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ENTREVISTA

Francisco Zaragoza: “Sigue sin ser cómodo ser agente de la Guardia Civil o de la Policía Nacional en Euskadi”

Francisco Zaragoza

Iker Rioja Andueza

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En la entrevista con Francisco Zaragoza es más larga la parte en la que explica los atentados de ETA que sufrió en la década de 1980 que el cuestionario. Zaragoza entró a la Policía Nacional en 1979 y salió de ella menos de diez años después por las lesiones que sufrió. Ahora preside la Asociación de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado Víctimas del Terrorismo (ACFSEVT) y atiende a este periódico horas después de que el Gobierno vasco presentara un informe en el que reconoce a los más de 350 agentes de la Guardia Civil y de la Policía Nacional asesinados por ETA, a sus familiares y a los más de 700 heridos, un acto que incluyó un reconocimiento a la labor de estos cuerpos en Euskadi, una denuncia de la “exclusión” social que sufrieron y una petición para poner en valor sus funciones. Para Zaragoza es un paso incuestionable pero también lo ve insuficiente y considera que todavía una década después de finalizado el terrorismo de ETA “sigue sin ser cómodo” estar destinado en este territorio.

¿Cómo han acogido este informe?

Se nos ha hecho entrega de una copia digital. No me ha dado tiempo a leerlo completamente, pero lo que he visto por encima me parece bien. Aunque, a mi entender, se queda un poco corto. Faltan muchos datos y faltan cosas. Se nota que quien lo ha hecho no ha sufrido lo que hemos sufrido nosotros, los que somos los protagonistas de ese informe. Para mi gusto, se queda un poco corto. Hay testimonios de compañeros, pero son catorce personas. No me parece que sea una población suficiente como para emitir un juicio preciso.

¿Qué echa en falta?

La edad de los asesinados y de los heridos, por ejemplo. La horquilla de edad está entre los 24 y los 35 años. Si la trasladamos a los años en los que ocurrieron los atentados, vemos que no tenían nada que ver con el anterior régimen, que es de lo que se estaba quejando la banda terrorista. ETA argumentaba que luchaba contra los invasores que venían en nombre del Estado español, pero eran chavales de 25 ó 30 años que no tenían ni idea y que habían sufrido lo mismo en la dictadura. También habían corrido delante de los ‘grises’. Incluso alguno de ellos había cobrado también por parte de los grises.

¿Ser Guardia Civil y Policía Nacional en Euskadi era diferente a serlo en otros lugares?

No era nada cómodo, no. Y sigue sin ser cómodo. Incluso hoy en día no puedes ir haciendo pública tu profesión. Y no hablo sólo de un guardia civil o de un policía nacional, también pasa con un ertzaina.

En este informe se menciona expresamente que hubo una estigmatización social que iba más allá de los propios atentados. ¿Cómo se traducía esto en el día a día de los agentes y de sus familias?

El primer obstáculo es ese miedo a sufrir un atentado terrorista, a ser un objetivo. Hay compañeros que no han soportado la presión y han cometido suicidio. Hay compañeros que han abandonado el cuerpo. Hay compañeros que… En fin, todo lo que te puedas imaginar lo hemos sufrido. Ninguna esposa de policía decía lo que era su marido. Los agentes de la Guardia Civil tuvieron la suerte de que podían residir en pabellones oficiales dentro de los cuarteles, pero en la Policía Nacional tuvimos que buscarnos pisos de alquiler.

Los casos de torturas que se han conocido han sido juzgados por los tribunales. No creo que, como colectivo, tengamos que pedir perdón por lo que haya hecho una manzana podrida

¿Cuál es su historia?

Nací en Valencia, entré en la Policía en el año 1979, estuve destinado en Madrid y posteriormente en Pamplona, donde nació mi hija. Después me destinaron de nuevo a Valencia y estuve en una unidad de reserva general. Nuestro trabajo estaba en toda la geografía española. Cubríamos las alteraciones de orden público en cualquier punto de la geografía española y sobre todo aquí, en el País Vasco.

[...]

En Pamplona ya tuve un atentado terrorista no dirigido contra mí, personalmente, sino contra los policías que estábamos custodiando el Gobierno civil. Las lesiones por el paquete-bomba fueron mínimas. El año 1983, en San Sebastián, a través del mercado de frutas, por el tejado, accedieron al hospital militar donde nos alojábamos unos 500 policías. Pusieron explosivos. Ese atentado no figura todavía en los registros del Ministerio del Interior. No hay autores conocidos ni hay nadie responsable de ese atentado. En caso de haber explotado, ese explosivo habría destrozado el edificio. Tenía pilares de madera. Se habría hundido todo. Dentro estábamos unas quinientas personas, ¿eh? También en 1983, al pasar por la fábrica de Coca-Cola de San Sebastián, había un coche aparcado, un coche-bomba, y al paso de dos furgones hizo explosión. Murió un policía. En 1983 también en diciembre, un comando etarra secuestró a una pareja de policías locales, los ató en el monte, se vistieron con sus uniformes y bajaron con su coche hasta el Boulevard. Dispararon a bocajarro contra dos policías compañeros míos. Uno murió en el acto y el otro quedó herido muy grave.

[...]

Y, en diciembre de 1988, fui destinado a un partido de fútbol de Segunda División, el Eibar-Sabadell. Íbamos tres vehículos de convoy e hizo explosión un coche-bomba que había aparcado. Tenía 60 kilos de explosivos y 70 de tornillería. Nuestra furgoneta quedó como un queso de Gruyère. Voló unos 30 metros y se clavó en el centro de la fábrica de máquinas de coser. Salimos como pudimos los pocos que pudimos salir. Entonces nos dispararon desde un monte cercano. Ya no me reincorporé a mi puesto de trabajo. Las lesiones eran tan graves que derivaron en una incapacidad permanente total y en una amnesia de prácticamente un año. No conocía. Estuve muchos-muchos meses sin conocer ni siquiera a mi esposa, a mis hijos o a mi hermano.

El informe parte de un Gobierno nacionalista vasco. De hecho, este lehendakari, Iñigo Urkullu, llegó al cargo de 2012 demandando un “repliegue” de las Fuerzas de Seguridad del Estado. ¿Es un paso histórico este reconocimiento?

Como asociación, estuvimos cuando comenzó el Consejo Vasco de Participación de Víctimas. Fuimos de los primeros en participar. Pero cuando vimos el viraje nacionalista que tomó el tema nos salimos. ¿Ahora ha habido otro viraje? No puedo calificarlo porque todavía no lo percibimos.

¿Pero al menos pone en valor el hecho de que un Gobierno nacionalista haya reconocido a las Fuerzas de Seguridad del Estado?

Nos ha sorprendido enormemente que eso haya sido así. Evidentemente, claro que lo ponemos en valor. Pero después de cuarenta o cincuenta años en que lo hemos pasado mal, por un solo día todavía no nos ha dado tiempo a recuperarnos.

¿Consideran que las Fuerzas de Seguridad del Estado deberían recuperar competencias en Euskadi?

Es el Gobierno el que decide quién y cómo se hacen las cosas. No somos quién para dictaminar.

Otros informes, también del Gobierno vasco, han planteado que también se han dado casos de torturas y de violencia policial. ¿La Guardia Civil y la Policía Nacional deberían dar también pasos de autocrítica en este sentido?

Mire, los casos de torturas que se han conocido han sido juzgados por los tribunales. Y se ha condenado a los que lo han cometido. No creo que, como colectivo, tengamos que pedir perdón por lo que haya hecho una manzana podrida.

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