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El poder va por un lado y la realidad, por otro

Olga Rodríguez

“Buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio” (Italo Calvino, Las ciudades invisibles)

Esta semana el buzón de la Defensora de la comunidad de eldiario.es ha recibido varios mensajes que reflexionan sobre la crudeza de la actualidad y los modos más adecuados para narrarla desde el periodismo.

“Soy trabajadora social -cuenta Ana Velarde- Recomiendo a todos los periodistas y opinadores que se den unos paseos por los barrios pobres de las ciudades, que vayan a poblados chabolistas, o simplemente a los tribunales para encontrarse con la gente que padece las consecuencias de la exclusión social, cada vez mayor debido a esta crisis que es una estafa. La desprotección de tanta buena gente es escalofriante. Les causaría pavor. Estamos viviendo momentos más importantes de lo que pensamos. Las tragedias de los de abajo se merecen toda la atención mediática”.

“Soy trabajador sanitario y agradezco la visibilidad que estáis dando en eldiario.es a la marea blanca, a las movilizaciones contra los recortes y en defensa de la sanidad pública”, escribe Antonio Palacio. Y prosigue:

“Me preocupa sin embargo, y esto es una reflexión un poco genérica, que todo termine sonando hueco, que nos acostumbremos a las protestas, a las manifestaciones, y estas pierdan su eficacia; que nos acostumbremos a la crisis, a las desgracias, y terminemos asumiéndolas como inevitables. Creo que es necesaria una reflexión en el ámbito periodístico para explorar nuevas formas de narración. No soy un experto en comunicación, pero en mi profesión me doy cuenta de que es importante cómo contamos las cosas a nuestros pacientes, y pienso que en el periodismo a veces el cómo se cuente la realidad es igual o incluso más importante que el contenido mismo. Un contenido aséptico nos entra por un oído y nos sale por otro”.

600 periodistas retransmitiendo un desahucio...

Más de 600 periodistas se acreditaron en 2011 para cubrir el debate entre Rubalcaba y Rajoy previo a las elecciones que dieron el triunfo al segundo. Si más de seiscientos periodistas se plantaran en un poblado chabolista, en una oficina del Inem, a las puertas de un Centro de Internamiento para Extranjeros, en una escuela afectada por los recortes, en la vivienda de una familia a punto de ser desahuciada, en un pueblo palestino rodeado y encerrado por el muro israelí, si más de seiscientos periodistas informaran a la vez de las cuentas y riquezas de determinados personajes del poder -amantes de los paraísos fiscales- la agenda política dominante, el debate público y la reacción social mayoritaria serían otros.

Pero el poder va por un lado y la realidad, por otro. O, como decía el personaje de un excluido social en una magnífica serie estadounidense, “el mundo va por un lado, la gente por otro”.

La agenda setting se pone la venda y considera que hay hechos con fecha de caducidad en el debate público: Al igual que llegan, se van. Empleando la terrible jerga de determinados ámbitos periodísticos, “se pasan de moda”, “aburren”, “ya no venden”. Y así, algo fundamental deja de ser actualidad. Lo que pasa todos los días no se considera información merecedora de ser publicada: que más de 1.000 millones de personas pasen hambre en el mundo no es noticia, porque ocurre siempre.

“Me hice periodista para no depender de los periódicos para informarme”, dijo en una ocasión Christopher Hitchens. A través de su trabajo diario, algunos periodistas pueden examinar por dentro las piezas del mecanismo del poder hasta componer una visión global de las conexiones, tramas y subtramas con las que se consolida y crece, como si fuera un gigante con estómago sin fondo, la cúpula del sistema actual.

Desde el oficio del periodismo se tiene acceso a ciertos pliegues de la realidad que no suelen ser publicados, por falta de espacio, de tiempo o de interés de algunos editores, por la censura que marcan las líneas editoriales de cada medio o por la esclavitud que generan los índices de audiencia, que empujan al periodismo a alcanzar a veces insospechadas cotas de estupidez.

La apuesta por formatos informativos breves dificulta la narración de las verdades complejas -que son tantas- y obliga a la búsqueda de simplificaciones resumidas en una imagen, en un solo concepto, en la falta de contexto y de relación entre los hechos que se narran. Y aquí entramos en la importancia del cómo.

Detrás de un desahucio...

Cómo se cuenta un hecho y se relaciona con otros puede ser más importante que el hecho en sí. Desde luego lo es para la comprensión. Las noticias necesitan de una perspectiva, de un contexto, del relato, de la voluntad de unir las piezas del puzzle por parte de la persona que informa.

Un desahucio, por ejemplo, no es un hecho aislado. Detrás de él, hay una línea que lo conecta con el enriquecimiento de las grandes corporaciones financieras, con la subida o bajada de la prima de riesgo, con la deuda que se paga a los acreedores de los bancos españoles, con los ministros de Economía de la Unión Europea procedentes del mundo de la banca.

Y viceversa: Detrás de una fría noticia en las páginas de Economía, hay una persona o una familia entera que se acaba de quedar en la calle.

Estamos en un momento en el que el periodismo tiene que esforzarse por no limitar la narración a las estadísticas, a los nombres sin rostro, a los números (un ejemplo es lo publicado ayer en eldiario.es: “La crisis pudo con Victoria”).

Detrás de un desahucio hay toda una historia que contiene, a pequeña escala, la esencia del funcionamiento de un modelo que castiga a los indefensos y premia a los que más tienen. Hay que contarlo, con pelos y señales, con seguimientos continuos, con la necesidad de la denuncia, con el deseo del cambio.

Hacerlo durar, y darle espacio

La soledad, la falta de humanidad, la desigualdad creciente o la vida cuesta arriba, están escritas en los nombres de millones de personas que conforman una mayoría en la población de este planeta. La vida de cada una de ellas es noticia.

La indignación, la lucha contra las injusticias, la protesta, la búsqueda de la igualdad, también se encuentran en los nombres de millones de hombres y mujeres que trabajan por conseguir un cambio, más libertad, más democracia. El relato de sus esfuerzos también es información. Hay que buscar sus historias y darles espacio.

Dicho en palabras de Italo Calvino, “el infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio”.

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