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La venta del Chelsea de Abramovich amplía el poder de los empresarios de EEUU en el fútbol europeo

El jugador español del Chelsea César Azpilicueta, en un lance del partido del pasado fin de semana.

Diego Larrouy

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En Inglaterra nació el fútbol. Allí se dieron a finales del siglo XIX los primeros contratos profesionales para jugadores. Allí nació también un modelo de afición. Y también la primera gran transición de la mercantilización de las entradas de fútbol o de los derechos televisivos. Fue también la protagonista de la entrada del dinero extranjero de grandes empresarios de Europa del Este y, posteriormente, de los petrodólares árabes. Es, también, la puerta de entrada de los empresarios de las franquicias de deporte estadounidense en el fútbol europeo. La venta del Chelsea, obligada por las sanciones al oligarca ruso Roman Abramovich tras la invasión de Ucrania, es el último capítulo de un dominio estadounidense que ya alcanza a casi la mitad de los equipos de la liga de fútbol con mayores ingresos del mundo.

El Chelsea FC, vigente campeón de Europa, ha anunciado este fin de semana el final del proceso de venta que se abrió hace dos meses con las sanciones a su propietario. Tras recibir más de media docena de propuestas de compra, ha sido finalmente un consorcio de inversores estadounidenses, liderado por el empresario Todd Boehly. Según informó el propio club en un comunicado, estos empresarios invertirán 4.250 millones de libras (5.000 millones de euros) de las que unos 3.000 millones de euros irán a la adquisición de las acciones del club a Abramovich y el resto, a inversiones en el club, en el estadio y en el equipo femenino. El oligarca ruso aseguró que el 100% del dinero que recibiría por la operación se destinará a “causas benéficas”, como ha reiterado el club este fin de semana. La operación todavía precisa de las aprobaciones del Gobierno británico y se espera que se cierre a finales de este mismo mes.

Boehly ha lanzado la oferta para comprar el Chelsea, tercer clasificado de la Premier League esta temporada, con su tradicional socio, Mark Walter, el fondo Clearlake y el inversor suizo Hansjörg Wyss. Tras el anuncio por parte del club, el propio Boehly acudió este fin de semana a ver el partido del Chelsea en Stamford Bridge en el que su nuevo equipo empató a dos con el Wolverhampton.

Con ello, la sombra del dinero estadounidense en la principal liga del mundo se vuelve más alargada y alcanza ya a nueve de los 20 equipos que la componen, además de otros de las ligas inferiores. Esta lista, a la que ahora se sumará el Chelsea, incluye al Arsenal, Aston Villa, Burnley, Crystal Palace, Leeds United, Liverpool, Manchester United y West Ham. Seis de los 10 primeros clasificados del campeonato —a falta de tres jornadas— están controlados por inversores estadounidenses.

El capital estadounidense gana así protagonismo en una liga donde las grandes fortunas y los empresarios locales apenas retienen la propiedad de una quinta parte de los equipos que en ella participan. Emiratos, Arabia Saudí, Tailandia o China son otros países cuyos empresarios o estados han invertido millones de euros en este campeonato, el de mayores ingresos dentro de Europa, exceptuando las competiciones continentales.

La mayor parte de los empresarios estadounidenses que han desembarcado en la última década en el fútbol inglés están muy vinculados a un modelo deportivo diferente al que rige en las competiciones europeas, aunque similar a la famosa Superliga que intentaron los clubes ricos hace un año: las franquicias. Los nuevos dueños del Chelsea son accionistas de Los Angeles Dodgers, de la liga de béisbol (MLB), así como de los Lakers o las Sparks, en la NBA y la WNBA de baloncesto, respectivamente. Los dueños del Liverpool, rival del Real Madrid en la final de la Champions de este año, son también los propietarios de los Red Sox de béisbol o los Pittsburg Penguins de hockey; el Manchester United comparte propietario con los Buccaneers de la NFL; o los dueños del Aston Villa y los Milwaukee Bucks, actuales ganadores de la NBA, son los mismos.

Frente a un modelo europeo en el que priman los ascensos y descensos de categoría según los resultados deportivos, la NBA o la NFL son ligas cerradas donde los clubes son propietarios de licencias que pueden venderse y comprarse o, incluso, cambiar de ciudad. El modelo recuerda al de la Superliga que impulsaron 12 clubes ricos europeos hace un año, donde el acceso estaba cerrado y la presencia de los grandes equipos, garantizada, fuera cual fuera su desempeño en el campo. Aficionados de todo el continente se revolvieron contra este sistema de competición y acabaron abocando a su suspensión, aunque Real Madrid, Barcelona y Juventus mantienen su apuesta.

El fútbol ha ganado en los últimos años interés en EEUU, tanto por el número de seguidores como comercialmente. Los inversores ven este negocio como una importante fuente de ingresos, especialmente por los derechos televisivos que, en el caso de la Premier, llegan a todo el mundo. De hecho, es la liga con mayores ingresos en Europa y en 2019, antes de la pandemia, alcanzó un récord de más de 6.000 millones de euros. Entre los 20 equipos europeos con mayor nivel de ingresos, 10 son ingleses, según un informe de Deloitte.

No todas las inversiones de estadounidenses en Inglaterra han sido exitosas y hay casos de fracasos como los anteriores dueños del Liverpool o los del Sunderland, que acabaron vendiendo al equipo tras caer dos divisiones en apenas un año. Fuera de la cuna del fútbol, han hecho cuantiosas inversiones en otras ligas europeas. La Fiorentina, el Genoa, la Roma y el AC Milan, en Italia; o el Olympique de Marsella, en Francia, son algunos de los casos conocidos. En España también ha habido ejemplos. Por ejemplo, el Mallorca es propiedad del dueño de los Phoenix Suns y a su vez cuenta entre sus accionistas con el histórico jugador de baloncesto Steve Nash. Recientemente, quien fuera presidente de Telefónica, César Alierta, ha vendido el Zaragoza a un consorcio de inversores estadounidenses, propietarios a su vez del Inter de Miami, de la liga norteamericana.

Dueño de las canciones de Bruce Springsteen

En lo que respecta a los nuevos propietarios del Chelsea, sus intereses inversores van mucho más allá de las franquicias estadounidenses deportivas. Todd Boehly, rostro más visible del nuevo consorcio propietario del club inglés, es el presidente y fundador de Eldridge Industries. Este holding cuenta con decenas de participaciones que van desde los seguros y fondos de inversión hasta el cine. Entre sus activos más peculiares, se encuentra el hecho de ser copropietario de los derechos de las canciones de Bruce Springsteen o The Killers. Además, es propietario de MRC, una productora audiovisual que engloba a títulos como 'Puñales por la espalda', 'House of Cards' o 'Ozark'. También de una división de revistas que incluye a cabeceras como Rolling Stone o Hollywood Reporter. Bohely es actualmente el CEO interino de la Asociación de la Prensa Extranjera, organización que organiza los Globos de Oro y que este año tuvo que celebrarse sin prensa ni público por los continuos escándalos en torno a ella.

Entre las empresas que componen el catálogo de participaciones de Eldridge también se encuentran algunas como la cadena de cafeterías Le Pain Quotidien o el Circo del Sol. También de Gopuff, una plataforma de supermercado online de envío a domicilio que ha aterrizado recientemente en España.

Mark Walter, otro de los rostros de la oferta, es el socio de Bohely a través del fondo Guggenheim Partners. Sin embargo, según informó el Financial Times, más de la mitad del dinero que se destinará a la compra del Chelsea procede de Clearlake Capital. La financiación se produce a través de fondos de capital riesgo encabezados por Clearlake y no se descarta que en el futuro puedan entrar nuevos inversores, ya que este tipo de fondos tienen apuestas acotadas en el tiempo, tal y como recalcó el medio británico. Esta es hasta la fecha la operación más relevante para Clearlake, que hasta ahora había cimentado su fortuna en la compra y venta de empresas de mediano tamaño en EEUU.

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