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El escándalo de Archegos Capital revela las lecciones no aprendidas de la pasada crisis financiera tras más de una década

Vista de la entrada principal de la Bolsa de Nueva York.

Diego Larrouy

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“Trato de invertir según la palabra de dios y el poder del espíritu santo”. Estas palabras son de Bill Hwang, un multimillonario inversor estadounidense de origen coreano que en las últimas semanas ha perdido 20.000 millones de dólares por el desplome de su fondo, Archegos Capital. De profundas convicciones religiosas, Hwang es un nombre polémico en Wall Street más si cabe después de que las apuestas de su gestora, basadas en complejos derivados financieros, hayan concluido con un histórico derrumbe que ha arrastrado consigo a dos gigantes bancarios como son Credit Suisse y Nomura, que han cosechado pérdidas milmillonarias. El caso, aunque por ahora en mucha menor escala, ha recordado a muchos analistas y medios especializados a lo ocurrido en 2008, cuando la especulación con activos como las hipotecas de dudoso cobro provocó la mayor crisis financiera de la historia y ha alertado de que no todo lo ocurrido hace una década se ha aprendido.

Para comprender bien la importancia de este derrumbe hay que entender cómo funcionaba Archegos. Se trataba de un family office, un fondo que gestiona el patrimonio de una familia, y que se había ido haciendo cada vez más fuerte en los últimos años, llegando a gestionar un patrimonio que, según distintas informaciones, rozó los 50.000 millones de dólares, gracias especialmente al desempeño durante el último ejercicio. Según algunas estimaciones hechas por medios especializados, mientras en el último trimestre de 2020 la Bolsa subió un 12% en EEUU, las inversiones de Hwang ganaron más de un 30% y, en algunos casos, por encima del 70%.

El problema para el fondo ha llegado por el uso de un modelo de complejo derivado financiero conocido como Total Return Swap, que son los que han colapsado provocando el derrumbe del fondo. A grandes rasgos, Archegos llegaba a acuerdos con bancos acreedores, por los que estos tenían la propiedad de las acciones que seleccionaba el fondo de Hwang. Éste abonaba una tarifa a cambio de recibir los beneficios de dicho título (dividendos, por ejemplo) pese a que la propiedad seguía en manos de la entidad financiera. Si subía la acción, el banco abonaba al término de la duración de ese derivado el crecimiento. Si bajaba, Archegos tenía que pagar al banco el valor perdido.

Este ha sido el problema para Archegos. Sus apuestas bursátiles, en las que tenía muchos miles de millones invertidos, principalmente ViacomCBS, comenzaron a caer fuertemente. Ante la imposibilidad de pagar esa pérdida de valor a todos los bancos con los que operaba, algunas entidades tuvieron que vender las acciones para intentar limitar las pérdidas. Los más lentos fueron Credit Suisse y Nomura. El grupo suizo ha reconocido esta semana que esta situación le provocará unas pérdidas de casi 4.000 millones de euros y ha despedido a su responsable de banca de inversión y a la encargada de vigilar los riesgos del grupo.

Menos obligaciones para informar a las autoridades

Con estas intrincadas operaciones, Hwang y su fondo se beneficiaban de los réditos de millones de acciones que cotizaban en Bolsa sin haber tenido que comprarlas en el mercado. Se trata de acuerdos que se celebran fuera de mercado, entre las dos partes, y, de este modo, Archegos no tenía que exponer públicamente todas sus inversiones, escapando al control de los supervisores. Al tratarse de un fondo familiar y no de una sociedad que gestiona el dinero de terceros, las obligaciones de información para Archegos no son las mismas que en otros casos y, a día de hoy, no existe un cálculo definitivo de cuánto dinero tenía Hwang en este tipo de operaciones. Al no tener el mismo control que otros fondos, Hwang podía elevar mucho más su apuesta por una empresa. Ganó mucho dinero mientras subieron, pero cuando cayeron, su situación se hizo insostenible.

Con estos mimbres, el caso de Archegos demuestra para muchos que todavía hay lecciones de la pasada crisis financiera que no se han aprendido en lo referido a los derivados financieros y a la falta de transparencia. “Hay lecciones preocupantes de 2008 -controles de riesgo débiles y posiciones altamente apalancadas- que los bancos simplemente no han tenido en cuenta. Si Archegos es un incidente aislado, esto puede no importar, pero la preocupación es si surgen patrones más amplios”, señalaba el diario Financial Times en un editorial la pasada semana. “La fatiga de la reforma financiera (tras la crisis de 2008) ha comenzado y los bancos están olvidando las lecciones fundamentales de la crisis”, añadía.

“¿Y si Archegos hubiera sido más grande o hubiera sido uno de los muchos fondos que realizaban el mismo oficio? ¿Podrían los bancos y el sistema en general haber resistido las pérdidas? ¿Los reguladores habrían notado los riesgos que se acumulan antes de que las cosas se salieran de control?”, se preguntaba Bloomberg, otro medio de referencia en el mercado financiero. “Los reguladores podrían evitar desastres más fácilmente si supieran lo que está sucediendo en los mercados. Tal como están las cosas, no es así”, añadía. “La implosión de Archegos no fue un problema sistémico. Pero si los reguladores no actúan juntos, el próximo colapso de este tipo podría serlo”, zanjaba. Editoriales y análisis como estos se han multiplicado estos días en la prensa financiera anglosajona.

Además de la falta de transparencia de estos fondos y de la ausencia de herramientas por parte de los reguladores, los análisis del caso Archegos han recordado igualmente otro de los riesgos que se vieron en la anterior crisis financiera y que se han repetido ahora: el contagio. Hace una década un término ganó mucha vigencia, la banca en la sombra. Hacía referencia a todos aquellos fondos, aseguradoras y gestoras que participan en el sector financiero y que no están controlados por las mismas normas que la banca y hacia los que se transfieren cada vez más riesgos. Archegos es uno de ellos. “Los bancos y sus contrapartes en la sombra están interrelacionados y los problemas en uno pueden extenderse al otro y a la economía real”, advertía el Financial Times.

Un informe a comienzos de año del Financial Stability Board (FSB), compuesto por bancos centrales de las principales economías del mundo, advertía de que la banca en la sombra ya ha alcanzado la mitad de los activos que se encuentran en el ámbito del sector financiero en el mundo. Este apartado de la industria ha crecido aceleradamente desde la pasada crisis, pese a que entonces ya se le señaló como el origen del desplome. En el citado informe, el FSB advertía de los riesgos de que un problema en la banca en la sombra se contagiase a la banca tradicional y, con ello, a la economía real. La misma advertencia que hacen ahora los medios especializados respecto al caso de Archegos.

Un inversor condenado en el pasado

Otro punto que llama la atención de este caso es el propio perfil del responsable de Archegos, Bill Hwang. El desplome de su fondo familiar no es el primer escándalo que protagoniza este inversor multimillonario en EEUU, conocido por su fuerte apetito a las operaciones de riesgo. En 2012 fue condenado por las autoridades norteamericanas por el uso de información privilegiada en su anterior fondo, Tiger Asia, en la comercialización de acciones de bancos chinos. La sanción para él y el fondo al que representaba fue de más de 44 millones de dólares.

Pese a que esto le podría haber cerrado las puertas en Wall Street, apenas un año después nacía Archegos y ha ido cosechando acuerdos de derivados financieros con algunas de las entidades más importantes del mundo como Goldman Sachs, que aunque en un principio le puso en su lista negra acabó accediendo a colaborar con él, Deutsche Bank, Morgan Stanley o Wells Fargo.

Por tanto, la mirada se dirige también a la gestión de riesgos de la gran banca, necesitada de inversiones que le den altos rendimientos en un contexto de bajos tipos de interés. Y, en concreto, la entidad que se ha situado en el ojo del huracán ha sido la suiza Credit Suisse. La entidad ha tenido que cerrar el primer trimestre del año en pérdidas por la operación que le ha provocado un agujero similar a los beneficios que obtuvo en todo el año pasado. Dos directivos han sido despedidos y se ha tenido que modificar su política de dividendos, lo que ha conllevado un castigo bursátil para el grupo. El problema para el banco helvético es que el escándalo de Archegos no es el único que le ha salpicado en lo que va de año. El desplome y la insolvencia de Greensill Capital, una empresa de servicios financieros salpicada por distintos desequilibrios, donde el banco tenía invertidos cerca de 10.000 millones de sus clientes ya había supuesto un castigo, agravado ahora por el respaldo que dio a Hwang y su lentitud a la hora de responder a las advertencias que se hicieron sobre la posible caída del fondo.

La debacle de Archegos ha llevado al BCE a defender que se necesita un aumento de la regulación de los fondos de inversión y un mayor control sobre los bancos. “Existe una necesidad de escrutar los motivos por los que los bancos permitieron al fondo apalancarse hasta ese punto. Esto podría haber resultado en aún mayores efectos de contagio”, ha alertado este viernes Isabel Schnabel, miembro del Comité Ejecutivo del BCE. “Podemos estar contentos de que su efecto se haya limitado solamente a algunos actores. De otra forma, el incidente podría haberse transformado en una crisis sistémica”, ha apostillado. “Es una señal de peligro de que existen considerables riesgos sistémicos que necesitan ser regulados mejor”, ha zanjado.

Archegos y Greensill se suman a una lista de nombres que han evidenciado en los últimos meses los riesgos de un sistema financiero, especialmente en Wall Street, donde los intereses especulativos de algunos inversores han despertado distintas alertas. Por poner un ejemplo, hace apenas unos meses, un foro de Reddit provocó una gran burbuja especulativa en torno a la compañía Gamestop. A ello se suma también el creciente peso de los grandes fondos como Blackrock o Vanguard y cuyo poder en la Bolsa estadounidense ha comenzado a alertar a los supervisores hasta tal punto de que la Comisión Federal de Comercio de EEUU abriera hace unos meses una consulta para cambiar la ley y limitar la presencia de estos fondos en determinados índices y compañías.

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