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Gesto por la Paz vuelve a la vida a través de un documental

Manifestación de Gesto por la Paz

Maialen Ferreira

Concentrarse cada lunes en contra de la violencia. Ahora puede parecer algo sencillo y hasta obvio, pero esa era la dura tarea que revolvía el estómago los domingos por la tarde a cada uno de los integrantes de Gesto por la Paz, que pancarta en mano se concentraban en las ciudades y pueblos vascos y navarros en contra de las muertes y secuestros que se producían durante los años de plomo. Una lucha por no olvidar, por luchar por el derecho a la vida, por condenar la violencia y ubicando a las víctimas en el centro del mensaje. Todo ello, sin caer en la teoría de que Euskadi estaba dividida en dos bandos enfrentados entre sí. Esas eran las máximas de Gesto por la Paz, que ahora podrán verse en un documental que está preparando la asociación “Gogoan, por una memoria digna”.

“Queremos que la gente no se olvide y crear una herramienta pedagógica para los jóvenes que no saben qué fue vivir en aquella época. Nos concentrábamos en contra de todas las muertes y este es un discurso que mucha gente no entendía. Sabíamos lo que era víctima, persona inocente asesinada, pero también había personas que murieron intentando poner una bomba y esa familia sufrió muchísimo. No son víctimas, o tal vez son víctimas de su propia responsabilidad, pero también nos concentrábamos por ellos, porque detrás de esa muerte había una familia sufriendo. Nosotros rechazábamos la muerte como producto final de una violencia que no tenía ningún sentido”, ha señalado el que fuera el portavoz de Gesto por la Paz Fabián Laespada.

Un discurso que calaba en unos y molestaba a otros, pero que nunca era indiferente. Por ello, el objetivo es crear, a través de diferentes testimonios de testigos de aquella época, un documental que recoja lo que significó Gesto por La Paz para convertirlo en un instrumento didáctico. El presupuesto para elaborar el material audiovisual ronda los 30.000 euros. Sin embargo, desde las instituciones vascas tan solo les financian alrededor de 11.000 euros, por lo que para conseguir el restante han creado una campaña crowdfunding donde hasta la fecha han recaudado 17.700 euros gracias a la aportación de 222 personas.

“La izquierda abertzale y sobre todo ETA, han intentado mantener la teoría de que en Euskadi había dos bandos. Los buenos y los malos. Pero yo tengo clarísimo los malos quiénes son, los que utilizan la violencia y matan. Que pueden ser de ETA o pueden ser también de otros. Los que no matábamos, los que condenábamos la violencia, no estábamos en ningún bando, porque no íbamos armados, no teníamos ningún discurso agresivo hacia el otro, el otro no era nuestro enemigo. Aquí hay veces que se habla de que hay que ‘reconciliarse’. Yo jamás me he 'desreconciliado'. Por lo tanto, no necesitamos una reconciliación, necesitamos una recuperación de la convivencia normalizada. Mirarnos a la cara, reconocernos y decir aquí no estuvimos bien, aquí faltamos, aquí las víctimas estuvieron solas. Aquí hubo gente que se portó mal, que hizo auténticas salvajadas”, ha manifestado Laespada, quien es profesor en la Universidad de Deusto y también lo fue durante aquellos años, en los que no teme decir que impartía clase a jóvenes que terminaron en ETA y compartían pupitre con Javier Elzo o incluso con un Santiago Abascal que iba a clase con escolta.

Desde Gogoan buscan que los principios que Gesto defendía -la asociación se desintegró en 2013, al cumplirse su “objetivo último”, fin de la violencia de ETA- pasen a ser un referente en la actualidad, para así avanzar en la recuperación de la convivencia. Principios como la deslegitimación de la violencia, el reconocimiento y amparo a las víctimas, la aceptación de la pluralidad de la sociedad, aceptando los conflictos del carácter que sean pero sin justificar la violencia, o la humanización de la política penitenciaria permitiendo el acercamiento de los presos y la reinserción de estos.

“El acercamiento era un concepto que nosotros inventamos en el año 1993. Veíamos que el alejamiento, el Gobierno decía ”la dispersión“, pero el producto final era que los presos quedaban muy alejados y eso suponía un sufrimiento añadido a las familias que no era necesario. Lo que se pretendía era que el preso estuviera en una situación individualizada para una reflexión, esa es la idea de la dispersión, pero no necesariamente tienes que alejarlo, se pueden crear otras fórmulas. Cuantos más tiros pegaba ETA, más lejos mandaban a sus presos, más les castigaban, entonces una política penitenciaria incidente con castigo a medida que ETA hacía salvajadas no tenía sentido”, ha señalado Laespada.

Las víctimas, los eternos olvidados

Para muchos de los que se concentraban por cada asesinato en aquella época, era complicado tener que sostener una pancarta que dijera “Ortega Lara askatu” (liberad a Ortega Lara), soportar los insultos y las vejaciones de sus propios vecinos, y tener que seguir con su vida al día siguiente, como si nada hubiera pasado. Aunque la persona que les insultaba podía ser el carnicero al que le compraban la carne, el vecino del quinto o el padre del mejor amigo de su hijo.

“Nosotros, que hemos estado muy cerca de las víctimas, de unos y de otros, me da igual, porque no entendemos de bandos, entendemos de víctimas, te das cuenta de que están tremendamente dolidas. En estos tiempos en los que la felicidad aflora y que no hay violencia las víctimas están abandonadas. En la sociedad se les ha olvidado, son incómodas, es un elemento que está ahí y la gente dice ‘ya están estos, ya están los de las víctimas quejándose’”, ha indicado Laespada.

Según Laespada, a las víctimas se les ha olvidado o se le quiere olvidar, porque son un espejo de la realidad. Una realidad socio-política vasca en la que ellas se llevaron la peor parte, y cada vez que buscan reconocimiento, reciben el rechazo de una parte de la sociedad que no quiere reconocer lo que pasó, cuando “la reparación significa todo lo contrario, tenerlos presentes, oír su relato, saber su verdad”.

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