La carta robada de Nekane

Dos precisiones son necesarias para entender correctamente el título del artículo. La primera tiene que ver con 'La carta robada'. En 1844, el célebre cuentista estadounidense Edgar Allan Poe publicaba con este título, la tercera obra de su protagonista, el afamado detective privado Auguste Dupin. En ella -por cierto, la última de la saga- ridiculizaba una vez más a la policía parisina, al resolver Dupin, de forma concienzuda, el caso del robo de una carta comprometida, producido en las propias estancias reales, en los inicios del siglo XIX.

El contenido de la misiva real –al igual que el MacGuffin de las películas de Hitchcock- era intrascendente. Lo que Poe pretendía (al colocar la carta robada en un lugar visible y, a la vez, inaccesible para la policía) era resaltar la invisibilidad que nos producen habitualmente las cuestiones más cercanas, el escaso valor que otorgamos a asuntos cotidianos, dejándonos llevar por otros, mayoritariamente intrascendentes, que adquieren temporalmente un protagonismo importante en nuestras vidas.

Estas líneas, sin embargo, no van de información literaria, sino de crítica social a nuestras instituciones administrativas, Ayuntamiento de Bilbao, Diputación Foral de Bizkaia y Gobierno Vasco. Las firmas de determinados convenios de colaboración con entidades privadas, continuamente publicitadas a través de los medios de comunicación, genera un imaginario colectivo que se aleja de la realidad o que puede ignorar otras cuestiones importantes, que, sin embargo, su cotidianeidad las acaba invisibilizando, como sucede habitualmente en el sector público.

Ha ocurrido recientemente con la finalización de las obras que han creado la nueva isla de Zorrotzaurre en la capital vizcaína. El despliegue mediático de las instituciones en estos últimos meses, en un intento de captar capitales e inversores nacionales y extranjeros, informando de la llegada de empresas, proyectos e instituciones académicas al nuevo espacio bilbaíno, ha llevado a crear el término de “Manhattan del Conocimiento vasco” (no se olvide que estamos hablando de Bilbao). Un concepto que nadie, salvo los profundamente defensores/as de lo público, entiende más que en clave de promoción privada.

Un breve repaso por la hemeroteca nos recuerda: uno, el traslado -desde Zierbena, donde estaba instalada hasta el pasado año- de DigiPen, presentada como “la Universidad de los videojuegos”, a un edificio con alquiler municipal bilbaíno, el Beta-1; dos: KUNSTHAL se ha instalado este curso en la misma zona –en el edificio de la antigua Papelera- con la intención de ocupar el prime time del diseño internacional (aunque para ello se entre en competencia con centros vascos , como la Escuela de Artes de Vitoria, único centro público que trabaja en este mismo campo); tres: el convenio suscrito por el mismo Ayuntamiento con Mondragon Unibertsitatea, entre otros para gestionar As Fabrik, proyecto para la formación, emprendimiento de empresas, en el Edificio Beta-2 de la misma isla bilbaína, que se pondrá en marcha el próximo curso; cuatro: los mismos actores (Ayuntamiento y M.U.) crearán el Nagusi Intelligence Center“ en el actual espacio ocupada por la extinta Tarabusi, iniciativa original, pionera en el mundo sobre el tratamiento del entorno geriátrico, para 2021-2022; cinco: la nueva facultad de Medicina dependiente de la Universidad de Deusto, prevista para el curso 2019-2020; y seis: la Universidad de Navarra propondrá, a partir de 2023, varios masters de arquitectura, iniciando su expansión vasca más allá de los límites actuales.

La crítica a las instituciones vascas no viene por la búsqueda de una segunda utilidad a tantos edificios de empresas históricas, caídas en desgracia por mor de este cambiante capitalismo voraz, por supuesto. Sino por la escasa imaginación demostrada en la atracción de iniciativas que puedan ser negociadas desde el sector público. El único contrapunto a la lista anteriormente enunciada lo supone el proyecto de creación de un segundo centro de Tknika (Investigación e Innovación Aplicada a la Formación Profesional) en las instalaciones de la histórica empresa Vicinay Cadenas, dependiente del Departamento de Educación del Gobierno Vasco. Seis iniciativas privadas frente a una pública, clamorosa desproporción que no parece preocupar en exceso a las autoridades vascas

Pero, volvamos a tantos esfuerzos por atraer “conocimiento privado” al nuevo entorno bilbaíno. Una vez presentados, la pregunta surge inevitable: ¿Qué pasa entonces con la Universidad Pública del País Vasco? Intentar contestarla nos lleva a realizar la otra aclaración pendiente del título del artículo: Nekane.

Nekane Balluerka es la rectora de la UPV-EHU desde 2017 y la pasada semana dio una conferencia en Bilbao invitada por Forum Nueva Economía en la que desgranó los objetivos de su gestión universitaria para el periodo 2018-2021. Es, además, quien recordó el cuento mencionado de Allan Poe extrayendo la metáfora comentada. Su intención, que comparto, era obvia: destacar cómo, en ocasiones como la actual, el oropel de tanto aterrizaje experto en conocimiento puede ocultar el auténtico oro del propio, del instalado hace ya muchos años entre la sociedad vasca, el que representa el trabajo de varios miles de personas universitarias que diariamente lleven su saber a las aulas de la UPV-EHU. No es criticable la búsqueda y atracción de conocimiento allí donde se encuentre, pero que este esfuerzo no sea a costa de no propiciar el crecimiento del propio.

En su intervención, Balluerka ofreció muchos datos sobre el arraigo de la universidad pública en la sociedad vasca: más de 350.000 licenciados/as en escasos cincuenta años de actividad académica para una población que supera escasamente los dos millones de habitantes; buena integración en el ámbito internacional con 48 dobles titulaciones; una producción académica más que correcta con una media de presentación y defensa de 10 tesis doctorales semanales; ser el principal agente investigador vasco, con más del 60% del total de la CAPV,… ¿Lo conocen? Y lo que es más importante, ¿lo valoran nuestras instituciones de la forma más adecuada? Aparentemente, no.

Con todo, lo más importante de la exposición de la rectora llegó al final, al expresar su convicción en el valor igualitario que aporte una universidad pública como la UPV-EHU, la nuestra: la igualdad de oportunidades, en la que el único elemento de discriminación debe venir marcado por la capacidad intelectual o la voluntad personal; no deben existir otros, como la selección o la imposibilidad económica, tan condicionantes y presentes en este entorno universitario. De ahí que Balluerka apostara por lo que llamó “democratización del conocimiento”, excluyéndolo de una rebaja de los estándares de calidad, que deben ser exigibles a cualquier universidad de primer nivel.

Es importante abundar en esta idea porque en más ocasiones de las que creemos nos dejamos enredar en el juego de palabras que tan bien manejan algunos: excelencia por elitismo, sublime por exclusivo, eminencia por esnobismo. Promocionar las primeras debe ser exigible a cualquier educación pública universitaria y no universitaria; insistir en las otras, nos coloca en el camino de sociedades aristócratas, encantadas de sí mismas y alejadas de cualquier proyecto democratizador que suponga un cuestionamiento de su poder.

Divulgar, promover, incluso exigir la divulgación de un conocimiento cada vez más excelente en la sociedad vasca es tarea de todas y todos, sin apriorismos y sin exclusiones; también de las instituciones vascas. Por cierto, en próximas fechas, ofrecerá una conferencia en el mismo espacio que lo ha hecho la rectora, el Forum Nueva Economía Euskadi, el rector de Mondragon Unibertsitatea, Vicente Atxa, presentado por el alcalde de Bilbao, Aburto. ¡Benditas casualidades!