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Menos caridad y más empleo

Rocío Sánchez Rodríguez / Rocio Sánchez

Badajoz —

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Rocio Sánchez

“Míralo, con el chándal del Real Madrid recién comprado y va a pedir la ayuda. ¡Eso sí que me indigna!”. La queja es de un camarero que día a día sirve desayunos a funcionarios en Badajoz. ¡Cuántas veces no habremos escuchado este lamento en más de un españolito de a pie! La crítica parece tener una base lógica: si ese padre de familia tiene que acudir al auxilio de la Administración para dar de comer a sus hijos, no debería gastar lo poco que tiene en una prenda innecesaria y muy cara.

Hasta ahí, podemos decir que ese camarero tiene razón. Pero claro, esta afirmación sería quedarnos en la superficie del problema. Si ahondamos un poco más, podemos pensar que ese padre de familia nos viene muy bien para tener un culpable. Porque meterse con los políticos desahoga, pero no es lo mismo, porque da la impresión de que se han convertido en entes raros de otro planeta; es más ‘gustosito’ acusar al que tenemos al lado, que sí parece de carne y hueso, como nosotros.

Si vamos un poco más allá, quizá nos demos cuenta de que a los que mandan, el poder político y sobre todo económico, les interesa que existan ciudadanos así para que sus iguales tengan a quien atacar. Simplificando, si la Administración le da comida o le paga la factura de la luz a alguien que se gasta el dinero en un chándal del Madrid, se genera polémica, y mucha.

Pero un momento: resulta que ese padre de familia tiene como referente a una sociedad capitaneada por ladrones, por políticos que han estafado por encima de sus posibilidades y que han hecho saltar la burbuja de excrementos que hay en este país. Ese padre de familia lo que aprende es que aquí roba quien puede y quien no puede lo intenta. Y para colmo ve cómo los medios de comunicación hacen coberturas especiales cuando el Real Madrid presenta su nueva equipación.

Llegados a este punto, cabe plantearse que quizá lo que al Gobierno le interesa es dividir el mundo en ricos y pobres. Y que los pobres se enfrenten entre ellos. No es nada nuevo. Como prueba, los últimos datos de riqueza en España: el número de millonarios ha crecido un 24% gracias a la crisis (el enlace es: http://www.eldiario.es/economia/numero-millonarios-Espana-supera-personas_0_313568805.html)

¿Solución? Ayudar a ese padre de familia, sí. Pero, ¿qué implica esa acción? Ayudar no significa acostumbrar a esas personas a vivir de la limosna. Hace unos días el portavoz de Cruz Roja en Extremadura, Jesús López Santana, se lamentaba que con la crisis hay un gran riesgo de caer en la caridad pura y dura. De convertir a familias que antes eran de clase media en usuarios habituales del programa de alimentos.

Se quejaba también de que con la proximidad de la Navidad, llegarían los actos solidarios, que aportan, sí, pero no son el remedio. Porque la responsabilidad de esta asistencia cae al 100% en los servicios sociales, y no en experimentos similares a programitas de televisión que convierten en espectáculo mediático a víctimas desamparadas (menos mal que ya quitaron de la parrilla el programa ‘Entre todos’ de Toñi Moreno, que recordaba a época predemocrática).

Una obviedad, pero no se hace

Hay que invertir en educación y empleo. Parece una obviedad, pero es que no se hace. La educación como base de todo, para evitar determinados comportamientos, para tener valores y escala de prioridades, para no caer en la manipulación de la sociedad del consumo, del pirateo… (¡Difícil cuestión!) Para que ese padre de familia aprenda. Pero todo ese esfuerzo cuesta dinero. Implica inversiones en materias esenciales de un país desarrollado. Y de momento sólo se ha empleado dinero en rescatar a los bancos.

La otra cuestión fundamental: activar el mercado laboral de manera digna. Porque como dicen en Cruz Roja Extremadura, a los usuarios del programa de alimentos les da vergüenza acudir en busca de comida. No quieren limosna, no quieren caridad (cristiana), no quieren tener que pedir la renta básica; quieren un trabajo, pero uno que les permita llegar a fin de mes, no un contrato de tres horas al día. Así de simple.

Que la limosna está muy bien para calmar la conciencia; y que haya gente con un chándal caro que pide para comer viene estupendamente para tener culpables a los que atacar. Pero el problema es otro.

Recuerdan aquello de: “Lo primero, el empleo”. Pues a predicar con el ejemplo. Y no se olviden de la educación.

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