y una maquinaria muy engrasada. Las reglas del juego están asumidas por todos: cuando alguien pierde o gana no suele tener repercusiones posteriores. De esas crisis se puede salir muy reforzado”, desvela.

Esta seguridad da rienda suelta a todo tipo de artimañas contra el adversario que forman parte del secreto a voces que es la política española. “Hay una norma no escrita de no dejar atrás a nadie. También es porque no conviene tener enemigos sin nada que perder”, cuenta Antolín. Por eso, a pesar de la lucha descarnada que protagonizan los miembros socialistas en la novela, pasados los dos días vuelve la calma chicha (hasta el próximo cónclave).

Ficción pedagógica que no tema a las siglas

La falta de ficción honesta y valiente sobre la política en nuestro país choca frontalmente contra la de otros como Estados Unidos o Escandinavia, donde las siglas son solo una letra más dentro del guion. “Me gustaría que en España hubiese más tradición de series políticas. House of Cards derivó en algo más fantasioso, pero El ala oeste de la Casa Blanca es una serie dura de ver y tuvo su público fuera de los que nos gusta la política”, compara Antolín.

El periodista está convencido de que la maquinaria política interesa al público más allá de las burbujas de información experta y de los círculos diplomáticos. “Si vemos las parrillas de las televisiones, la política desplaza al corazón durante prácticamente toda la mañana. Votamos con contundencia, si no en el resultado, sí en participación. No sé si votamos a favor o en contra de alguien, pero votamos”, defiende.

Desde su posición como autor al que no le ha temblado la pluma para referirse al partido que gobierna España (en coalición), pide “más ficción política que haga pedagogía” y pone como ejemplo Borgen. “Viene muy bien para entender el sistema español: hay seis partidos y forman gobierno tres y tres casi siempre, derechas e izquierdas. No les queda otro remedio que ponerse de acuerdo y al final tampoco les cuesta tanto”.

“Hay que conocer los entresijos de la política para sentirla más cercana”, defiende. “Es el hecho de sentirla como algo lejano e inaccesible precisamente lo que provoca el desapego de los ciudadanos. Esta novela, por ejemplo, explica muchas cosas, ya no cómo se desarrolla un congreso, sino cómo funcionan diversas negociaciones”, ilustra.

Antolín cree que la ciudadanía se merece conocer la parte podrida de la manzana, pero no para perder desafección en el voto, sino para ejercerlo con coherencia y responsabilidad. Y, si la ficción puede ayudar a conseguir esas dos cosas, bienvenida sea “hable del PSOE, de Vox o de Pacma”.

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