Llevamos cuatro años de locura antidemocrática. Cuatro años de desahucios. Cuatro años de privatizar la sanidad y la educación. Cuatro años con un Parlamento que se ha movido a golpe de decretazos. Cuatro años de trabajos precarios. Cuatro años de andar la gente hurgando en los contenedores. Cuatro años de políticos y empresarios metiendo mano en la caja pública. Cuatro años de ver cómo la justicia se alimenta de la misma corrupción que debería encausar si esa justicia fuera justa y no un desasosegante cachondeo. Cuatro años de despidos a mansalva. Cuatro años de un paro sin vuelta atrás. Cuatro años de mordazas en la calle. Cuatro años de la iglesia diciéndole al gobierno lo que ha de hacer o no hacer. Cuatro años de dejar casi sin un euro a la dependencia. Cuatro años de tener que pagar en las farmacias aunque no se llegue a fin de mes con las pensiones de miseria. Cuatro años de vacío cultural. Cuatro años de cerrar cines y teatros porque es imposible comprar una entrada a unos precios acuchillados por el IVA. Cuatro años de cerrar librerías porque el libro es un bien que un gobierno garrulo se niega a catalogar como de interés público. Cuatro años de salvar a los bancos sin que esa salvación revierta en los clientes y en las pequeñas empresas a la hora de pedir créditos de supervivencia. Cuatro años de tarjetas negras firmadas por altos representantes de la política y la empresa. Cuatro años de comprobar la impunidad de los chorizos de alta alcurnia mientras el más mínimo desliz de la pobreza entra en la cárcel el mismo día del desliz. Cuatro años de criminalizar la inmigración como si fuera un acto delictivo buscarse una vida mejor en otro sitio. Cuatro años de promover la desigualdad social hasta límites que abochornan el más mínimo sentido de la justicia social. Cuatro años de cinismo sustituyendo a la verdad. Cuatro años de monarquía cazadora sustituida a toda mecha para que todo siga igual y se noten menos los descosidos morales de una institución que no nos hace puñetera falta. Cuatro años de financiación territorial más vieja que la tos. Cuatro años de España Una, Grande y Libre como si esa España fuera un intangible que ni se ve ni se toca, como dicen los padres a los críos en la canción de Joan Manuel Serrat. Cuatro años de monserga constitucional precisamente a cargo de quienes cuando se aprobó la Constitución les parecía un oprobio. Cuatro años de desprecio a la democracia hasta dejarla más chuchurría que un higo chumbo caído en pleno agosto al pie de los caminos. Cuatro años de destrozar los recursos medioambientales porque para ese gobierno los mejores bosques son los de rascacielos en la playa y los chalets de lujo en las montañas. Cuatro años de ahorrar dinero de la protección medioambiental para gastárselo en fanfarrias con las que se divierten los del gobierno y sus amiguitos del alma. Cuatro años de convertir la política en un campo de batalla donde todos los que no se pliegan a las decisiones del gobierno son declarados enemigos de la patria. Cuatro años de patriotismo inaguantable. Cuatro años de ver cómo los grandes patriotas se llevan el dinero a paraísos fiscales o evaden a la Hacienda Pública una cantidad de pasta que sería suficiente para acabar con la crisis. Cuatro años de acabar con los derechos laborales conseguidos a lo largo de años y años de luchas obreras, unos derechos que ni nosotros ni quienes vengan luego podremos recuperar hasta que pase un siglo por lo menos. Cuatro años de mierda y ahora tenemos a las izquierdas pensando si toca o no formar un gobierno que sea simple y llanamente democrático. Sólo eso y luego lo que toque. El 20D hubo mayoría de izquierdas en este país. El 20D se votó cambio, ya no digo ruptura, pero sí cambio. ¿Cuatro años de un sufrimiento incalculable para la gente de la calle no se merecen un gobierno plural que no mienta, que sea decente, que nos saque la amargura de unos ojos en los que ya no caben más tristeza y más desasosiego? ¿Cuatro años así van a seguir siendo permitidos por los partidos votados para el cambio el domingo 20 de diciembre? A saber.