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“Quiero volver a China para continuar luchando por la libertad de expresión, pero no me dejan”

Li Jianhong en un acto por la libertad de expresión organizado por Amnistía Internaiconal España/ Foto: Amnistía Internacional

Gabriela Sánchez

Li Jianhong, escritora crítica con el Gobierno chino, pronuncia el nombre de su amigo Liu Xiaobo con absoluta admiración. Su cara se ilumina al describir cómo ha influido en su vida el activista, Premio Nobel de la Paz 2010, encarcelado desde 2008 tras haber redactado la 'Carta 08' para defender la democracia en China. Tiempo antes de su entrada en prisión, le recomendó salir del país. “Me advirtió de que empezaba a correr peligro de verdad”. Con su ayuda, se fue como refugiada a Suecia, víctima de la represión contra la libertad de expresión, nunca más ha podido regresar pero continúa firme en su idea de contribuir al respeto de los derechos humanos en su país. Su historia también ejemplifica la férrea política de censura estatal.

Bajo el pseudónimo de Xiao Qiao, Li Jianhong comenzó a publicar artículos críticos con el Gobierno chino, marcados por la fuerte influencia de la campaña de Tiannament (1989) en su vida. “Desde entonces, mi pensamiento cambió”, recuerda. Con la expansión de Internet en China, se decidió a mostrar sus pensamientos al mundo. “En mi país la gente empezó a conocer Internet a principios del año 2000 aproximadamente. Durante los primeros años, el Gobierno todavía era consciente de su repercusión y no controlaba mucho lo publicado en la red. Existía mayor libertad”. Lo aprovechó.

La activista fundó 'Qimeng Luntan' (Foro de la Ilustración) y 'Ziyou Zhongguo Luntan' (Forum gratuito China) dos sitios webs independientes que pretendían convertirse en espacios de encuentro entre activistas que cuestionaban las vulneraciones de derechos humanos en China. A partir de 2003, el endurecimiento del control de la libertad de expresión on line derivó en el cierre de ambas páginas y el inicio de la represión sobre Li Jianhong. Actualmente, China cuenta con dos millones de “analistas de la opinión pública”, una especie de policías que revisan lo publicado en las redes sociales del país. “Si hay temas delicados que no le gustan al Gobierno, cierra las páginas y puede derivar en detenciones si alguien publica cosas 'peligrosas'”.

Detenciones, despidos en sus trabajos, imposibilidad de volver a acceder al mercado laboral o exilio obligatorio: son algunas de las consecuencias de la libertad de expresión en China, según denuncia la escritora víctima de la represión provocada por sus palabras

Detenciones

Sus opiniones eran “peligrosas” y sufrió sus consecuencias. Li pasó por numerosas detenciones breves e interrogatorios y periodos de arresto domiciliario. “A partir de 2004, la policía me investigaba. En ocasiones, varios agentes me retenían y me llevaban a sitios secretos donde me interrogaban e intentaban hacerme cambiar de opinión”, recuerda la activista en tono pausado.

“Decían que mi pensamiento es muy radical para el Gobierno. China ha avanzado mucho en 20 años, pero queda mucho por hacer. Me gustaría aportar en todo lo que pueda. Mi motivo es bueno”. Durante el primer arresto breve, la policía le dijo que en el futuro debería llamarles antes de publicar nada. “Obviamente nunca les avisé”. Continuó escribiendo en la red y la represión aumentó.

Despidos

Según denuncia, la presión del estado derivó en la pérdida de hasta tres empleos. Hace especial hincapié en uno de ellos. Septiembre de 2005, primer día de trabajo como profesora de instituto. Si sus palabras solían ser tachadas de arriesgadas, la unión de estas con la educación, controlada por el estado, dispararon una nueva intervención policial. Tan solo un día después recibió una llamada del director del centro. “Muchos policías acudieron al centro. Me informaron de que finalmente no podían contratarme. Fue una conversación muy desagradable. Me dijeron que no querían gente como yo en la ciudad”, lamenta.

La activista recuerda que la educación china “unifica los libros de la enseñanza” para mostrar la versión que el gobierno quiere enseñar a las futuras generaciones. “La asignatura de historia falsifica las informaciones. En principio, yo iba a enseñar Historia y Geografía”, añade. “Pensé que el Gobierno no quería que fuese profesora para no influir a otra generación. Pensé que, quizá, con otro empleo no habría problema, pero después de empezar a trabajar en una empresa privada, los policías volvieron a intervenir”.

Exilio a Suecia

Fue el Premio Nobel de la Paz 2010, Lui Xiaobo, quien advirtió a Li Jianhong de que su situación comenzaba a ser peligrosa. En 2008 recibió una invitación del Departamento de Cultura de Estocolmo para trabajar como escritora durante un año y medio. A pesar de las grandes trabas interpuestas por la policía para salir del país, finalmente logró hacerlo con una condición: podía ir a Suecia siempre y cuando no cometiese actos que “perjudicasen al país”.

“Me obligaron a firmar una declaración redactada por ellos mismos con una serie de compromisos. Tuve que copiarlo y añadir mi nombre. Al transcribirlo, intenté eliminar algunas de las promesas pero me pillaron”. En total había nueve compromisos que supuestamente no podía incumplir cuando estuviese en Suecia: no publicar artículos negativos sobre China, no ponerse en contacto con activistas que vivan en el extranjero o no contactar con practicantes de la religión, son algunos de los puntos que conformaban en documento.

“Si no me permiten volver a China, a lo mejor es porque los he incumplido. Es un castigo”, confiesa la activista quien, tras varios intentos de volver a su país, ha recibido un no por respuesta. Según denuncia Amnistía Internacional, los funcionarios chinos le negaron dos veces su entrada en China continental desde Hong Kong. Las autoridades de Hong Kong no le permitían permanecer allí, por lo que ella no tuvo más remedio que regresar a Suecia.

Aunque ahora lleva una vida de exilio y este año podrá conseguir la nacionalidad sueca, quiere volver a su país. “Me entristece cómo me trata mi país pero quiero luchar por ello. Mi madre estaba muy enferma, ha fallecido y no me han dejado despedirme. Mi padre y amigos todavía están en China. Todo sobre lo que escribo está en China. Aunque occidente es más avanzado echo de menos mi país”, explica. “Por un lado, quiero cuidar de mi padre porque tiene 76 años y no quiero que ocurra lo mismo que con mi madre; por otro, me gustaría avanzar en la erradicación de la vulneración de derechos que muchas personas siguen sufriendo en mi país. Pero no me dejan”.

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