Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Empoderar al profesorado
Con este lema, la Internacional de la Educación llama a reconocer la labor social de todo el profesorado del planeta en el día Mundial del Docente, el 5 de octubre. En Euskadi contamos con 43.000 profesionales de la docencia en sus diferentes etapas y especialidades, de los que 30.000 son mujeres. No deja de resultar algo sorprendente la utilización del neologismo “empoderar”. La palabra empoderamiento se emplea aplicada a colectivos necesitados de alguna estima social, reivindicación o tratamiento de igualdad. ¿Qué ha pasado para que hoy día se hable de la necesidad de empoderar al profesorado?
Ciertamente la labor docente se ha ido llenando de perplejidad, y hasta de un cierto malestar, en las tres últimas décadas, por lo menos. El profesorado se encuentra tensionado entre un sistema educativo bastante rígido, que perdura dentro de esquemas poco evolucionados y una sociedad circundante que cambia vertiginosamente. Ha tenido que asistir a una traslación de su rol profesional y de sus funciones sociales por las que ha dejado de ser la única fuente de transmisión de conocimiento y su papel docente se ha complejizado con otras muchas funciones educativas, tutoriales, de asesoría profesional, psicológica, y hasta de guarda del orden y la seguridad en entornos hostiles al aprendizaje. Todo ello aderezado por una pérdida de la relevancia social que tenía por una evolución de la sociedad hacia relaciones más democráticas, más horizontales, y también más permisivas.
Frente a esto existen las recetas añorantes del pasado, por las que al hablar del empoderamiento del profesorado se está pensando en volver a la imposible vuelta a los esquemas de antaño, incluso con la sanción legal que sea necesaria, reconociendo por decreto, por ejemplo, el carácter de autoridad pública del profesorado. Sin descartar nada, sin embargo el empoderamiento del profesorado no va a venir tanto vía boletín, sino por la recuperación de una ilusión profesional, un tanto alicaída en su conjunto. No deja de llamar la atención que en los colectivos docentes, que, en general, tienen un elevado promedio de edad, el tema de la jubilación sea recurrente.
Esa ilusión que rejuvenezca el ánimo y empodere tiene que venir por una aceptación de la redefinición de su tarea, que, lejos de haber perdido importancia, se ha convertido en piedra angular, no ya para la trasmisión unilateral y vertical de conocimientos, sino para hacer de mediación referencial entre las diversas fuentes de conocimiento, para la gestión de los grupos humanos, para el arte de conectar con la singularidad de cada persona, para ser la referencia metodológica insustituible que pueda ayudar al alumnado en su búsqueda protagonista de nuevos conocimientos. No necesitamos menos docente, sino más y mejor docente.
Viene también por facilitar una buena formación que le permita responder de forma cada vez más competente a esas nuevas funciones, haciendo hincapié en la necesidad de incrementar con urgencia la competencia digital. Formación que ha de partir de las propias preguntas que le generan conflicto al profesorado, para hacer del mismo un colectivo de profesionales que reflexionan en conjunto y en equipo se orientan a la mejora.
Y ello lleva tiempo. Se hacen demasiados requerimientos desde la Administración, se pretende que haya planes y proyectos conjuntos, múltiples y variados, pero ello sólo conseguirá agobiar y hacer abandonar finalmente por desistimiento, si no terminamos de comprender que el desempeño profesional docente no se agota ni se ciñe al tiempo de docencia directa, sino que esta exige un tiempo grande de preparación, evaluación y trabajo en equipo, que a día de hoy no está contemplado en los horarios profesionales, donde el eje son los tiempos de docencia.
Finalmente la ilusión y la estima reverdecerán si el profesorado siente el protagonismo en el sistema educativo. Poco o mucho, pero los que más saben de enseñanza son los profesionales de la enseñanza. Más que los políticos. Por eso se observa con resignación y escepticismo el vaivén de reformas y cambios curriculares. En realidad muchos profesionales se han impermeabilizado y funcionan como si esos cambios no existieran y, por tanto, sin relevancia para su tarea diaria en la clase.
El profesorado es clave en la calidad de los sistemas. Ya pasó a la historia aquello que se decía de los licenciados en carreras de Ciencias de “el que vale, vale y el que no a la enseñanza”. Por eso los países más avanzados en materia educativa practican una especie de aristocracia docente, seleccionando a los y las mejores profesionales, formándolos, cuidándolos y dándoles unas condiciones retributivas y profesionales dignas de su alta función.
Empoderemos al profesorado, es decir, renovemos su ilusión poniendo de relieve su protagonismo, su función social transcendental y consultándole y haciéndole partícipe de los cambios y reformas que se quieran operar.
Gonzalo Larrucea es inspector de Educación, miembro del Consejo Ciudadano de Podemos Euskadi y Responsable del Área de Educación y Política Lingüística.
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