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Cómo sería un detective de novela policiaca en el Burgos medieval

Daniel Bilbao, autor de Las crónicas de Gülliam de Canford, el Arquero Siniestro Sindedos.

Elena Cabrera

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Las crónicas le conocieron como el Arquero Siniestro Sindedos, no porque fuera perverso, lúgubre o malvado, sino porque era zurdo. Efectivamente, no tenía dedos, pero solo en una mano. Y es verdad que sabía manejar el arco, pero quizás no fuera esa la mejor de sus virtudes. No obstante, la definición más precisa, según el padre de este personaje, es la de “macarra ilustrado”.  Hablamos de Gülliam de Canford.

¿No les suena el nombre? No es de extrañar, “ningún historiador habrá oído hablar” de él, “y menos aún de su importancia para el afamado rey Fernando el Católico”, tal y como se explica en las dos primeras líneas de la novela de Daniel Bilbao Las crónicas de Gülliam de Canford, el Arquero Siniestro Sindedos. El perro ladrador, el primero de cuatro libros en el que se narran las andanzas, durante una misión secreta en el año 1476 por la comarca de Las Merindades (en Burgos) de un mercenario cuya sola presencia en determinados escenarios le hace meterse en líos.

Güilliam despierta con la punta de una espada amenazadoramente apoyada sobre su garganta. Está en la villa de Frías, donde ha parado para hacer un alto en el camino, después de tres días cabalgando. Es detenido por un caballero acompañado de dos soldados, que se llevan al manco maniatado sin contemplaciones. Dos páginas después se encuentra en las mazmorras del castillo de Frías, y ahí es donde comienza a desplegar su astucia. El macarra ilustrado es “un mercenario que tiene muy pocos escrúpulos pero que en el fondo tiene su moral”, explica su autor. Todo encaja en este libro con la estructura de una novela policíaca: la historia se cuenta en primera persona, hay un crimen, un detective investiga lo sucedido y aplica su capacidad de deducción, el resto de personajes son sometidos a un análisis psicológico que los desarma y se acaba resolviendo el caso. Hasta aquí todo bien, lo extraño —pero también lo gozoso— es ver cómo se despliega con tal naturalidad todas las armas de la novela negra en una época sin policía ni detectives, como es la Baja Edad Media en la España de castillos y mercaderes.

Bilbao, que venía de escribir ciencia ficción del futuro próximo —en 2035 las democracias han sido sustituidas por las Marcas Globales, aunque sobreviven algunas Ciudades Estado bajo el territorio de Al-Andalus, en su novela Marca de fuego— necesitaba escribir “algo más ligero y divertido”. “No quería que fuese sesudo, que es lo contrario de la mayoría de novelas históricas”, explica. Sucede que hay mucha novela histórica que se ha convertido en sustituta de los libros de Historia, dejando de lado las historias. Bilbao necesitaba divertirse escribiendo y supuso que si lo hacía él, también le pasaría al lector. Le importaba la trama, pero sobre todo la interacción entre sus personajes, que son principalmente el citado arquero provisto de una mano mecánica, el anciano prestamista judío Gabriel Benaquiel y la joven curandera María la Gatusa. Los tres se conocen en el sótano oscuro del castillo en el que se desarrollan las citadas primeras páginas de esta novela, que es la primera de una saga.

De todas las épocas pasadas y futuras, de todos los lugares de este mundo y de otros, Daniel Bilbao ubicó su trama en el siglo XV en Las Merindades porque es una zona que conoce bien, donde el autor, que nació en Bilbao y reside en Madrid, veraneó intensamente de adolescente. Todo surge alrededor de la fortaleza de la Ciudad de Frías. Ni siquiera ha necesitado documentarse mucho, pues conociendo bien la historia de los lugares significativos, como la conoce, solo tenía que “jugar con ellos”. El lugar trajo la historia. Por otro lado, “todos los españoles conocemos a los Reyes Católicos” por lo que la época es “una referencia muy fácil”. “Era un momento en el que se estaba cambiando la sociedad, independientemente de la unificación de España, también sucedía que el sistema feudal se estaba convirtiendo en un sistema burgués, con los comerciantes y las ciudades”, explica. Cualquiera que haya visitado hoy en día el impresionante Castillo de Frías podrá visualizar bien los escenarios de esta novela. “Era el momento álgido de los castillos”, recuerda el autor. “En esa zona hay muchos y curiosamente no estaban para defenderse de los moros sino como defensa en las luchas que tenían entre los nobles ya que en ese momento los reyes empezaron a tomar control de los señores feudales. Pero todo esto no aparece en los libros porque no quería una novela histórica pesada”, recuerda. 

Vamos sabiendo quién es ese Gülliam, sarcástico y pasado de vueltas, a cuentagotas. Bilbao ni siquiera nos regala el detalle de describirlo. “Quería evitarlo —confiesa—, no sabemos si es rubio o moreno, guapo o feo. Cada lector tendrá una idea diferente de él porque yo no tengo, a propósito, esa idea. El concepto que cada cual se forme de él va a ser mucho mejor que el que yo pueda describir. Seguro. Porque al final lo único que le distingue es que tiene una mano de hierro”. El misterio que le rodea le hace más atractivo y es uno de los principales enganches con la historia. Al acabar el libro, no sabremos mucho más, porque tienen que llegar otras tres entregas, la segunda de ellas en Navidad. Ya están todas escritas, tan solo hay que dejar pasar el tiempo y la editorial de la revista Mongolia (Mong Editorial) las irá publicando a su ritmo, con unas deliciosas portadas medievales diseñadas por Fernando Rapa.

La novela se hace corta, además de porque lo es, por la intriga que rodea al sagaz emisario del rey Fernando de Aragón. En cambio, de la Gatusa sabemos más: un personaje del que Daniel Bilbao está enamorado. “He hecho una pequeña trampa con ella —admite el autor— porque he creado un personaje del siglo XXI pero lo he metido hace 500 años. Por su forma de ser y de actuar es más una joven de hoy en día que lo que sería una chica del siglo XV. Le atribuyo cosas que a mí me gustaría ver en una joven, no lo puedo evitar”. María es una feminista medieval, por resumir pronto y mal, a quien por sus conocimientos y su rebeldía lógicamente le llaman bruja. La buena noticia es que acompañará al caballero en su camino por otros sitios cercanos, escenarios de las siguientes novelas, como Oña o Medina del Pomar, cobrando en una más protagonismo que el irónico Canford.

Otro de los divertimentos de Daniel Bilbao como escritor es colar su voz, de manera sutil, en la narración. “Tenemos 500 años de desfase entre hoy y aquello, y nosotros tenemos unos conocimientos de esos cinco siglos que obviamente el protagonista no puede tener. Pero, sin embargo, es divertido hacer referencias a cosas que han pasado en estos años desde el punto de vista de alguien que lo desconocía”, desvela el escritor. Aunque fueron comentados en la entrevista, no van a ser revelados en este artículo, pues sería una descortesía para los futuros lectores, tan solo se pedirá atención a ciertas alusiones literarias e históricas que siembran el texto aquí y allá, sin estridencias.

Menos divertido ha sido otra manera en la que el presente se ha colado en Las Crónicas de Gülliam de Canford: la emergencia sanitaria de la Covid-19 ha trastocado los planes de salida del libro. “No he sido el único ni de lejos así que tampoco vamos a llorar por eso”, se consuela el autor. La presentación estaba prevista una semana después de la declaración del estado de alarma y, como muchas otras actividades, esta tuvo que reconvertirse en un directo en Instagram, aunque no carente de las aventuras y desventuras tragicómicas de los valientes editores de Mongolia. Por otro lado, el confinamiento le vino bien a Bilbao para disponer de tiempo —le gusta tener siempre tres horas libres para escribir, actividad que compagina con su actividad como empresario del sector audiovisual— para corregir el tercer de los libros previstos y escribir el cuarto. Aunque las historias son autoconclusivas, el resultado será una tetralogía redonda, entretenida y placentera.

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