El avance de la España segregada: así se empuja a los inmigrantes a los barrios más pobres

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Sebastián llegó a España en 2015 desde Colombia, con 11 años. “Primero llegó mi padre, que lleva casi 20 años, yo llegué con mi hermano y desde entonces hemos estado viviendo en Villaverde”. Tras cinco meses “de locura” en busca de piso, se acaban de mudar al barrio madrileño de Carabanchel Alto. “Nos encontramos que, o bien los alquileres eran muy altos, o no éramos aptos por la documentación que pedían”. 

Los Ángeles, Puerto de los Rosales, San Cristóbal y el propio Villaverde fueron sus primeras opciones. “Madrid sur es una zona que nos gusta, nos sentimos cómodos, nos sentimos bien y, al final, uno se acostumbra también a estar donde ha vivido siempre”, narra el joven. 

Estos barrios están ubicados en el sur de Madrid, donde la población extranjera supera el 30% y son de los más pobres de la capital. Lo mismo ha ocurrido con Isabella, originaria de Colombia y recién llegada al distrito de Puente Vallecas (Madrid), y con la hondureña Norma Elvir, quien se instaló desde Honduras en el barrio de la Florida (l’Hospitalet) en busca de oportunidades. 

La elección de los tres no es excepcional: de los dos millones y medio de personas migrantes (no europeas) que llegaron a España entre 2016 y 2024, casi la mitad se ha tenido que instalar en los barrios con menos renta del país.

Pero no es solo un tema económico. Los datos también dibujan una brecha étnico-racial: mientras que los migrantes europeos viven en barrios tanto ricos como pobres, la población latinoamericana, africana y asiática se concentra en las zonas más empobrecidas.

Esta tendencia responde a múltiples factores, que se retroalimentan entre sí: la crisis de vivienda que ha disparado los precios; la discriminación racial, que cierra puertas por acento o apellido; un mercado laboral concentrado en las grandes ciudades; y un urbanismo heredado de la etapa del desarrollismo, que durante el franquismo construyó en masa viviendas más baratas en las periferias. Aquellos barrios donde se asentaron miles de emigrantes de las zonas rurales de España ahora alojan a buena parte de los inmigrantes no europeos llegados en las últimas décadas. 

Pero su concentración en las zonas urbanas más pobres también se debe a la vulnerabilidad que experimentan, al menos durante un tiempo, quienes empiezan de cero en España sin papeles o sin apenas recursos. A su vez, esa vulnerabilidad inicial complica su acceso a la vivienda y potencia su concentración en los pocos lugares donde encuentran requisitos menos exigentes. Y, en este punto, las redes familiares y los contactos de sus países de origen conforman un factor clave: van allí donde vive o ha vivido algún conocido, lo que acaba concentrando a los nuevos inmigrantes en distritos donde se habían instalado antes otros compatriotas. Como estrategia de supervivencia ante los inasumibles requisitos del mercado inmobiliario, los recién llegados con frecuencia se ven forzados a compartir durante un tiempo un solo piso entre varias familias, lo que también acaba incrementando los niveles de segregación.

Esta investigación de elDiario.es revela un incremento pronunciado de la segregación étnico-racial en las ciudades españolas tras el último boom migratorio, el segundo registrado en democracia tras el pico de llegadas surgido a inicios de los 2000. Entre 2016 y 2024, la población nacida fuera del continente europeo en España pasó de 3,9 a 6,4 millones de personas, la mayor cifra desde que hay registros.

Un incremento que ha traído una España más diversa que nunca en democracia, pero también más segregada a nivel económico, residencial y étnico-racial, según muestra el análisis de los datos de población por lugar de nacimiento y renta media por hogar de 36.000 secciones censales. Cuanto más pobre es el barrio, mayor es la concentración de población migrante.

Las llegadas de Sebastián, Isabella y Norma forman parte de este auge. Sus historias representan los casos más habituales: ciudadanos procedentes de Latinoamérica que migraron en la última década a Madrid y Barcelona, destinos principales del reciente pico migratorio.

Madrid y Barcelona, destinos de un boom muy urbano

Carabanchel, en el sur de la capital, es el distrito donde el número de vecinos extranjeros ha aumentado más en la última década. “Hay bastante población latina de todos lados”, detalla Carlos, propietario del restaurante de comida ecuatoriana “Saraguro”, testigo durante los últimos siete años de los cambios en el barrio. “Antes no; antes eran más ecuatorianos. Ahora se nota que hay muchos colombianos, muchos hondureños y muchos venezolanos”, añade el hostelero. Carlos no tiene los datos pero, sin saberlo, sus palabras resumen algunas de las nacionalidades que han marcado el último pico migratorio, protagonizado principalmente por ciudadanos procedentes de Venezuela, Colombia y Marruecos. Los tres orígenes suman la mitad de las nuevas llegadas en la última década.

Este cambio demográfico moldea a su vez la fisonomía de los comercios del barrio. Al paisaje de ladrillos y toldos verdes ahora se le añaden negocios con rótulos de “Sabores de América”, personas que venden empanadas en la boca de metro, areperías, locales para celebraciones de quinceañeras, iglesias evangélicas (87 en total) y negocios donde puedes encontrar yuca, frijoles, panela o pasta de ají.

Isabel, que regenta Mercerías Noly y desde hace 58 años vive en Carabanchel, también ha notado la llegada de la comunidad latina al barrio. “La zona del sur es más barata porque en la zona del norte no hay quién coja piso. La gente aquí tiene muchas más posibilidades”, dice. El boom migratorio en la capital lo lidera Carabanchel, seguido de otros barrios como Puente de Vallecas, Latina, Villaverde, Ciudad Lineal o Usera. Todos, en el sur y en la periferia. 

Si comparamos los barrios con las rentas más bajas (donde el amarillo es predominante) y los barrios más ricos de la capital (donde el azul es mayoritario), el resultado dibuja un mapa que muestra cómo se produce la segregación, manzana a manzana.

Las diferencias levantan fronteras invisibles entre barrios vecinos dentro de una misma provincia, como refleja el mapa anterior. También en el sur de Madrid, la Avenida de la Paz dibuja esa suerte de perímetro fronterizo y marca un cambio urbanístico y poblacional evidente entre Pacífico (Retiro) y Puente de Vallecas. Atravesar esta vía supone dejar atrás una zona residencial formada por urbanizaciones de reciente construcción, muchas cerradas en sí mismas, donde sus ventanas avisan de las alarmas contratadas y, con frecuencia, también de su ideología, a través de las banderas que adornan sus fachadas. Aquí, la población apenas tiene rasgos distintos. 

Por el camino, se levantan edificios más antiguos, cuyos bajos están dominados por comercios que informan sobre el origen de buena parte de la población que allí reside: restaurantes peruanos, ecuatorianos y hondureños; locutorios enfocados en el envío de remesas o peluquerías especializadas en pelo afro. Las pizarras de las cafeterías no anuncian habituales desayunos de tostadas con tomate o cruasanes, sino bocadillos de chicharrón o huevos con frijoles.

Solo Madrid y Barcelona aglutinan el 40% de este último incremento migratorio. Las grandes ciudades protagonizan la llegada de población migrante en la última década. “Este segundo boom migratorio es mucho más urbano”, confirma Jordi Bayona, doctor en Demografía de la Universitat Autònoma de Barcelona. “La presencia latinoamericana es mucho más importante que durante el boom de la última época de la burbuja inmobiliaria y con una población mucho más formada”, puntualiza.

Alimentados por la alta demanda de empleo, las áreas metropolitanas absorben la mayoría de nuevas llegadas. “Estamos en un mercado laboral que está creando una amplia gama de puestos de trabajo de baja cualificación dentro de las ciudades”, afirma Bayona. Los trabajadores extranjeros son mayoría en el sector servicios, incluyendo la hostelería -camareros o cocineros-; limpieza -con empleadas domésticas y cuidadoras-; y transporte y atención al público- como conductores de Uber o taxis, repartidores de comida a domicilio o teleoperadores, según datos del SEPE.

Barrios densos, viviendas pequeñas

Pero el fenómeno de la segregación se repite más allá de Madrid y Barcelona. Los datos de las zonas metropolitanas más pobladas, como Málaga, Bilbao, Zaragoza o Asturias muestran cómo allí también la mayor parte de la población extranjera se ha ido asentando en los barrios de menos renta.

Estos barrios más pobres habitualmente localizados en las periferias de las ciudades comparten un elemento en común: el urbanismo. Los datos lo demuestran: la mitad de la población migrante vive en zonas construidas durante el desarrollismo franquista (décadas de 1960 y 1970), cuando se levantaron más viviendas que nunca. Bloques muy altos, de hasta 10 plantas, y con poca distancia entre los edificios, lo que ha dado lugar a zonas muy densamente pobladas.

Que la población extranjera resida en los barrios más antiguos también guarda relación con el envejecimiento de quienes adquirieron estos pisos en los años 60. “Esto produce que haya una renovación de la población”, destaca Bayona, quien señala que los vínculos familiares previos también “tienen un peso cada vez más importante” para los recién llegados.

La segregación residencial en España está muy ligada al precio de la vivienda, que se ha disparado a los niveles más altos tanto de compra como alquiler en la última década. “Las personas que vienen con una situación económica más saneada pueden elegir [dónde vivir]”, explica Antumi Toasijé, historiador y expresidente del Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial o Étnica (CEDRE). “Es cierto que la gente quiere vivir en los barrios donde haya paisanos y paisanas, donde haya comercio local y se sientan más protegidos frente a las agresiones del sistema. Lo que no es deseable es que a la gente se la obligue a vivir donde no quiere”, reclama.

La situación administrativa o la inestabilidad laboral de parte de la población extranjera, especialmente durante sus primeros años en España, incrementa las dificultades para acceder a una vivienda. Los precios desorbitados y los duros requisitos del mercado inmobiliario, ya difíciles de cumplir para cualquier ciudadano, se tornan inasumibles para los extranjeros recién llegados que comienzan su vida laboral en España. Mucho más si se encuentran en situación administrativa irregular, un trance por el que pasan durante al menos dos años quienes migran al país con un visado de turista, una de las vías más habituales utilizadas por quienes proceden de Latinoamérica -excepto en el caso de los venezolanos, que en su mayoría reciben un permiso humanitario-. Sin papeles, sin nóminas estables o con un salario inferior a 1.500 euros, muchas familias se ven forzadas a compartir piso con otras familias de migrantes.

Suyapa, mujer hondureña y creadora de contenido, se ha hecho viral en redes sociales por enseñar cómo organiza su vida cotidiana haciendo malabares compartiendo una habitación con su marido y su hijo en Barcelona. “No solamente somos nosotros. Hay muchísimas personas esforzándose día a día. La vivienda es un derecho y ojalá que en algún momento todas las familias tuviéramos algún día un espacio digno donde vivir”, explica ella misma en sus redes sociales.

La escena que muestra a través de Instagram, y que tanto impacto ha causado, es el día a día de muchos migrantes durante sus primeros años en España. Isabella migró desde Colombia hace poco más de un año. Sin papeles, ha trabajado en el cuidado de niños en la exclusiva zona madrileña de Galapagar y, actualmente, es camarera en una cafetería de Vallecas. Allí vivía una amiga suya, también colombiana, y se mudó a su casa. “Ella me ofreció irme con ellos, alquilando una habitación. Si no es a través de conocidos, es muy difícil conseguir un lugar donde vivir sin papeles”, explica la veinteañera, que paga 400 euros por una habitación propia en un piso compartido con dos familias. “Vivo con la familia de mi amiga y la de su tía, pero como son de confianza, no es muy incómodo. Estoy bien allí de momento, aunque me sigue pareciendo bastante caro”, añade la joven, mientras hace un recado durante el descanso de su trabajo. 

Las redes familiares también explican que Carolina V. viva donde vive. La salvadoreña se instaló en Madrid gracias a que cinco años antes su hermano y su madre llegaron a la capital desde El Salvador. “Vine a Puerta del Ángel porque aquí vivían mi mamá y mi hermano en el mismo piso”, indica la mujer, que ronda la treintena. Aún no se ha podido independizar porque, tras la denegación de asilo, no puede trabajar de forma estable y regular: “No tengo cómo sostenerme”. 

Sus casos son más comunes de lo que parece: el 36% de la población no europea en España vive en hogares de cinco o más miembros frente al 14% de los nativos, según los microdatos de la Encuesta de Condiciones de Vida de 2024. Un ejemplo claro se encuentra en el corazón de La Florida en L’Hospitalet, uno de los barrios más densos de Europa, construido principalmente en los años 60 y donde la población extranjera ahora es mayoritaria, con un 51% del censo. 

En la Marmita, un comedor autogestionado por los vecinos del barrio, Fatima Zohra cocina las raciones que servirá a 2,5 euros mientras aparecen por el local algunos residentes de la zona, quienes son parte de las distintas generaciones de migrantes que protagonizaron los picos migratorios de las últimas décadas. Además de Fatima, que llegó en 2005 de Marruecos, están Roberto Mejía, que lo hizo el mismo año desde República Dominicana; la hondureña Norma Elvir, con solo un año y medio en España, y Emilià Almodóvar, párroco del barrio, que se trasladó desde Ciudad Real a Catalunya en 1962. 

Durante la charla en el local, los vecinos relatan que sus preocupaciones cotidianas pasan por la falta de empleo juvenil y las deficiencias de unas viviendas pequeñas –hay más de 800 de entre 30 y 40m2–, degradadas y, aun así, con precios elevados.

“Aquí si ganas 1.200 euros tampoco puedes alquilar un piso; el otro día estaba con una pareja que paga 700 euros por una habitación”, comenta Mejía.

Convivir con varias personas desconocidas o más de tres personas en una misma habitación es considerado por muchos de los recién llegados como un sacrificio temporal, necesario para ahorrar, enviar remesas a su país y regresar pasado un tiempo determinado, explica Toasijé. “Muchos a partir de los tres o cuatro años se dan cuenta de que no van a volver a su país y quieren salir de esa situación”, sostiene. 

Electricista de profesión, Mejía señala la falta de permisos de residencia y trabajo de parte de los vecinos como uno de los grandes lastres del barrio. “Muchos jóvenes carecen de oportunidades por culpa de los papeles, y los ves con la necesidad de dedicarse a la calle”, comenta con resignación. 

Aun así, para Emilià el pasado no fue mejor en este barrio. “Los viejos tiempos eran peores. En los 80 los jóvenes aquí estaban atrapados en la droga, y esto no se ve ahora. Realmente el barrio estaba infestado y la situación era muy complicada”, dice. “¿Estos núcleos por qué se crean? Porque las viviendas son de peor calidad, y porque la gente va allí donde tiene un hermano o un primo que lo acoge en su casa”, resume el párroco de La Florida. 

Otras zonas de L'Hospitalet como Les Planes, municipios como Santa Coloma de Gramenet o distritos como Nou Barris comparten similitudes con La Florida: barrios construidos durante el desarrollismo franquista, de rentas bajas y con altos porcentajes de población migrante no europea.

La otra cara de este fenómeno se ve en los barrios ricos: apenas hay población migrante en las zonas de nueva construcción. Cuanto más nuevo es el barrio, más población nativa hay. Esto ocurre, por ejemplo, en los llamados PAU (ensanches de baja densidad de población, cuyas urbanizaciones conforman manzanas cerradas con piscina o una zona verde en el centro), construidos a partir de los años 90, durante la burbuja inmobiliaria. La menor presencia de los vecinos extranjeros no europeos también se produce en zonas donde predominan los adosados y chalets, como en Sant Cugat del Vallès (Barcelona) o Pozuelo (Madrid). 

El factor étnico-racial

Para expertos como Toasijé, el factor más determinante de la segregación es la discriminación racial o étnica. “Hay una línea racial en la pobreza, la exclusión social, laboral y de vivienda. Por ejemplo, los propietarios no alquilan a personas de determinados lugares”, explica.

Un reciente informe de la Asociación Provivienda, financiado por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, sobre “Racismo y segregación en el alquiler” documentó que las agencias inmobiliarias y los arrendadores discriminan a las personas extranjeras no europeas, dificultando el acceso a la vivienda. “A igualdad de condiciones entre perfiles, a la población migrante extracomunitaria se les niega en mayor medida la disponibilidad de pisos”, recoge el estudio.

Factores como el acento, los rasgos o el hecho de tener hijos se utilizan en contra para anunciar el piso más caro, aumentar las condiciones de la fianza, exigir excesiva información económica o personal u ofrecer la vivienda en malas condiciones y en zonas periféricas.

Los datos analizados demuestran que esta segregación no se debe únicamente al origen extranjero, sino que existe un componente étnico-racial. En el siguiente gráfico puedes comprobar cómo la población europea reside tanto en barrios de rentas altas como bajas, siendo la segregación residencial para ellos casi inexistente. Algo que no pasa con la población procedente de Latinoamérica, África o Asia.

Los siguientes gráficos muestran la diferente distribución residencial entre quienes vienen de países europeos y quienes proceden de Latinoamérica, Asia o África, lo que evidencia el peso del factor étnico-racial en la segregación. Mientras que los inmigrantes franceses, por ejemplo, residen mayoritariamente en barrios de renta alta y media; los ciudadanos ecuatorianos, marroquíes y dominicanos habitan zonas empobrecidas en su gran mayoría. Por su parte, los argentinos, que suelen ser percibidos como blancos, residen con más frecuencia en barrios ricos. 

En general, los inmigrantes originarios de países cuya población suele ser mayoritariamente racializada tienen una mayor presencia en barrios de renta baja. Hay excepciones, como el caso de la comunidad rumana, que pese a ser europea reside mayoritariamente en zonas pobres, un fenómeno que se repite entre los nacionales de Europa del Este. Por su parte, aunque la curva de Reino Unido parece no representar dicha tendencia, su caso es anecdótico: la falta de datos fiscales de muchos residentes de la UE o británicos empadronados en núcleos turísticos de la costa española deja sus ingresos fuera de las estadísticas oficiales y distorsiona el nivel económico de estas zonas, que aparecen reflejadas como zonas “pobres” cuando en la práctica no lo son. 

El caso de Argentina también refuerza el peso del sesgo étnico-racial. Pese a ser un país latinoamericano, su población suele ser percibida como blanca o europea y suele tener una mayor capacidad económica, lo que acaba facilitando su instalación en barrios más ricos. Frente al resto de nacionalidades latinoamericanas presentes en España, su curva evidencia una mayor proporción de argentinos en las zonas de mayor renta y menor porcentaje en las áreas pobres. 

En el caso de Venezuela y Colombia la tendencia es al contraria, pero sí existe más población residente en barrios de renta media y alta que en comparación con quienes proceden de, por ejemplo, Ecuador, República Dominicana o Marruecos. 

 “Hay un claro motivo racial, más destacable que el hecho de ser migrante o no”, destaca Toasijé. “Las élites blancas de Latinoamérica, por ejemplo, tienen una buena línea de entrada” al acceso a la vivienda, incide el historiador para argumentar el impacto del racismo estructural en la segregación. Sobre la política de visados, añade, también pesa un componente étnico-racial indirecto, pues los países con mayores trabas para viajar o emigrar legalmente son mayoritariamente africanos y asiáticos. 

A pesar de este aumento de la segregación por etnia, renta y origen en España, los niveles “no son tan elevados como otros países europeos”, explica Bayona, investigador del Centre d’Estudis Demogràfics. Por ejemplo, en países como Francia o Estados Unidos existen barrios totalmente segregados en los que hasta el 90% de la población puede ser negra o formada enteramente por grupos étnicos minoritarios, algo que no ocurre en España.

“Aunque haya aumentado, España no destaca por la segregación de sus barrios en comparación con otros países europeos, sino que la mayor parte de la segregación étnica va también ligada a la renta”, sostiene Héctor Cebolla, sociólogo del Consejo Superior de Investigaciones Sociológicas (CESIC). España, de hecho, suele citarse como ejemplo ante la ausencia de grandes choques sociales ligados a la inmigración. “En España ha habido muy poca conflictividad asociada a la distribución de la población. No se ha dado una segregación étnica como la de los banlieues franceses. Eso en España no ha existido”, apunta el experto, quien matiza que esta situación podría cambiar debido a la mayor presencia del debate sobre inmigración en la agenda política, con la influencia del discurso xenófobo impulsado por la extrema derecha. 

La concentración de la población extranjera no genera per se un efecto en la convivencia social, pero el hecho de no tener apenas otra opción que vivir en los barrios más pobres de las ciudades sí puede acabar impactando en la vida de los propios inmigrantes, lo que aumenta el riesgo de incrementar la brecha entre la población extranjera y española. “La segregación será problemática si el hecho de vivir en un lugar u otro acaba determinando el acceso a los servicios básicos: como el desarrollo educativo, el acceso al sistema de salud, servicios municipales, etc. Es un problema si supone que esas personas tienen menos posibilidades, si no se garantiza que todo el mundo puede tener las mismas expectativas vivan en una zona o en otra”, explica Bayona. Según varios estudios, el nivel de renta del barrio suele marcar la calidad de diversas políticas públicas básicas, como la educación, la sanidad o incluso los servicios de limpieza. 

A medida que el efecto empuje hacia la periferia de las ciudades se incrementa entre toda la población -no solo la extranjera- debido a la crisis de vivienda, los precios también suben en barrios con precios de compra o alquiler habitualmente considerados más económicos. Ingrid, Mayra y Cristina empujan cada una el carrito de sus hijas mientras pasean por el bulevar de Puente de Vallecas. Son hermanas y vivieron en el distrito madrileño desde que abandonaron República Dominicana hace más de una década. El boca a boca y las redes familiares las llevaron a asentarse en Vallecas. “Cuando vinimos, nuestro padre ya estaba aquí. Tenía gente conocida y encontró una habitación para los cuatro (él y las tres hermanas)”, explica Ingrid. Durante los primeros años en España, la familia residía en una misma habitación de un piso que, a su vez, habitaban otras personas.

Pasados los años, cuando la situación económica se estabilizó y cada una de ellas formaron su propia familia, pasaron a alquilar sus propios pisos, siempre en Vallecas. “Me siento como en casa, es nuestro barrio de siempre y conocemos a la gente”, comenta Ingrid, quién teme tener que irse a otra zona si los alquileres continúan al alza.

Su hermana, Mayra, ha dejado el barrio hace siete meses ante el auge de los precios y se ha mudado con su familia a un pueblo de Toledo. Allí han podido comprar una vivienda y, cada día, su marido debe desplazarse a la capital para trabajar. Las zonas metropolitanas de provincias manchegas próximas a Madrid, como Toledo y Guadalajara, han experimentado un pronunciado incremento de la población extranjera desde 2016. “Los precios cada vez son más altos en todo Madrid, también en estos barrios que antes eran más económicos”, lamenta Ingrid. “Cada vez es más complicado hasta quedarse en Vallecas”. 

¿Cómo ha caído o aumentado la segregación racial en tu ciudad? En el siguiente buscador puedes ver cómo ha evolucionado la población extranjera no europea en cada una de las principales áreas metropolitanas de España. 

Metodología

Para esta investigación se han recopilado los datos de población y renta media por hogar de 36.000 secciones censales en 2016 y 2024. Para las cifras de residentes se han usado los datos por distritos censales, la unidad administrativa más pequeña, de la Estadística del Padrón Continuo a 1 de enero de 2016 y del Censo Anual de Población a 1 de enero de 2024, último año con datos disponibles. Hay que tener en cuenta que, en las cifras de población del padrón municipal de 2016, el número de residentes extranjeros suele estar inflado, ya que en ese momento no se empleaba el método de signos de vida para confirmar que una persona continuaba residiendo en España.

Se ha usado para definir a la población extranjera según el lugar de nacimiento en vez de la nacionalidad y se ha agrupado la población residente por continentes, ya que el Instituto Nacional de Estadística (INE) no publica todos los países de origen en cada sección censal “para salvaguardar el secreto estadístico”.

Estos datos fueron cruzados con el Atlas de Distribución de Renta de los Hogares, que detalla las rentas de los hogares a través de las declaraciones de IRPF de 2015 a 2023 de los residentes de más de 36.000 secciones censales. Estas cifras solo incluyen los ingresos de la declaración de la renta y no considera los ingresos pagados en negro o economía sumergida, las trampas fiscales a través de sociedades interpuestas o los ingresos no declarados a través de IRPF.

Se ha utilizado la renta media neta por hogar al ser el indicador con mayor disponibilidad territorial tanto para 2015 como en 2023, último año con datos disponibles. Para los análisis de evolución de población migrante según el decil de renta del barrio no se han tenido en cuenta los datos de la provincia de Álava, que no empezó a remitir sus datos de renta al INE hasta 2020.

Para el mapa, este medio ha agrupado la población de cada sección censal en grupos de 10 (redondeando a la cifra más cercana) por continente de origen y ha distribuido los puntos aleatoriamente entre los edificios que tenían viviendas registradas en el Catastro. Es decir, los puntos solo se ubican en zonas residenciales (o con viviendas) al azar. Hay que tener en cuenta que la ubicación de los puntos no implica que esas personas vivan exactamente en ese edificio. Por ejemplo, es el caso de viviendas unifamiliares. 

Los deciles de renta que se muestran en el mapa y los gráficos a nivel nacional se han calculado a nivel provincial ponderando según el número de habitantes. Para cada área urbana, se han calculado los mismos deciles teniendo en cuenta solamente los municipios que forman parte de cada zona metropolitana, según la definición del Ministerio de Transportes.