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El director de Mercedes-Benz y su hijo se defienden de las acusaciones en el juicio atacando al denunciante

Emilio Titos y su hijo, en el banquillo de los acusados

Iker Rioja Andueza

La expectación era máxima este lunes desde primera hora en los pasillos del Palacio de Justicia de Vitoria. En el banquillo de los acusados se sentaba en esta ocasión Emilio Titos, director general de la planta de Mercedes-Benz en Vitoria y, por extensión, de la automovilística en España. Es decir, el primer ejecutivo de la primera empresa vasca. A su lado, su hijo, del mismo nombre y con sonrisa nerviosa. Él también trabaja para la compañía. Los dos están acusados de conducción temeraria por haber circulado a gran velocidad con dos vehículos deportivos de gran cilindrada por el puerto de Herrera y por haber provocado la salida de calzada de un Ford Mondeo conducido por un hermano del exconsejero del Gobierno vasco, Patxi Ormazabal. El tándem no sólo ha proclamado su inocencia -“era un paseo”; “no era una carrera”-, sino que ha basado su línea de defensa en acusar de falsedad al denunciante, del que aseguran que ha querido sacar “tajada” del accidente del que salió con lesiones (pequeñas, eso sí) y el coche “siniestro total” (20.000 euros en daños).

Al frente de la defensa de los Titos ha estado un viejo conocido de la plaza, el abogado de Cuatrecasas Gonzalo Susaeta, quien desde 2010 y hasta hace tan sólo unos meses acompañó al ex 'número dos' del PNV de Álava, Alfredo de Miguel, acusado de varios delitos de corrupción. Como en aquel caso, la principal baza de Susaeta ha sido sostener que el origen, la denuncia, es “manifiestamente falsaria”. Durante sus conclusiones, poco o nada ha explicado de los motivos que llevaron a padre e hijo a sacar de una exposición en la fábrica de la automovilística alemana dos vehículos de entre 500 y 600 caballos, con los que se hicieron decenas de fotografías. Ha preferido enfatizar que el Alejandro Ormazabal, la víctima, “roza el 11.2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial”, que obliga a desestimar las denuncias falsas.

En busca de la duda razonable

Susaeta, en primer lugar, ha subrayado que Ormazabal tardó “cinco meses” en presentar la denuncia después de ocurridos los hechos, en septiembre de 2016. De hecho, ha esgrimido un correo electrónico de octubre de ese año en el que el denunciante citaba a Titos padre a una bodega para discutir el asunto. Un “chantaje”, en palabras del propio Titos. Y ha añadido que ni la Ertzaintza ni la Policía de Vitoria, que por diferentes circunstancias intervinieron en los instantes posteriores al siniestro, denunciaron de oficio lo ocurrido.

Además de esos supuestos intereses particulares, la defensa de Titos ha intentando demostrar igualmente que el adelantamiento de los bólidos conducidos por padre e hijo en ningún caso motivó la salida de calzada. “No existen testigos directos de los hechos. Ninguno. El accidente no lo presencia ninguna persona”, ha asegurado Susaeta, que ha apelado al principio de que hay que absolver a los acusados si no hay pruebas “más allá de toda duda razonable”. Él y su compañero Jon Ruiz se han esforzado, precisamente, en aportar esas “dudas razonables”. La principal, que no es descartable que fuera la víctima quien conducía mal. Han insistido en que entró “pasado” a la curva donde se salió de la calzada, cuando él alega que dio un volantazo para no colisionar con uno de los Mercedes-Benz deportivos cuando le adelantaba a gran velocidad.

Además, para explicar que se pueda acusar de ir “pasado” a quien está siendo adelantado y defender que el que va más rápido circula correctamente, han contratado al expiloto de rallies Luis Villamil para establecer que lo que para un Ford Mondeo es inadecuado, para un coche de altas prestaciones es una maniobra segura y de rutina. “Esto es el equivalente a un Ferrari”, ha razonado Villamil. “Sin superar la máxima, la velocidad media de estos coches es muy superior”, ha apostillado para matizar las afirmaciones de otros conductores que aquella tarde de 2016 iban por Herrera y que sí se sintieron adelantados por dos automóviles en plena carrera.

Enfrente de Susaeta, al frente de la acusación, se hallaba el fiscal Manuel Pedreira, especialista en seguridad vial pero que precisamente tuvo un papel destacado en el juicio del 'caso De Miguel'. En un momento de su alegato de conclusiones, Susaeta ha cambiado la tercera persona por la segunda y ha interpelado directamente al fiscal: “Dame un mínimo de objetividad”. Luego ha añadido, ya en genérico y sin mirar a Pedreira, que “las acusaciones deberían mirar si en este caso han cumplido con las obligaciones que marca la Constitución”.

Coches de hasta 600 caballos

El juicio ha arrancado con algo de retraso. Los primeros en declarar han sido, por este orden, Titos hijo y Titos padre. Se apreciaba que traían muy preparado el relato exculpatorio, pero ello no ha evitado que incurrieran en pequeñas contradicciones, sobre todo sobre los horarios. Según han explicado, la fábrica de Mercedes-Benz recibió para una exhibición al público en Vitoria “dos vehículos icono de la marca”, dos deportivos de color amarillo y negro (éste descapotable). Tenían 600 y 500 caballos, respectivamente. Como “fans” del mundo del motor, aprovecharon la oportunidad para rodarlos. Era un experiencia limitada a “gente de la casa”.

El empresario salió de Vitoria a los mandos del coche oscuro y el hijo condujo el más llamativo. Han alegado que aquello no era una “competición” precisamente porque al día siguiente había que devolver los deportivos a la exposición, lo que exigía “extrema precaución” en el “paseo” para que no tuvieran ni un solo rasguño. El recorrido previsto era una ida y vuelta a la Rioja Alavesa por Herrera con una parada para hacer fotografías en el Balcón de La Rioja. ¿Exceso de velocidad? Los Titos sólo han admitido que pudieron alcanzar los 110 -Herrera está limitado a 90 en los mejores tramos- “en adelantamientos”, un resquicio que permite la normativa.

La pareja subió el puerto, hizo la parada en el Balcón de La Rioja, completó el descenso, giró 180 grados antes de llegar a Leza y retomó la vía de regreso a Vitoria. Fue en el punto kilométrico 26,7 cuando se salió de la calzada el Mondeo de Ormazabal. Éste ha narrado que fue el coche “amarillo” el que le adelantó de manera temeraria, como si hubiera perdido el control, en una sucesión de curvas. Ello señalaría a Titos hijo, pero ambos han explicado que en la parada en el mirador se intercambiaron los coches. En la vuelta, el joven Titos iba por delante y el empresario por detrás. Ormazabal ha sugerido que él también haría lo que fuera por proteger a sus hijas de cualquier problema.

“Pasaban a toda pastilla”

Padre e hijo realizaron una segunda parada en Peñacerrada después del incidente. Ellos alegan que nada vieron y que los “tres o cuatro” adelantamientos que realizaron fueron seguros. Pero lo cierto es que pocos minutos después de rebasar a Ormazabal volvieron a detenerse. ¿Quién iba delante? ¿Quién conducía el segundo coche, el amarillo, cuando el Mondeo se salió de la calzada? Ambos acusados han indicado que era el padre. Entienden que no hubo nada raro en aquel “paseo” pero, sin embargo, alegan el hijo no iba al volante. No obstante, a preguntas de su señoría, el juez Roberto Ramos, el empresario ha cometido un pequeño error, ha asegurado que él marcó con el intermitente la parada de Peñacerrada para que ambos coches se detuvieran. Al darse cuenta del desliz, ha indicado que el lo indicó desde atrás y que su hijo, desde el retrovisor del coche delantero, vio la señal y se paró, lo que para el fiscal es difícil de creer.

¿Qué ocurrió después? En Herrera, un Mitsubishi se detuvo a auxiliar a Ormazabal. La conductora, una arqueóloga que volvía de una excavación en la Rioja Alavesa con tres compañeros, ha declarado que también se cruzó con los deportivos. Y dos veces. Como en el caso del Mondeo, en el tiempo en que el todoterreno de los arqueólogos completaba la subida del puerto de montaña, con pendientes de hasta el 14%, los Mercedes-Benz tuvieron tiempo de llegar a Leza y adelantarles después. Ambos se toparon con los Titos en dos ocasiones, una de frente y otra en el mismo sentido. C. C., como así se llama la conductora, ha asegurado que “pasó miedo” al cruzarse con los bólidos y que, nada más ver el siniestro, supo de quién había sido la responsabilidad. “Pasaban los dos a la vez a toda pastilla. No nos pasó a nosotros por suerte”, ha manifestado.

Entretanto, Titos hijo había quedado en la planta de Mercedes-Benz para enseñar el coche amarillo (y no el negro) a amigos suyos. El padre con el negro (y no con el amarillo) recogió a su mujer y a sus consuegros para dar otro paseo, en este caso hacia el norte de Álava. En la emisora de la Ertzaintza -y también a los municipales de Vitoria- ya se había avisado de que se había producido un incidente en el puerto y que había que localizar dos deportivos, según habían descrito a una patrulla los testigos.

La Policía local decidió enviar a la fábrica de Mercedes-Benz a una dotación ya que conocían de la exposición de vehículos. En efecto, al llegar se toparon con el hijo del director general saliendo del aparcamiento de la planta con el amarillo. Los agentes intervinientes han declarado que al informarle de lo ocurrido se puso “muy nervioso” y que sólo pedía hablar con su padre. La defensa alega que fueron “agresivos” y que le acusaron sin pruebas. En efecto, Titos padre recibió una llamada. “Papá, me ha parado la Policía”. Y el responsable de la principal empresa vasca acudió a la zona con el segundo deportivo, el de color negro. “Fue un impacto muy fuerte”, ha explicado quien ha reiterado que no vieron nunca “ningún accidente”.

Los abogados de Ormazabal piden cuatro años de cárcel y ocho de retirada de carné de conducir para la pareja. Finalmente, no acusan del delito de omisión de socorro por un defecto de forma en la investigación, aunque lo dan por acreditado. La Fiscalía también, pero por igual motivo no formula acusación. El ministerio fiscal mantiene una petición de condena por “conducción temeraria” con “grave desprecio a la vida de los demás” pero, en el último trámite, Pedreira ha rebajado la petición de cárcel de dos años a un año y tres meses (más de tres y medio sin permiso de conducir).

Aunque no esté claro quién conducía el coche amarillo en el momento de los hechos -Ormazabal y Camarero no han podido identificar en el juicio al conductor del descapotable negro que habría servido como descarte-, el fiscal Pedreira entiende que ambos condujeron de manera imprudente y a velocidad “absolutamente excesiva”. Y no sólo en el lugar del accidente, sino en toda la ruta. También ha destacado que es “un buen indicio” de la velocidad a la que iban el ver cómo apenas unos minutos después del siniestro ya estaban en otras citas en Vitoria. “Afortunadamente no hay resultado de muerte”, ha añadido el letrado que defiende los intereses de Ormazabal, al que los Titos se han negado a contestar. Mientras, Susaeta ha implorado que en el derecho penal es básico “individualizar” las penas y que no se pueden fijar castigos en grupo. El caso ha quedado visto para sentencia.

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