Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Mientras se funden los glaciares, arden las montañas
A la desaparición de los glaciares se junta ahora otra amenaza sobre las montañas. El fuego trepa convirtiendo las cumbres en rocas incandescentes, mientras las columnas de humo se elevan hasta la estratosfera, como si fuesen volcanes. El cambio climático, provocado por la vandálica explotación de los recursos del planeta desde los orígenes del capitalismo, hace irreversible la regresión de los glaciares. Los recientes incendios forestales se convierten en incontrolables debido, en gran medida, al calentamiento global, que también es consecuencia del actual sistema de explotación de las riquezas del planeta. Hay una diferencia significativa entre ambos fenómenos: la desaparición de glaciares es inevitable, mientras que las catástrofes del fuego se pueden atenuar, limitando el impacto de la emergencia climática.
Megaincendios estivales
No cabe cuestionar la gravedad de los incendios forestales del mes de agosto utilizando argumentos negacionistas. Ni vincularlos a la canícula veraniega, tan habitual como la pertinaz sequía que España padecía durante el franquismo. No sirve recordar la consigna gubernamental “Cuando el monte se quema, algo suyo se quema”, completada a nivel popular con el añadido: “… señor conde”.
El calentamiento global no es un fenómeno lineal que se pueda prevenir. Las catástrofes que provoca el ascenso de temperaturas se caracterizan por su intensidad, virulencia e imprevisibilidad. Ni siquiera es posible establecer una delimitación geográfica. Arde Siberia y se inunda el Sáhara. Las fuerzas de la naturaleza se desatan, resultando inútiles los controles convencionales. Ocurrió con la dana del litoral mediterráneo y sucede con los incendios que arrasan los montes del cuadrante noroccidental peninsular.
Montañas calcinadas
Los escenarios de los implacables incendios de Ourense, Lugo, Asturias, Zamora, Palencia y León, son bien conocidos por quienes frecuentamos sus cumbres. En tres semanas arden 400.000 hectáreas de cultivos y zonas forestales, con cientos de poblaciones y miles de personas desalojadas. Las negras nubes de la humareda llegan hasta las costas de Inglaterra y de la Bretaña francesa. Las experiencias vividas en esas aldeas, valles y montañas, se transforman ahora en sentimientos de condolencia y denuncia.
Un hecho diferencial con anteriores incendios es que afectan a zonas de montaña. La variable de la altura es un dato remarcado el 31 de agosto por el eldiario.es en un artículo titulado: “Los incendios de agosto también baten récords de altitud: el fuego amenaza con asaltar el polvorín de las montañas”. En este texto se dice:“ Los fuegos del mes de agosto no solo han sido los más voraces de la historia, sino que han batido el récord de hectáreas quemadas por encima de los 1.500 metros de altitud. En las últimas dos décadas, nunca se había quemado tanto terreno en cotas tan altas como en 2025, lo que nos acerca a un escenario crítico: la posibilidad de que el fuego penetre sin control en los grandes reservorios de masa forestal de las montañas”.
Durante una travesía con ascenso al monte Catoute, vimos urogallos y huellas de oso en los abedulares próximos a Fasgar. Atravesando la Sierra de Gistredo y enlazando valles de origen glaciar, llegamos a Colinas del Campo de Martín Moro Toledano, aldea con más letras que habitantes. Un megaincendio ha arrasado los montes desde Fasgar hasta Igüeña, uniendo y hundiendo en la desolación las comarcas leonesas de Omaña y El Bierzo.
La Sierra de la Cabrera, conocida por las explotaciones de pizarra a cielo abierto, conserva lagunas de origen glaciar, destacando el Lago de Sanabria. Los incendios de Porto (Zamora), La Baña (León) y Carballeda de Valdeorras (Ourense), remontan laderas y cruzan vertientes. El abandono de la ganadería de montaña facilita que brezos, tojos, piornos, árgomas o escobas, arbustos de fácil combustión, ocupen prados de altura, posibilitando que las llamas escalen hasta Peña Trevinca. Parajes salvajes como el Cañón del Tera, se convierten en torrenteras, no de agua, sino de fuego, afectando al Ribadelago Viejo y Nuevo. Este pueblo fue reconstruido como Ribadelago de Franco tras reventar la presa que en enero de 1959 provocó 144 víctimas.
Cardaño de Arriba ha sufrido dos desalojos, pese a la proximidad de varios pantanos y su ubicación entre cumbres tan relevantes como Peña Prieta, Espigüete y Curavacas. La montaña palentina se ha visto amenazada hasta en parajes tan singulares como Resoba, Brañosera e incluso el nuevo Riaño. Esta población, reedificada tras inundar un fértil valle para construir el pantano que lleva su nombre, arrastra una larga tragedia. Iniciadas las obras en 1965, la resistencia vecinal las paralizó. La decisión de embalsar, ahogando nueve pueblos, la tomó un gobierno del PSOE. Las compuertas se cerraron, con intervención militar, el 31 de diciembre de 1987. Al día siguiente entraba en vigor la directiva europea que lo impedía por motivos medioambientales.
La pétrea fortaleza caliza de Picos de Europa se ha visto amenazada por la ofensiva de las llamas que la asediaban por la vertiente leonesa y asturiana, forzando el desalojo de los pueblos del valle de Valdeón e impidiendo el acceso a la popular Senda del Cares. En las altas cumbres, densas humaredas han sustituido a las persistentes nieblas; negras cenizas a la blancura de la nieve.
Los incendios de Asturias han amenazado espacios tan sensibles como el parque natural de Somiedo o los Picos de Europa en Ponga y Cabrales. El fuego ha afectado a toda la Cordillera Cantábrica, desde la cántabra Sierra de Hijar hasta os Ancares en Lugo. El impacto ha sido todavía mayor en los Montes de León, donde ninguna de sus grandes sierras se ha salvado de la quema.
Proteger las montañas
El 26 de agosto se celebró en Cervera de Pisuerga un acto público en “Defensa de la Montaña Palentina”. Era una “concentración ciudadana contra la desidia de las administraciones ante los incendios y en defensa de nuestros bomberos forestales”. “Contra la precariedad y condiciones laborales insostenibles de los bomberos forestales”. “Contra el negacionismo climático. Dimisión de máximos responsables de la Junta”. “Proteger los pueblos y preservar la biodiversidad y el futuro de nuestros montes”.
Entre los grandes incendios destacan los climáticos. Se desarrollan en condiciones atmosféricas extremas, cada vez más frecuentes: olas de calor, escasa humedad y fuertes vientos. Tales fenómenos, además de amenazar pueblos, destruir cosechas y quemar bosques, calcinan la tierra y contribuyen a intensificar la contaminación atmosférica provocada por los gases de efecto invernadero que generan lo combustibles fósiles.
Poco importa que no sea cierto que hace dosmil años una ardilla pudiese recorrer la península ibérica saltando de rama en rama. La biodiversidad requiere variedad, no homogeneidad. Las plantaciones de pinos y eucaliptos amplían la superficie arbolada a costa de los cultivos, la ganadería extensiva y los bosques. El modelo forestal vigente es una reminiscencia de la política agrícola de la dictadura, que arrasó y privatizó bosques públicos y comunales, en beneficio de los terratenientes.
El PP plantea crear un “registro de pirómanos” en un vano intento de poner puertas al campo. El PP actúa igual al exagerar el problema okupa con el fin de ocultar la tragedia de los desahucios, derivada del drama social de la vivienda. Entretanto, el “pacto de estado” propuesto por el gobierno PSOE – Sumar no logra ni el apoyo de las fuerzas de izquierda. Paliar las consecuencias de la emergencia climática requiere medidas mucho más drásticas y a largo plazo.
Los megaincendios son un producto del antropoceno. Hace dos siglos, un capitalismo incipiente se propuso dominar la naturaleza alterando la estabilidad del planeta. El resultado es el calentamiento global, que deriva en emergencia climática. Una de sus consecuencias son los incendios incontrolables, la mayoría provocados por la acción humana, aunque no sean intencionados.
Las condiciones meteorológicas precisas para generar un megaincencio (sequía, calor, viento), son también el medio de extinción más eficaz al darse el efecto contrario: bajan las temperaturas al llegar las lluvias y los vientos húmedos. No hay en la actualidad medios técnicos adecuados para extinguir incendios de 6ª generación, que abarcan extensiones de más de 10.000 hectáreas. Toca atenuarlos con medidas de prevención y actuando sobre la ordenación de territorio.
Un pacto político no basta para transformar el modelo económico y social vigente: es necesario repoblar pueblos vaciados con gente inmigrante que sabe y quiere trabajar la tierra, liberar al ganado de las macrogranjas para que vuelva a pacer en los prados de montaña, ampliar los bosques autóctonos eliminando las especies invasoras, desmilitarizar la UME, creando un cuerpo dedicado exclusivamente a combatir la emergencia climática.
Aunque el monte sea propiedad de un marqués o de un conde, y se dedique a actividades descritas en La escopeta nacional, necesita protección. Lo cual supone expropiar terrenos baldíos y crear espacios protegidos. En los bosques comunales (propiedad de los pueblos), hay menos incendios que en los privados. Buen ejemplo son los hayedos de Navarra y los pinares de Soria.
Si los Reyes en visita protocolaria a Las Médulas ven un panorama desolador, significa que la magnitud de la devastación, sufrida por gentes de los pueblos y combatida por bomberos forestales, resulta inimaginable. Sobre Las Médulas, enclave de excepcional valor geológico e histórico, toca decir que el acomodo turístico ha prevalecido sobre la prevención y conservación del monumento natural patrimonio de la humanidad.
La relación de montañas y poblaciones afectadas por los megaincendios de este terrible agosto del 2025 no ha dejado de aumentar durante tres semanas. Conforme se reclama mediante movilizaciones ciudadanas, además de tomar medidas precisas para impedir que se repitan las dramáticas consecuencias de esta catástrofe sin precedentes, deben abandonar sus cargos los políticos responsables de tanta negligencia y caótica gestión. Los delitos ambientales no se apagan al dejar de arder las hogueras.
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