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Emancipación

Josep L. Barona

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Hay palabras cuyo significado es variable en función de las circunstancias y contextos. Son palabras que se transforman como un camaleón en los labios de quien las pronuncia. Emancipación es una de ellas. Las posesiones coloniales se fueron emancipando de las potencias coloniales, los esclavos de sus amos, muchas mujeres aspiran a emanciparse del patriarcado y los hijos de sus padres. Fidel Castro lideró una revolución emancipadora del pueblo cubano frente al dominio yanqui en la isla y Mandela lideró la emancipación de la población negra frente a la dictadura del appartheid. Comoquiera que sea, la emancipación supone liberarse de cualquier forma de dominación.

Dicen que la globalización ha creado un mundo único, que todos navegamos en el mismo barco. Pero eso no es cierto, la frase forma parte de la retórica de la dominación. El mundo-planeta y el mundo-humanidad se divide claramente en dos territorios: el de quienes consumen y el de quienes pasan hambre. Unos generan basura y otros la recogen. En uno y otro territorio, la emancipación puede significar cosas bien distintas. Unos viven con la cabeza agachada rindiendo culto a la pantalla del teléfono móvil, consumen alimentos funcionales, se benefician de los transgénicos y las medicinas, y de las prótesis y los trasplantes. Navegan por los “mass media” y las redes sociales, alardeando de cosmopolitismo virtual. Alienados y felices en su miserable opulencia tecnológica, a veces se preocupan por el incierto cambio climático y sus consecuencias, o por la crisis del modelo energético. Hace tiempo que desapareció de su diccionario el vocablo “emancipación”. Los que viven al otro lado, en el otro mundo, esos aspiran a cruzar muros y alambradas, atravesar mares y desiertos, para tomar número en la cola de la oficina de empleo. Emanciparse pasa por conseguir una vivienda, un salario de miseria y acceder a un nivel razonable de consumo, a la tecnología, la educación, el ocio y la cultura. Aspiran, eso sí, cuando sea posible, a dar el salto al otro lado.

Las formas de dominación ya no son externas al individuo y fácilmente reconocibles, sino que han sido interiorizadas y nos dominan desde dentro. Hay palabras que fueron clave para la acción transformadora de individuos y sociedades . Hoy son un puro arcaísmo.

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