Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Otegi, como el nuncio
Respecto al pasado terrorista en Euskadi, Arnaldo Otegi parece manejar criterios bastante similares a los que ha manejado el nuncio Renzo Fratini, al hablar, en su despedida, del pasado franquista de España. “No ayuda a vivir mejor recordar algo que ha provocado una guerra civil”, declaró el nuncio a Europa Press, criticando el intento del Gobierno de España de exhumar los restos de Franco del Valle de los Caídos. Arnaldo Otegi, por su parte, se conformó con “haber contribuido” a que ETA desapareciese, para no condenarla explícitamente, a lo largo de la polémica entrevista que concedió a Televisión Española.
En ambos casos, se hace bastante evidente la apuesta por la desmemoria. Supongo que para la Iglesia Católica no resulta agradable recordar su complicidad con la sublevación militar de Franco, bendecida como “cruzada” por los obispos españoles; y saludada entusiásticamente por el Papa de entonces, Pío XII, tras la victoria de los golpistas, en su mensaje dirigido a “todos los fieles cristianos de España”. Tampoco es plato de gusto para EH Bildu, y, más en concreto, para su coordinador general, asumir responsabilidades por haber apoyado una larguísima escalada terrorista, que ha dejado 850 muertos por el camino (la mayoría de ellos en plena democracia), como expresión del proyecto político totalitario que aspiraba a implantar.
Por eso, a estas alturas, Arnaldo Otegi sigue sin reconocer algo tan simple y tan de sentido común como que “matar estuvo mal”. ¿Dónde está el problema para asumirlo? En el relato. Sí, porque no hay un solo relato para explicar el terrorismo liberticida de ETA, según afirma el dirigente de EH Bildu barriendo para su casa. Y lo mismo afirma el nuncio Fratini barriendo para la suya, cuando manifiesta: “A Franco algunos le llaman dictador, algunos dicen que ha liberado a España de una guerra civil, que ha solucionado un problema. No continuemos peleándonos sobre si tenía razón o culpa”. Algo parecido podría decir Otegi: “Para algunos, ETA ha sido un movimiento totalitario. Para otros, un movimiento de liberación nacional, como llegó a reconocer el propio Aznar. Dejemos, pues, de hablar del pasado y centrémonos en el futuro”.
Podría parecer que, en esta resistencia a la autocrítica, hay un reconocimiento implícito de las propias culpas, aunque dé un cierto apuro hacerlo público. Si así fuera, sería cuestión de tiempo que EH Bildu terminara rectificando. Ahora bien, en este punto surge una pregunta simple: la contribución de Otegi al fin de ETA –con la colaboración necesaria de la Guardia Civil y del Gobierno socialista de la época- ¿se produjo porque acabó entendiendo que estaba mal matar, o porque el terrorismo ya no era útil para la estrategia política de la autodenominada izquierda abertzale?
Su respuesta televisada despeja cualquier duda: “Nuestra estrategia política ya no necesitaba la violencia armada para conseguir sus objetivos”. Lo mismo que se podía leer en Gara el 21 de octubre de 2011, horas después del anuncio de los encapuchados que ponía fin a su historial delictivo: “La decisión comunicada por ETA supone la continuación adaptada a la coyuntura histórica actual de más de cincuenta años de lucha del independentismo de izquierdas”. Así pues, en adelante, y sigo con “Gara”, “las formas de lucha serán pacíficas y democráticas, lucha ideológica, lucha institucional y lucha de masas”.
La “lucha armada”, pues –no el terrorismo, la lucha armada-, ya no es necesaria. Pero lo fue en su día. Los terroristas no asesinaban, no secuestraban, no sembraban el miedo, no coartaban la libertad de una inmensa mayoría de la sociedad vasca, no prolongaban en suma el espíritu del franquismo en el País Vasco. Eran patriotas, luchadores por la libertad de Euskadi. Pudieron pasarse en algún momento, generar “más dolor del que teníamos derecho a hacer”, en palabras de Otegi, pero la autocrítica no va a ir más allá. No puede ir más allá. Simplemente, porque la acción de ETA forma parte del relato del “independentismo de izquierdas”. Por eso, EH Bildu no tiene, hoy por hoy, la más mínima intención de desautorizarla.
Lo que hizo su vanguardia armada, sigue pensando, estuvo bien hecho –víctimas colaterales al margen-, como lo prueba que sus activistas sigan siendo homenajeados cuando salen de la cárcel. ¿Y por qué no habrían de serlo si, al fin y al cabo, son vascos al cien por cien, es decir, vascos de “los nuestros”? ¿Vascos que se sacrificaron por la liberación de un país oprimido por España?¿Y por qué los vascos tendríamos que caer en el relato que quiere imponernos el Estado español?
Cosa distinta es que la autodenominada izquierda abertzale esté en condiciones de ser demasiado explícita. Y, por eso, la desmemoria por la que prefiere optar tenga una fuerte carga ideológica, aunque no pueda ser expresada abiertamente. Como la tiene la que el exnuncio Fratini preconiza, cuando afirma que, en el intento de exhumar los restos de Franco, subyace la “ideología de algunos que quieren de nuevo dividir a España”.
Ni los de “la España y la anti-España” ni los de “la Euskadi y la anti-Euskadi” están dispuestos a dar su brazo a torcer o a dejar de influir en la vida política, aunque no tengan la suficiente fuerza para imponerse y necesiten, por tanto, actuar con prudencia. Por suerte para todos, ni el franquismo ni el terrorismo de ETA son referencias que susciten especial atractivo social. Hoy aún, al recordarlas, podemos entonar con alivio “Las vacas del pueblo ya se han escapau”, como dice la vieja canción festiva. Pero nos han dejado algunas boñigas que han quedado por recoger, porque huelen bastante mal.
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