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Opinión - Junts, el bolsillo y la patria. Por Neus Tomàs

Uno, dos, tres... probando

Josep Moreno

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A ver… ya sabíamos que la “Gran Banca”, agentes del FMI y las grandes corporaciones que controlan los medios de comunicación escritos y audiovisuales de este país estaban interviniendo en los procesos internos de los partidos y en las instituciones de nuestra gran nación. Pero ayer constaté que esa confabulación se ha extendido hasta llegar a las grandes cadenas de distribución que controlan las grandes superficies y centros comerciales.

Estaba yo tan ricamente sentado en el sofá de mi casa esperando ver repetido el tercer gol de Messi en el Bernabeu, cuando de repente y como a traición, en mi pantalla plana apareció un anuncio de una conocida tienda de electrodomésticos. Era en una cadena nacional y en horario de máxima audiencia. Se me ofrecía un artículo que, según esta corporación internacional, debía adquirir inmediatamente porque -y cito textualmente- “yo no soy tonto”: Un botón espía.

Es evidente, y les aseguro que no soy uno de estos locos adictos a teorías conspiranoicas, que el momento histórico en el que una cámara espía se convierte en un producto de consumo masivo equiparable al microondas, la batidora o la plancha de pelo no es anecdótico. Ya hemos visto como en los últimos tiempos, grabaciones de una pésima calidad han sido suministradas a los medios de comunicación por miembros de todo tipo de comités, federales o no, de uno y otro partido. Miren si no lo que le pasó al pobre Heredia con aquella reunión con las juventudes. Es lógico pensar que las grandes empresas que mueven los hilos de la alta política tengan un legítimo interés en asegurarse una mayor calidad en el futuro suministro del jugoso material que está por venir: congresos, juicios, viajes en coche a Pontevedra… Por otra parte, todo el mundo sospecha ya del smartphone del compañero de silla en el Consejo de Ministros, pero ¿quién será el valiente que se atreverá a desabrochar la camisa de aquel secretario de organización regional sentado al fondo a la derecha para comprobar si aquel botón es de nácar o silicio? Nadie.

Ya sé que la mayoría de ustedes pensará que se me ha ido la pinza. Pero lean, lean la literatura del anuncio de este producto en la web de esta multinacional de la electrónica y díganme ustedes si esto es o no es un mensaje en clave dirigido a los futuros delegados federales o a los invitados al despacho de un ministro del interior: “¿Quieres ser el espía más loco de tu ciudad y grabar todo lo que ocurre a tu alrededor? Con el botón espía de 8GB podrás espiar a tus amigos, a tu jefe y a todo el mundo.”   Y continúa “El botón de camisa es fácilmente camuflable en tu jersey, polo o camisa y a través de él podrás hacer fotografías y grabar audio o vídeo. Demuéstrale a tu madre quién es el verdadero ladrón de las galletas. ”A tu madre“ dice, como si nos chuparamos el dedo.

No se olvidan los anunciantes de la posibilidad de que este producto interese también a la cúpula del actual partido en el gobierno. Es lógico que intenten abarcar la mayor cuota de mercado posible, por lo que el anuncio relata las ventajas tanto técnicas como judiciales de proveerse del artefacto: “Podrás ver a todo detalle lo que están diciendo de ti, descubrir reuniones secretas y fotografiarlas disimuladamente o demostrar que no eres culpable con los audios.”  dice el prospecto. ¡¡Ala, toma del frasco Carrasco!!

Finalmente se te advierte de que  “es ilegal el uso de cámaras espía ocultas para grabar a terceras personas sin su consentimiento en lugares privados. ”Lugares privados“, dice. ¿Desde cuándo se han organizado en lugares privados los mejores congresos de la historia o se ha repartido la pasta de la visita de un Papa? Eso se hace en el hall de un hotel de lujo o al calor de un buen gin-tonic en una taberna. Además, vale que no puedo grabar a ”terceras“ personas, pero no dice nada de las ”segundas“, que por lo general son las que al final controlan el censo o llevan la agenda de ”Don Vito“.

Hoy he vuelto a encender la tele. Un yogur con bífidus, un detergente con partículas milagrosas, un abogado que me devolverá mi cláusula suelo y para acabar el bloque de anuncios, otra vez, el botón espía. Me temo que esto tendrá consecuencias. Como poco, dejaremos de empezar con el clásico “compañeros y compañeras” para decir aquello de “Un, dos tres... probando”.

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