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Niños soldado y esclavas sexuales: la cruda realidad de los menores que viven la guerra de la República Centroafricana

Un niño soldado armado en la República Centroafricana

Maialen Ferreira

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“Pensábamos que Unicef nos mentía para debilitar al grupo y que los Seleka podían atacarnos de nuevo, pero nuestro jefe nos dijo: ‘Vayan a verlo por sí mismos y si no les gusta, pueden regresar'. Este es el testimonio de Laurent, un joven de 20 años de la República Centroafricana que pasó un año y medio como niño soldado. Fue liberado en 2015 y, tras participar en un programa de reintegración de Unicef, a día de hoy es mecánico y ha aprendido a cultivar legumbres y a criar animales, así como a leer y escribir. Desde que en 2013 estalló la guerra entre la coalición rebelde Seleka y el Ejército Gubernamental de la República Centroafricana, se calcula que 2,8 millones de personas (1,3 millones de niños y niñas) necesitan ayuda humanitaria. Según los últimos datos aportados por Unicef, en 2020 se reportaron 899 violaciones graves de los derechos de los niños, incluidos asesinatos y mutilaciones, reclutamiento, violencia sexual, ataques a escuelas y hospitales, secuestros y denegación de acceso humanitario.

“Hay familias que no tienen comida para mañana, por eso, si tienen hijas e hijos, no es raro que los entreguen a soldados o a otra familia para que viva con ellos, entendiendo ese 'viva con ellos' todo lo que puede llegar a pasar. Lo hacen porque no tienen cómo sobrevivir. Eso es algo muy común, niñas que son entregadas, casadas, vendidas a gente que tiene dinero porque ellos no pueden mantener a los niños que tienen. En el caso de los niños, no es que la comunidad quiera que el niño vaya al frente de guerra o que sea reclutado por un grupo armado, pero a veces es la única salida porque así ganan dinero para mantener a la familia. Es una situación terrible”, explica a este periódico Meritxell Relaño, representante de Unicef en el país.

A los menores se les usa para combatir, para hacer trabajos para los grupos armados, como cocinar o limpiar, y también para utilizarlos como esclavos y esclavas sexuales

Por el momento, debido a la situación del conflicto, Relaño no ha podido salir a realizar el trabajo de campo. Sin embargo, al hablar sobre todo lo que supone una guerra para un territorio como este, recuerda que en Yemen, otro de los lugares a los que ha sido destinada, entrevistó a una gran cantidad de niños soldado para conocer su situación. “Muchos de ellos tuvieron que ir al frente de guerra porque tenían que mantener a la familia. Me acuerdo de algún caso en el que el chico nos decía que su padre estaba enfermo y que sus hermanos eran demasiado pequeños, por lo que era el único de la familia que podía salir a conseguir dinero. Por eso fue reclutado porque con el dinero que ganaba podía mantener a su familia”, detalla Relaño, quien también ha trabajado en países como Colombia, Gambia, Mozambique o Ginebra. La cantidad de dinero que reciben los menores que se dedican a luchar en la guerra varía según el grupo armado que les reclute, no obstante, la representante de Unicef insiste, “en una situación de pobreza un euro por poco que parezca, es algo”.

En República Centroafricana hay un grave problema de violencia sexual en general y también ligada al conflicto. Entre 2016 y 2021 se contabilizaron más de 63.300 víctimas de violencia sexual, la mayoría de ellas niñas, pero también niños. “Con el deterioro del conflicto y el aumento de los grupos armados, el reclutamiento y la violencia contra los niños ha aumentado. Se les usa para combatir, para hacer trabajos para los grupos armados, como cocinar o limpiar, y también para utilizarlos como esclavos y esclavas sexuales”, sostiene Relaño. Por ello, desde Unicef trabajan en la prevención de la violencia sexual para que las comunidades cambien este tipo de actitudes.

Hay niñas que son explotadas sexualmente, no tienen ninguna educación ni conocen ningún oficio ni forma de ganarse la vida y no pueden estudiar por el estigma que hay por haber sido víctima de una violación

“Trabajamos con las comunidades, con los grupos armados para que dejen de utilizar a niños y, sobre todo, con las víctimas”, señala. Su labor se basa en identificar y acompañar a las víctimas de violencia sexual menores de edad para que puedan tener una vida después de la agresión sufrida. Se encargan de que puedan volver al colegio o que aprendan un oficio al que poder dedicarse. “Nuestro programa de reintegración de niños soldado incluye apoyo para su reintegración escolar y actividades productivas en las que se les enseña un oficio, se les apoya con fondos para que puedan desarrollar un negocio y se realiza un trabajo en la comunidad para que vuelva a aceptar a estos niños, porque hay mucho estigma relacionado con los niños soldado y sobre todo con las niñas que han sido utilizadas por un grupo armado como esclavas sexuales. En el caso de esas niñas, muchas de ellas dejan la escuela o el trabajo al quedarse embarazadas tras la violación. Hablamos de niñas de 13 y 14 años que además de haber sido explotadas sexualmente no tienen ninguna educación ni conocen ningún oficio ni forma de ganarse la vida y no pueden estudiar por el estigma que hay por haber sido víctima de una violación”, lamenta.

Además del programa destinado a la protección de los niños soldado, Unicef colabora también para facilitar la educación a las comunidades, creando escuelas temporales en los campamentos desplazados, rehabilitando las dañas durante el conflicto, repartiendo material escolar y formando a profesores. “Hay graves problemas de acceso a la educación a raíz de la falta de profesores y de las normas sociales que obligan a las niñas a dejar la escuela cuanto antes. Estamos trabajando formando a profesores, reconstruyendo escuelas y dando material a niños, porque muchos de ellos no tienen ni siquiera dinero para comprar un lápiz o no tienen lo suficiente para llevar una ropa decente al colegio. Las comunidades en principio lo entienden. Son conscientes de que hay que proteger a la infancia, pero a veces es muy difícil cambiar normas sociales tan arraigadas. Pasa igual con la sociedad española a la hora de acabar con el machismo, todos coinciden en que tiene que desaparear, pero sigue estando ahí”, señala.

Unicef también cuenta con programas de salud con el que previenen y tratan enfermedades que pueden llegar a ser mortales para la población como el sarampión, la diarrea, la malaria o, a raíz de la pandemia, el coronavirus. Cuentan, además, con un programa específico sobre nutrición con el que tratan de distribuir micronutrientes y asesoran a las familias para que mejoren las prácticas nutritivas, como, en el caso de los bebés, la lactancia. Por último, el trabajo de Relaño, más allá de mejorar las condiciones sobre el terreno, también se basa en hablar con el Gobierno y las instituciones para lograr mejoras para la sociedad centroafricana.

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