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La subida del dólar supone una losa para la caída de la deuda, que llega al 247% del PIB global

Vista de billetes de dólares, en una fotografía de archivo.  EFE/Sebastiao Moreira

Ignacio J. Domingo

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Los esfuerzos de corrección de los vencimientos de deuda acumulados en 2021 por los Estados -la denominada soberana-, empresas no financieras y hogares fueron notables. Después de un largo bienio en el que, según el Fondo Monetario Intenacional (FMI), se emplearon más de 19,5 billones de dólares en estímulos económicos y monetarios por la pandemia y a los que se sumarán otros 12,5 billones hasta 2024 como cheques de los gobiernos para paliar los efectos de la escalada de los precios energéticos. El Departamento Fiscal del FMI señala que los ajustes sirvieron para rebajar en 10 puntos el techo de deuda alcanzado en 2020, pero fueron insuficientes para abandonar las cotas históricas en las que evoluciona si se atiende a sus valores actuales de mercado, en dólares, la divisa que domina en circuito del endeudamiento global.

A la conclusión de 2021 la factura total ascendía a 235 billones de dólares, tal y como refleja la Global Debt Database de esta institución multilateral, casi dos veces y medio el volumen del PIB mundial, que asciende a 101,5 billones, el 247% del PIB.

El pasado ejercicio -matizan Vitor Gaspar, director del Fiscal Monitor del FMI y dos analistas del área, Paulo Medas y Roberto Perrelli-, las economías tuvieron que destinar recursos a contener la espiral inflacionista y a un repunte de la demanda que comprimió las cadenas de valor dentro de un clima geopolítico de alto voltaje que catapultó los precios de la energía y de los alimentos y elevó de nuevo la hegemonía del dólar. El cóctel de rebote del crecimiento con alta inflación logró que economías como la de EEUU, Brasil, India o Canadá recortarán en más de 10 puntos sus niveles de deuda; antes del encarecimiento generalizado del dinero, advierten.

Para 2023, el escenario no es halagüeño para tratar de poner a raya el endeudamiento; ni entre las potencias industrializadas, ni en los mercados emergentes o en los países en desarrollo. El FMI pronostica que una tercera parte de la actividad global atravesará dos trimestres seguidos de contracción entre el final de este ejercicio y el próximo. El receso de la producción global hasta 2026 será de 4 billones de dólares, un boquete comparable al PIB germano.

Un problema añadido a la corrección del porcentaje de deuda e incremento de su valor real es el rally alcista del dólar, al calor del aumento de los tipos de interés de la Reserva Federal: La relación porcentual se aplicará sobre un volumen productivo menguante y, en cambio, se contabilizará con la divisa estadounidense en modo rampante.

El FMI pide prudencia fiscal

La gestión de los niveles de deuda irá ganando en dificultad bajo unas economías en deterioro y unos costes de financiación más elevados, resaltan Gaspar, Medas y Perrelli. Es por ello que los analistas alertan sobre la necesidad de “imponer paulatinamente la prudencia y la consolidación fiscal”.

El Fondo enfatiza la necesidad de un mayor ajuste en las naciones de rentas altas, con más de un 5% de reducción de sus deudas soberanas -en comparación a sus PIB- y la reversión de uno de cada tres dólares de sus endeudamientos adicionales de 2020. Mientras los mercados emergentes -con exclusión de China- corrigieron en casi un 60% las ratios adicionales del año precedente con un ajuste mayor de las deudas privadas respecto de las públicas. Los países en desarrollo, por contra, aumentaron sus tasas, impulsadas por las obligaciones contraídas por sus empresas y hogares.

A nivel global, la deuda estatal se contrajo en un 4% -el mayor descenso en décadas- hasta suponer el 96% del PIB global. En cambio, la privada -de empresas no financieras y hogares- lo hizo en un 6% si bien representa el 153,5% del PIB del planeta. Aunque la suma de todas -soberana, familiar y empresarial no financiera- se sitúa todavía por debajo de los niveles previos, en porcentaje del PIB, al comienzo de la Covid-19; es decir, que tras el bienio de Gran Pandemia los gobiernos han reducido la deuda.

De forma general, el rebote de la actividad en 2021 contribuyó a reducir las tasas de deuda entre un 2% y un 3,5%, con una repercusión similar entre potencias avanzadas, mientras el efecto de la inflación la redujo entre un 1,5% y un 3%; aunque, en este caso, de manera más pronunciada entre los mercados emergentes. En contraste, los repuntes de los déficits aportaron alrededor de un 4,5% del PIB las obligaciones de endeudamiento soberanas en el conjunto de los países.

El horizonte, además, está muy lejos de estar despejado. Esencialmente, por tres factores. Por un lado, las “tensas fluctuaciones sobre los dinamismos económicos”. Por otro, las persistentes y volátiles tensiones inflacionistas. Y, por la inercia de ambos fenómenos, por el impacto sobre los presupuestos nacionales, los márgenes de beneficios y los ingresos de las empresas y la capacidad adquisitiva de los hogares. En China o en Alemania, por ejemplo, los ratios de deuda se han incrementado por sus excesos de déficit a unos niveles más intensos que las compensaciones de los crecimientos de sus PIB nominales.

Para el FMI, los gobiernos “deberían adoptar estrategias fiscales que reduzcan las tensiones en los precios y las vulnerabilidades en sus deudas a medio plazo, incluyendo contenciones en los repuntes de sus gastos”. Eso sí, “sin descuidar la protección de áreas de sus economías y familias vulnerables y sin elevar los costes de vida”, políticas que, además, facilitarían un menor empuje de la subida de los tipos de interés por parte de los bancos centrales. “En tiempos turbulentos la confianza en la estabilidad es el activo más preciado”, enfatizan Gaspar, Medas y Perrelli.

Riesgos de defaults por las presiones de endeudamiento

También desde el Banco Mundial, su presidente David Malpass mostró su preocupación por la acumulación de obligaciones de pagos y la proximidad de los vencimientos en una época de desorden en las cuentas y amenazas de quiebras en naciones en desarrollo, pero de igual forma en países de rentas altas. Alguna de ellas con “gigantescas acumulaciones de desembolsos”, con calendarios imprecisos para abordar trasferencias a sus deudores y con accesos más restringidos y caros a la financiación internacional por las subidas de tipos.

El Banco Mundial, que opera con la International Development Association, plataforma de lucha contra la extrema pobreza en los 74 países con menores recursos del planeta, asegura que todos ellos deben afrontar pagos por valor de 62.000 millones de dólares este año, casi un 35% más que en 2021.

En naciones como España, la deuda pública ha superado por primera vez los 1,5 billones, aunque en línea con la tendencia esbozada por el FMI, ha recortado su ratio hasta el 116% del PIB, según el Banco de España. La deuda del Estado subió en el tercer trimestre a 1.359.055 millones de euros, un 6,1% más que hace un año, hasta el 104,8% del PIB. En el caso de las comunidades autónomas los números rojos crecieron un 0,8% interanual, hasta los 314.845 millones de euros en el tercer trimestre, equivalente al 24,3% del PIB.

En paralelo, el BCE sigue soltando lastre y dejando de adquirir deuda soberana y corporativa de sus socios monetarios. En noviembre, por segundo mes consecutivo, ha rebajado su grado de tenencia de activos públicos y privados, aunque de una manera mayoritaria afecta a los bonos emitidos por el Tesoro. En concreto, el mes pasado el peso de la deuda española del BCE retrocedió en 4.715 millones de euros, el mayor descenso de la historia, con lo que el acumulado se redujo hasta los 624.230 millones.

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