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Los presupuestos de València se ponen las gafas moradas

Un semáforo en Valencia para intentar fomentar la igualdad y visibilizar a las mujeres en la vía pública

Laura Martínez

Valencia —

El sociólogo francés Edgar Morin escribió hace dos décadas: “La economía, la ciencia social más avanzada matemáticamente, es la más retrasada social y humanamente, pues se abstrae de las condiciones sociales, históricas, políticas, psicológicas y ecológicas que son inseparables de las actividades económicas”. La economía, para muchos pensadores, reduce a las personas a cifras y la calidad de vida a indicadores y siglas incomprensibles.

Fiel reflejo de la afirmación anterior son los presupuestos. Desde los del conjunto del Estado hasta los de los pueblos más pequeños, el inmenso dossier de tablas y números supone un auténtico rompecabezas para quién intenta entender cómo afectarán a su día a día. Entre esta invisibilización de las personas en las grandes cifras macroeconómicas, las mujeres son doblemente invisibles. “Los presupuestos están elaborados desde la perspectiva androcéntrica, porque es la visión que se ha tomado universal”, explica Mónica Gil, profesora de Sociología de la Universitat de València.

La socióloga forma parte del grupo de profesoras y técnicas expertas en igualdad de la Universitat de València formarán a personal técnico y político del Ayuntamiento de Valencia para incorporar la perspectiva de género en las actuaciones municipales, especialmente en los presupuestos. “El enfoque de género consiste en la observación de las desigualdades entre hombres y mujeres que no pueden explicarse por la biología, desigualdades que son cambiantes en las diversas culturas o que son producto de la tradición cultural y los prejuicios, y que están limitando u obstaculizando el desarrollo personal de unos y otras y por lo tanto la igualdad de oportunidades”, explica uno de los documentos de trabajo de las profesoras. “Aplicar esta perspectiva en el presupuesto público supone detectar estas desigualdades para tratarlas, lo que añade eficacia y eficiencia en la asignación de los recursos y aporta riqueza y cohesión social”, señala el texto.

El primer paso es crear un grupo organizador en el que participen los técnicos de Hacienda y el departamento de Igualdad para hacer un análisis de los presupuestos, buscando las necesidades más urgentes de la población. Se realiza un estudio de los presupuestos de años anteriores desagregando por sexo los indicadores para señalar las desigualdades y evitar la aparente neutralidad de las cifras. “Cuando entras en el departamento de Hacienda y dices que vas a adaptar la visión de género, la respuesta suele ser: ‘¿Pero cómo se adaptan los números? no tienen que ver con hombres y mujeres’”, cuenta la docente.

“Hay que trascender esa idea, los presupuestos son números, pero detrás hay políticas que se implementan sobre una población que no está en igualdad de condiciones de desigualdad. Si no tienes en cuenta la existencia de desigualdades, las reproduces”. defiende Gil, quien explica en qué consiste aplicar la perspectiva de género mediante el ejemplo de las subvenciones al deporte infantil. “Sin aplicar el enfoque de género, podemos considerar que las ayudas al deporte infantil son positivas. Si miramos más allá y buscamos a qué se destinan las ayudas, vemos que las beneficiadas son mayoritariamente asociaciones de fútbol. ¿Quién juega al fútbol? principalmente, los chicos, por lo que vemos que las ayudas llegan en gran medida a los varones y no a las mujeres”. ¿Cómo se introduce la corrección de género? Por ejemplo, cuenta la profesora, introduciendo cláusulas en las subvenciones para que lleguen a asociaciones de mujeres.

Económicamente, otra medida sería bajar el IVA a los productos de higiene femenina, eliminar la 'tasa rosa' o incluir en los botiquines de empresas y escuelas compresas, tampones u otros utensilios que necesitan las mujeres. Se trata, explica la responsable, de tener comprender que las necesidades de hombres y mujeres son diferentes y tener en cuenta las necesidades de todos. De ver quién está desatendido y en situación de desigualdad, que no todo el mundo parte con las mismas condiciones, y corregirlas. De ponerse las 'gafas moradas'.

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