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Eduardo Santos, de mediador invisible en la película 'Maixabel' a consejero en el Gobierno de Navarra

Eduardo Santos, en medio de Maixabel Lasa e Ibon Etxezarreta, en el homenaje a Juan María Jáuregui de 2014

Iker Rioja Andueza

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En la película ‘Maixabel’, que cuenta el encuentro restaurativo entre la viuda de un asesinado por ETA, Maixabel Lasa, y dos de los tres terroristas del comandó que ejecutó el atentado, Luis Carrasco e Ibon Etxezarreta, una de las escenas más impactantes muestra al segundo comprando un ramo de flores para participar en el homenaje a su víctima, a Juan María Jáuregui, gobernador civil de Gipuzkoa durante el último tramo del mandato de Felipe González e impulsor de la investigación contra los GAL. Son tantas rosas rojas como años ausente de la conmemoración y una blanca como símbolo del arrepentimiento sincero. El personaje que interpreta Luis Tosar monta en un Golf y se dirige al lugar y se encuentra con Blanca Portillo. Espontáneamente, ella le pide que le acerque al lugar y llegan juntos para sorpresa del resto de invitados.

Es una licencia artística de la película, porque en la realidad había una tercera persona en el coche. El conductor se llamaba Edu. Detrás del hipocorístico está el abogado, profesor de Derecho y mediador Eduardo Santos Itoiz (Pamplona, 1973), ahora consejero de Políticas Migratorias y Justicia del Gobierno de Navarra. Con la socialista María Chivite al frente, este gabinete es una coalición entre PSN, Geroa Bai (Socialverdes y PNV) y Podemos en la que él es el único representante morado. Antes fue diputado en el Congreso por esta misma formación política. Recientemente ha dejado la secretaría general de Podemos en la comunidad foral.

Su papel en trama real detrás de ‘Maixabel’ es crucial. Santos fue, de hecho, el anfitrión del primero de los encuentros entre Lasa y Etxezarreta, al que han seguido muchos otros. Se produjo en su casa, a las afueras de Pamplona, y asistió a la reunión de principio a fin, así como a todos los trabajos preparatorios. En la cita solamente se refleja el papel de Esther Pascual, la mediadora principal en la ‘vía Nanclares’, pero no la única. El periodismo, siempre más exacto y certero que el cine, sí lo documentó. Una cámara de Mercedes Milá, a la que acompañaba otro de los invisibles de ‘Maixabel’, Txema Urkijo, recogió el antes y el después de esa cita y grabó dentro de la vivienda. En la mesa no había tres vasos sino cuatro, los de Maixabel, Ibon, Esther y Edu.  

La viuda de Jaúregui, que con Juan José Ibarretxe y Patxi López fue responsable de la Oficina de Víctimas del Gobierno vasco, se había reunido antes con Carrasco en la cárcel de Nanclares de la Oca, en Vitoria. Allí se estaban agrupando en aquella época los condenados que se desmarcaban de ETA y del colectivo de presos oficial, el denominado EPPK, mientras el resto estaba alejado y disperso. Un tercer terrorista participó en el atentado, Patxi Xabier Makazaga. De hecho, fue él quien apretó el gatillo. Nunca se desmarcó del EPPK aunque algunas informaciones apuntan a que recientemente habría pedido verse con su víctima, sin que ninguna fuente oficial lo confirme. “Es difícil ausentarse un día entero y decir que vas a comprar tabaco. Siempre hay alguien que hace la pregunta: ‘Oye, ¿tú no estarás metido en esto?’. Hemos mentido como bellacos”, ha dejado escrito Santos en un libro titulado ‘Los ojos del otro’ y que se editó en 2013. “Estas cosas no se hacen bajo los focos”, se limita a responder en el presente sobre esta hipótesis.

Santos bromea con que la directora, Icíar Bollaín, ha hecho un trabajo magnífico: el buen mediador ha de ser “invisible” y esta cualidad está fielmente recogida en 115 minutos de metraje. No hay atisbo de enfado; al contrario, en Santos hay emoción por ver el resultado de la película. El facilitador, de hecho, impulsó desde se nueva responsabilidad en el Gobierno una ‘première’ muy especial en la cárcel de Pamplona a la que asistieron Bollaín y Lasa y que congregó a medio centenar largo de presos, que agradecieron entre aplausos el alegato a favor de las segundas oportunidades. Los de ETA, del EPPK, optaron por seguir su rutina y no acercarse a ver la película.

Santos decide contar su historia a elDiario.es en un restaurante del centro de Pamplona. Euskaldun, con un mensaje rotundo en contra de cualquier tipo de violencia y temeroso de la “involución” en algunos mensajes políticos, se expresa con pausa, como midiendo cada palabra. También en los encuentros entre víctimas y victimarios todo estaba guionizado y calculado. Antes de la cita ya se había realizado un cuestionario de más de veinte preguntas a ambas partes. “Yo ya sabía que le iba a decir que prefería ser la viuda de Juan Mari que su madre”, explica. Ese cuestionario está en el libro 'Los ojos del otro'. Una de las preguntas clave a los terroristas es ésta: “Si tuviese pastillas mágicas que borrasen el dolor, ¿a quiénes se las daría?”.

Hemos ido a encerrarnos en casa con un paquete de pañuelos y con la sensación de no poder soportar tanta miseria

¿Por qué alguien se presta a poner su casa para algo semejante? Cuenta Urkijo -paradojas de la vida ha acabado en el bando ‘contrario’ al de Santos, en Más País, aunque con mucho cariño le considera “un tipo encantador”- que los encuentros restaurativos se gestaron con apoyo institucional, pero que la llegada de Mariano Rajoy al Gobierno central los frenó en seco. Con ETA aún activa formalmente porque hasta octubre de 2011 no comunicó el cese del terrorismo, Mercedes Gallizo en Instituciones Penitenciarias -hasta hace nada las cárceles vascas las gestionaba el Estado-, Lasa y Urkijo en la Oficina de Víctimas y el socialista Jesús Loza como comisionado para la Convivencia del lehendakari López fraguaron el proyecto. Pascual se reunió con los presos de la ‘vía Nanclares’ -con todos a la vez- y les sondeó. Hubo con ellos “talleres de convivencia”. Varios dieron el paso de querer ver a sus víctimas. Los primeros encuentros se hicieron en la propia prisión, ahora ya en desuso pero que sigue en pie y que acogió parte del rodaje. En paralelo, varios familiares de asesinados quisieron hacer lo propio con los exterroristas.  

De repente, el cambio de Gobierno dejó unos procesos necesariamente lentos quedaron sin amparo institucional. Y ahí es cuando Santos propuso ceder su casa para que se vieran Lasa y Etxezarreta. Era mayo de 2014, muchos años después ya de iniciado el proceso. Y luego de dos meses, el 29 de julio de ese año, se produjo la fotografía de Etxezarreta, arrepentido, en el homenaje a su víctima. En la imagen que acompaña a esta información aparece Santos en medio de ambos protagonistas con un paraguas… y una sonrisa.

“Maixabel e Ibon no son amigos”

“El proceso pertenece a las partes y las consecuencias también. El facilitador no puede tener más tiempo de protagonismo que el estrictamente necesario para tender el puente que las partes decididas a reunirse le solicitan. Luego debe retirarse y prepararse para el siguiente encuentro”, escribió también en el libro. Pero, obviamente, ese mediador no es un mero figurante: “Hemos reído y hemos llorado con las personas con las que estábamos, porque la expresión de sentimientos no es incompatible con la neutralidad; a veces en silencio, a veces con una sensación interior de desgarro o de sorpresa por el dolor que nos estaban confiando. A veces con una sensación de irrealidad profunda. Y luego hemos ido a encerrarnos en casa con un paquete de pañuelos y con la sensación de no poder soportar tanta miseria”.

“Maixabel e Ibon no son amigos”, cuenta sobre la sorpresa que genera en quienes han descubierto ahora esta historia la buena relación entre ambos. Explica Santos que el arrepentimiento de Etxezarreta es genuino. Asegura que en sus permisos carcelarios -cumple todavía una larga condena y nada de esto le ha supuesto un beneficio penitenciario- no puede desplazarse por Gipuzkoa sin recordar que aquí hizo un seguimiento, que allá cometió un atentado y que acullá vigiló un cuartel de la Guardia Civil para informar a la banda. Eran mercenarios que recibían las instrucciones de la misión en un sobre y la ejecutaban. “No hay nada más deslegitimador de la violencia que quienes la han ejercido te digan que no sirve absolutamente para nada”, concluye el mediador invisible.

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