De violar las reglas al afecto familiar: cómo recuperar a adolescentes con problemas conductuales
“Necesitaba ayuda, alguien externo que supiera cómo sacar lo mejor de mí”. A.C. (17 años, Valencia), tuvo una adolescencia marcada por el consumo de drogas y la violencia. Hace cuatro meses llegó a ITA Argentona, un centro en el que Ita salud mental ayuda a jóvenes con trastorno de la conducta y a sus familias a recuperar su relación y una vida saludable. “Me sentía el rey, poderoso. Al entrar aquí dejé de consumir y me di cuenta de que no era tan fuerte”, explica.
Para él, su problema nació en el consumo. Cambiaba su forma de ser y la forma de relacionarse con los demás, en especial con su familia. “Golpes, gritos, romper cosas, pegar puñetazos a puertas, etc. No quería normas ni límites. Me pasaba los días con los amigos, consumiendo. No teníamos comunicación ni afecto en casa, nada”. En el colegio su comportamiento era igual: peleas con compañeros, veía al resto inferiores a él, les hacía bullying, trataba mal a sus profesores, “no tenía compromiso con los estudios ni con los demás, me veía con derecho a hacer lo que quisiera”.
La adolescencia conflictiva y los trastornos de conducta
Hay muchos jóvenes que presentan a diario problemas de comportamiento con sus compañeros, padres, profesores. Aunque muchos de ellos son pasajeros y fruto de situaciones particulares, cuando estas dificultades se dan con una intención clara, continuada y persistente de no obedecer y seguir las normas, y la situación se agrava, podemos hablar de un trastorno de la conducta. “Es un diagnóstico que se da cuando un niño comienza a tener un patrón de violentar las normas sociales tanto en casa como en la escuela”, explica David Luna, psicólogo de ITA Argentona, “Esta violación de reglas puede implicar problemas legales, expulsiones, y un rechazo a nivel comunitario”.
No hay que confundir la problemática habitual del comportamiento adolescente con los trastornos de conducta. Las señales de alerta pasan por violaciones y desafíos continuos a las normas establecidas: escaparse de casa, absentismo escolar prolongado, agresividad, buscar el daño al otro en peleas, acoso escolar, daño sin conciencia, robos, etc. “Es importante diferenciar esto. El adolescente tiende a transgredir normas, pero esto es una situación continuada y agravada”, explica Luna “Son chicos muy rechazados por sus conductas que lo están pasando mal, y también tienden al uso de sustancias para evadirse de la situación”.
Recuperar a estos adolescentes parte de un buen diagnóstico y recogida de información para evaluar la situación y descartar otro tipo de patologías, que permita conocer qué tipo de acciones son más efectivas en su caso, desde la hospitalización 24h a las visitas ambulatorias. Que la familia esté involucrada es esencial para que el adolescente entienda qué está pasando y cómo afecta a su vida, y que se pueda generar una situación de cambio que beneficie a ambos. La rehabilitación social es el siguiente paso, creando nuevos ámbitos y potenciando los factores de protección.
Otro factor crucial es el papel del servicio de asesoramiento educativo (SAE). El objetivo inicial del SAE era apoyar a la comunidad educativa, hacer fácil para profesores y educadores los pasos a seguir en la rehabilitación social de estos adolescentes. “Tenemos un canal comunicativo 24 horas para dar líneas de ayuda de forma directa”, explica David Luna, “si valoramos que requiere un apoyo más importante se les dirige a un recurso de atención más adecuado”. Esta posibilidad que se ofrece a la comunidad educativa amplía la reacción de esta primera línea de actuación que detecta problemas conductuales en los adolescentes. Una buena formación en salud mental detecta y previene este tipo de comportamientos de forma temprana, “el profesorado es el primero que puede dar una señal de alerta y activar los protocolos a tiempo”.
Recuperar una vida saludable
El centro que tiene Ita en Argentona tiene un perfil que se centra en los trastornos de la conducta en adolescentes, tanto en la fase de hospitalización como en la de hospital de día y visitas ambulatorias. A nivel de recursos de 24 horas, los usuarios son jóvenes de entre 13 y 17 años, con una media de estancia de entre ocho y 12 meses. Allí, A.C. ha encontrado un camino para reconducir su vida: “Ahora estoy motivado, tengo metas. Estoy preparando las pruebas de acceso a la escuela de adultos, haré un Grado Medio de Deporte, prepararé una oposición…”.
La rutina con horarios y responsabilidades con la que trabajan en el centro le ayuda a comprometerse y ser más organizado. “Nos levantamos temprano, hacemos las camas, organizamos las habitaciones. Hacemos aula, que me ayuda a comprometerme con los estudios y deporte, que me ayuda a descargar energía”, comenta A.C., pero la terapia ocupa todo el día y en la tarde cobran relevancia los grupos terapéuticos: “Me ayudan a conocerme más a mí mismo y a estar informado sobre adicciones o dinámicas familiares, y a conocer mejor la situación de mis compañeros para entenderlos y ayudarnos”.
El trabajo realizado en el centro ha permitido que A.C. destierre la fuerza y la violencia como medio para solucionar sus problemas. El autocontrol y las herramientas saludables forman ahora parte de su vida, algo que ha mejorado la comunicación no solo con los usuarios del centro, también con su familia, con la que ha recuperado una relación dañada que va sanando poco a poco.
“Cuando llegó al centro venía con un despliegue conductual brutal. Tenía mucha tendencia a arremeter contra los demás, no solo si le molestaban, también a nivel de diversión”, explica Alba Guijarro, psicoterapeuta del centro ITA Argentona. “Ahora está comprometido, comunicativo. En los grupos terapéuticos está atento y aporta, incluso es quien marca límites cuando el resto intenta boicotear las terapias”.
La rápida evolución de A.C. se ha fraguado en cuatro meses. En los tres últimos la mejora es significativa. Se trabaja con un proceso motivacional sistematizado , permisos, visitas, salidas con su familia, y esto, junto con el trabajo para conocerse a sí mismo, le ha llevado a darse cuenta de que este tipo de funcionamiento le hace sentir mucho mejor. “Hace mucho tiempo que no experimentaba esas sensaciones, la satisfacción de hacer las cosas bien. Eso ha hecho que se comprometa con el proceso, sobre todo cuando ha pasado tiempo con su familia y ha visto que la relación estaba mejor”, explica Alba Guijarro.
Volver atrás es imposible, pero A.C. tiene claro que si pudiera darle un consejo a su yo del pasado, sería cuidar más de sus padres, dejar de consumir y encontrar su mejor versión. “Sé que voy a conseguirlo, espero que todo vaya bien con mis padres y no haya más caídas”.