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Partituras para que la historia del exilio siga sonando: la música de los niños de la guerra en Rusia vuelve a Euskadi

García Luque, tocando en Rusia

Iker Rioja Andueza

Vitoria —

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Este mes de noviembre, en concreto el día de Santa Cecilia, el archivo de la Banda de Música de Vitoria, fundada en 1894 y que tiene su sede en la calle de San Antonio, ha incorporado unas partituras muy singulares. Son 72 ejercicios musicales para tuba compuestos por Ignacio Luis García Luque. Bilbaíno de 1928, fue uno de los 3.000 niños que, en plena Guerra Civil, embarcaron en el SS Habana para recibir refugio en la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que apoyaba a la II República. Falleció en 2021 y su sueño era que el material que había creado para enseñar música a los españoles exiliados en Rusia fuera entregado a su Euskadi natal, aunque Vitoria fue precisamente un punto neurálgico de los sublevados como primer municipio de España asaltado por los franquistas, sede de dos relevantes ministerios del primer Gobierno ilegítimo de Francisco Franco y base de los estados mayores de la Italia fascista y de la Alemania nazi, que apoyaron a los golpistas.

“Es importante conocer el dato de que la tuba es, de entre los instrumentos sinfónicos, el último en nacer. Por ello es también el último en explorarse sus posibilidades y también el último en incorporarse a la plantilla de la orquesta sinfónica. Resulta probable imaginar que en la Rusia de mediados del siglo fueran escasos los materiales de carácter didáctico con los que los estudiantes de tuba practicaban y que la idea de García Luque de componer estas partituras naciera de esta necesidad”, apunta Luis Orduña, director de la banda vitoriana, sobre el valor del material que ahora se ha incorporado a sus estanterías.

Elena Alexandrova, rusa residente en Vitoria, ha sido la encargada de gestionar el traslado de los materiales manuscritos. “Gracias a él, los niños de la guerra y sus descendientes aprendieron muchas canciones de distintas autonomías de España y pudieron apreciar sus incomparables coloridos. Tenemos la esperanza de que su obra musical pueda servir de ejemplo para los futuros músicos”, señaló en el acto solemne de la donación la también representante del histórico Centro Español de Moscú -el que fuera punto de encuentro de este colectivo creado a instancias del PCE- y de la asociación memorialística Sever. La edil de Cultura de Vitoria, Sonia Díaz de Corcuera, fue la encargada de hacer la recepción oficial de las partituras y de dar las gracias en nombre de la ciudad. Alexandrova se acercó al fenómeno de los niños de la guerra porque, a su llegada a Vitoria hace décadas, encontró que los únicos rusoparlantes eran, precisamente, aquellos exiliados ya retornados.

El viaje musical ha permitido volver a recordar la historia de estos niños. De los 3.000 republicanos que viajaron a la URSS -se estima que eran vascos el 40%- apenas siguen vivos 300. Las proporciones son similares entre los que fueron con el SS Habana, que partió desde las costas vizcaínas, al Reino Unido y otros lugares seguros. Alexandrova, eso sí, tiene fichada a una mujer de 106 años en Madrid. “Y tiene la cabeza muy clara”, se felicita.

En el caso de García Luque, de una familia de cuatro hermanos, dos acabaron embarcados. Sus padres se llamaban Francisco García Corcuera y Sabina Luque Palomo. Explica Alexandrova que en el SS Habana se les asignaban colores en función de su destino, ya que el tramo final hasta Leningrado (actual San Petersburgo) era en otro barco, el Sontay, de tripulación china. Hubo un transbordo en el estuario próximo a Burdeos, en Francia. Eran niños; jugaban. Aquellos colores iniciales asignados se los cambiaron en muchas ocasiones. Su hermano acabó en Bélgica. A Alexandrova le parece extraño que eso fuera el plan inicial, porque “en Rusia nunca separaban a los hermanos”. Desde aquella partida de 1937 solamente se vieron dos veces más y ninguno regresó nunca a su lugar de origen.

“En la URSS crearon internados para mantener el español y la cultura con la idea de volver en unos pocos meses”, indica. La primera ola de regresos se dio hacia 1956. Calcula que lo hicieron “sobre 2.000”. Pero “muchos”, del orden de un 30%, decidieron regresar a su país de acogida. Eran “rojos” llegando a una España “azul”. Adultos criados en el comunismo soviético llegando a la cárcel nacionalcatólica de Franco. “Había familias que no les permitieron entrar en casa. Otros vecinos que preguntaban dónde tenían la cola y los cuernos”, relata. En Rusia, en cambio, “vivían como una familia”. Muchos se casaron entre ellos, aunque otros sí encontraron parejas locales. Los más pequeños no tuvieron dificultades con el idioma, aunque Alexandrova sostiene que los de 13 ó 14 años en el momento de la partida sí presentaron algún problema adicional de integración. Ahora bien, a su llegada les esperaban libros traducidos y profesores procedentes de la II República. “¿Para qué aprender ruso para medio año como mucho si iban a ganar la guerra?”, cuenta Alexandrova que era el pensamiento general.

"[A su regreso a la España franquista] Había familias que no les permitieron entrar en casa. Otros vecinos que preguntaban dónde tenían la cola y los cuernos"

“Salimos por la noche. Por la mañana ya cogieron Bilbao [los sublevados]. Los padres y madres venían al puerto a despedirse. Llevamos una maleta de esas madera. En el pecho teníamos como un cartel con adonde ibas. ¿Por qué motivo me mandaron a mí a la Unión Soviética? Yo no sabía eso. Nos metieron en el barco y ya está”, explicaba el propio músico en 2000 en una entrevista con motivo de una visita a otra de sus hermanas en Bilbao y con un acento marcadamente ruso. Una vez en la URSS fue destinado a Odesa, en la actual Ucrania y ahora bombardeada por Rusia. Precisamente salieron de allí por ataques de guerra. En 1941, ya iniciada la II Guerra Mundial, acabó en Saratov. En la escuela militar, en la que entró con apenas 14 años, estudió música. “Hasta 1952 tocó la tuba, pero luego se inició en el trombón por ser más sencillo, en principio, para encontrar acomodo en una orquesta. En Saratov completó su formación musical lo que le permitió ser trombonista en el Teatro Hermitage de Moscú, músico profesional en el Teatro Gorki, en el Teatro de Arte, en la Filarmónica de Moscú y participar en las orquestas de los teatros más importantes del país, incluida la del Palacio de Cultura de la Fábrica de AZLK hasta el año 2002”, explica el Ayuntamiento de Vitoria sobre su biografía. Un libro editado en ruso por él mismo cuenta toda esta singladura y será ahora traducido al castellano por Alexandrova.

Y eso son las luces. Pero también hubo sombras. Él mismo explicó las penurias de los niños españoles en un contexto de una guerra después de otra guerra, de más nazis después de los nazis que bombardearon su tierra natal y les obligaron a huir. Contaba que derretían nieve para beber agua y que la comida se congelaba. Muchos murieron en el entretanto, aunque él se dice afortunado por tener comida “tres veces al día”.

Según la Asociación Sancho de Beurko, “la URSS movilizó a la milicia de Leningrado, en la que se alistaron un total de 74 niños de la guerra españoles, algunos con apenas 15 años”. Y añaden: “Cincuenta de ellos perderían la vida”. La mayoría eran asturianos y vascos. Siempre según los datos recuperados por el equipo de investigadores de Sancho de Beurko, “la prensa local [en Rusia] publicó sus fotos y se hizo eco de una declaración colectiva firmada por 46 de ellos. 'Nosotros, los voluntarios, vamos a vengar ante los nazis las muertes de nuestros padres y madres [en España]. Entre ellos también había alguna muchacha, como la madrileña María Pardina Ramos, que fallecería en combate y sería condecorada con la Orden de Lenin”.

“Realmente, el Centro Español de Moscú lo levantaron estos niños de la guerra. Está en pleno centro de Moscú. Es un sitio muy bonito. Ahora están allí los niños de los niños de la guerra o los niños de los niños de los niños de la guerra”, sentencia Alexandrova, empeñada en mantener viva la llama de estas 3.000 biografías.

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