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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

El fantasma que se niega a morir: 50 años de la muerte del dictador y el franquismo sociológico

El dictador, Francisco Franco, en una visita a Vitoria en 1953

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El pasado 28 de octubre leí el titular de un artículo de un periódico de tirada provincial castellano-leonés: “El Gobierno resucita a Franco para celebrar 50 años después”. La realidad es que el dictador ya estaba resucitado antes incluso de que este Gobierno decidiese exhumar su cadáver de Cuelgamuros. Posteriormente, se presenció un aquelarre de personas haciendo el saludo fascista en la calle Ferraz mientras coreaban el 'Cara al Sol'. Muchas de ellas iban ataviadas con sus banderas rojigualdas franquistas.

Sería interesante que quienes sienten predilección por el franquismo —aunque se envuelvan en la bandera del “liberalismo democrático” y se hagan llamar “la tercera España”— dejen de justificar el uso de los símbolos de una dictadura como la de Franco con falsos argumentos sobre el Águila de San Juan y los Reyes Católicos. Estoy ya cansado de explicar la evidencia de las diferencias entre el escudo de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón y la bandera del dictador.

Lo cierto es que el franquismo sociológico nunca murió. Hubiéramos necesitado una especie de Juicios de Núremberg que juzgaran a los criminales que participaron en la dirección de la dictadura durante tantos años. No sería garantía de no retorno, a la vista de lo que está sucediendo en Alemania desde hace una década, pero nos habría garantizado 50 años de tranquilidad y la reclusión de los blanqueadores en el más absoluto ostracismo.

Especialmente en el ostracismo académico e intelectual, dado que la presencia de blanqueadores del franquismo en el mundo de la divulgación histórica es significativa en España. Recientemente leí a un docente de la Universidad Complutense que, tras defender a Juan Carlos I, llegó a sostener que se enorgullece de que los españoles “decidieron que el dictador muriera en la cama”.

El alcalde de Madrid, al mismo tiempo que se niega a quitar las calles vinculadas al franquismo como la dedicada a la División Azul, insiste en azuzar la memoria de Largo Caballero, quien fue prisionero del campo nazi de Sachsenhausen. Otro alcalde, en este caso de Vox en Jaén, editó un calendario de 2026 con el lema “Franco, Franco, viva España, arriba España” para repartirlo entre los clientes de la gestoría que él mismo regenta.

A esta lista de resistencias se suma el alcalde del PP de Baños de Ebro, en Araba, quien se niega a retirar una inscripción franquista en un edificio municipal que reza: “Caídos por Dios y por España”. El alcalde ha sostenido que “no molesta a nadie” y que “no es una simbología tan franquista como se dice”, a pesar de que la Delegación del Gobierno argumenta que el lema forma parte de la fraseología e iconografía del bando vencedor y de la dictadura.

Le sumamos un acto de Vox, por el 12 de octubre, al que acudieron jóvenes enarbolando banderas rojigualdas de la dictadura franquista y coreando el 'Cara al Sol'. Una reciente encuesta del CIS en la que un 21,3% de los españoles piensan que la dictadura de Franco fue buena o muy buena.

En los últimos cinco años he observado manifestaciones mucho más obscenas del blanqueamiento de la dictadura, como la equiparación de las fuerzas de seguridad del Estado del período franquista (Policía Armada, Cuerpo General de Policía con su Brigada Político-Social incluida y la Guardia Civil) a las fuerzas de seguridad de un Estado democrático. Como si elegir ser miembro de los servicios de seguridad de la dictadura fuera como quien decide ser albañil, panadero o ajustador: una elección más del mundo laboral.

Los encargados de mantener vivo un régimen dictatorial, de sostener día tras día los valores antidemocráticos del franquismo, de entrar en los domicilios para detener a las personas que pedían libertad y democracia, de golpear a estudiantes y obreros en manifestaciones, y que torturaban en comisaría o en la cárcel. Resulta que ahora hay que obviar que fueran la representación de la dictadura en la calle, materializada a través de esa placa y ese arma. Eran dictadura y eso les convierte en victimarios. Esta es precisamente la teoría que se sostiene respecto a los servicios de seguridad del III Reich, la URSS o la RDA.

La insistencia en remarcar lo que eran unos, pero no lo que eran otros, es lo que desde este verano está generando que haya personas en diferentes posiciones institucionales amplificando el blanqueamiento de la dictadura de ese franquismo sociológico que mencionaba.

A cambio, hemos tenido una travesía en el desierto de miles de personas que seguían buscando a su familiar desaparecido hasta que se aprobó la Ley de Memoria Histórica de José Luis Zapatero de 2004. ¿Imperfecta? Sin duda, pero al menos fue el primer paso real por los derechos humanos de las víctimas del franquismo en los 26 años transcurridos desde la aprobación de la Constitución de 1978.

También llega tarde la ilegalización de la Fundación Francisco Franco, no ha sido hasta este mes de octubre cuando el Ministerio de Cultura ha enviado a la entidad el acuerdo de inicio de procedimiento de extinción. Llega 50 años después de la muerte del dictador, pero ha llegado.

Recientemente RTVE ha hecho público un mapa interactivo en el que aparecen las 6.000 fosas comunes que hay en España desde el inicio del golpe de Estado de 1936 hasta la muerte del dictador en 1975. Algunas contienen decenas o cientos de personas y otras son individuales. Es evidente que aún hay mucho por hacer a nivel social y educativo.

Puede parecer que no, pero también en Euskadi hay mucho por hacer. Desde lo más simbólico hasta lo más práctico. En cuanto a lo primero, el ámbito simbólico, aún no existe un Día de la Memoria Histórica y Democrática de Euskadi. Afortunadamente, a principios de año, desde Gogora se lanzó la propuesta de crear este día. Incluso el diseño de una escultura, para ese Día de la Memoria Histórica y Democrática, fundiendo el material bélico que se ha recuperado en las excavaciones. Esperemos que llegue pronto.

Decenas de vascos sufrieron el cautiverio en los campos de concentración franquistas. Personas de diferentes colectivos (homosexuales, gitanos, etc.) fueron reprimidos durante el franquismo. Cabe destacar el aumento económico en investigación por parte de Gogora. Decenas de vascos pasaron por campos de concentración nazis y aún no tienen el homenaje merecido. En Barakaldo hemos sido pioneros en esto, pues no solo hemos homenajeado a los 12 baracaldeses que estuvieron en esos campos, sino que la propuesta surgió de las aulas de secundaria de un centro educativo de la localidad. Sería interesante y necesario que este tipo de proyectos se generalizasen a otros municipios.

En cuanto a lo segundo, el ámbito práctico, Euskadi no ha sido la última comunidad autónoma en aprobar una ley de Memoria Histórica, pero tampoco la primera. Navarra en 2013; Andalucía y Comunidad Valenciana lo hicieron en 2017; Aragón, Canarias, Extremadura y Castilla y León en 2018; Asturias en 2019, Cantabria 2021, La Rioja en 2022, mientras que la de Euskadi no llegó hasta 2023. Cierto es que muchas de estas leyes han terminado siendo sustituidas por una “ley de concordia” aprobadas por las mayorías del PP y Vox, y que Euskadi arrastra otro serio problema de memoria con la violencia terrorista, pero resulta curioso que haya sido la última de todas ellas.

Es evidente que la lucha por la memoria histórica sigue siendo una tarea pendiente en España y Euskadi. Desde hace medio siglo, tenemos una deuda democrática y moral con la memoria histórica. La impunidad ha sido la regla, no la excepción, lo que se evidencia en el porcentaje alarmante de ciudadanos que justifican aún la dictadura. Las demoras y las resistencias de los alcaldes que sostienen que la simbología fascista no incomoda a nadie son ejemplo de ello. La verdad, la justicia y la reparación solo se pueden asegurar mediante una acción sostenida, desde la retirada de los símbolos franquistas hasta cada fosa que se abre.

En España y Euskadi, todavía debatimos acerca de la simbología fascista en calles y edificios públicos, así como sobre la equiparación de criminales con servidores democráticos, mientras que Europa sigue con inquietud el renacer de la extrema derecha. A cincuenta años de la muerte del dictador la distinción entre la lección aprendida en otras naciones y nuestra tarea pendiente es abrumadora. La lucha contra el franquismo sociológico exige una respuesta más enérgica que un acuerdo de extinción de la Fundación Francisco Franco; requiere una condena social y política unánime que entierre, de una vez por todas, la larga sombra del régimen franquista. Es hora de empezar a saldar nuestra cuenta con el futuro: el de una democracia sin fantasmas.

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