Ni siquiera el coronavirus puede con el PNV y mira que lo ha intentado
Una sentencia del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco ha dictaminado esta semana que el Gobierno de Iñigo Urkullu incumplió la ley “en materia de prevención de riesgos laborales” durante los peores momentos de la crisis del coronavirus. No se entregó al personal sanitario el material de protección necesario para realizar su labor con lo que se puso en grave riesgo su situación. Osakidetza –el servicio vasco de salud– repartió mascarillas y batas en un número insuficiente y añadió normas para su reutilización y lavado que no respetaban ni las indicaciones sanitarias habituales ni las de los fabricantes.
A primera vista, la sentencia, que de todas formas no carga directamente contra la gestión de la pandemia en Euskadi, no le puede venir peor al PNV en plena campaña electoral. Pero es el PNV, el partido que ha dominado la política vasca desde 1980, excepto un breve intervalo de tres años, el que en las elecciones autonómicas extiende sus brazos electorales con la envergadura de un jugador de baloncesto, el que ni siquiera necesita un candidato de esos que hacen que los militantes salgan de los mítines con una taquicardia generada por la pasión partidista. La suya es la hegemonía que se consigue sin perder la calma.
La impresión inicial es que ni siquiera la mayor pandemia en un siglo ha alterado ese escenario. Una encuesta publicada este sábado por El Correo lo ratifica. El 67% de los vascos cree que la respuesta de Osakidetza a la crisis sanitaria ha sido bastante o totalmente positiva. Lógicamente, el porcentaje es mayor entre los votantes del PNV, 77%, pero tampoco los del PP se muestran muy críticos. Ahí el porcentaje es del 53%. Eso deja pocas opciones al candidato del PP, Carlos Iturgaiz, al que sólo le quedan las frases ocurrentes –“Yo soy más vasco que el árbol de Gernika”– con las que al menos la gente se hace unas risas al leer la información sobre las elecciones.
La consejera de Sanidad, Nekane Murga, una cardióloga sin militancia política, lleva quince meses en el puesto. Llegó al cargo tras la dimisión del consejero anterior por uno de esos escándalos que cuando se producen hacen que mucha gente diga que estas cosas pasaban desde hace tiempo. La filtración de las preguntas en las oposiciones médicas en Osakidetza revelaba un nivel de clientelismo con el que favorecer a los amigos que suponía un disparo directo a uno de los emblemas del PNV: la imagen de gestión eficiente. Si ya se trampean las oposiciones a puestos de profesionales especializados de primer nivel, qué no se hará con las de menor nivel.
“En Euskadi no hay absolutamente ninguna influencia de una corrupción que evidentemente existe, aunque sea de bajo nivel y contratando a empresas amigas. Todavía no hay una conciencia social”, dijo un antiguo alto cargo de la Administración vasca a este diario.
En la encuesta de El Correo, hay una pregunta que da una buena pista sobre la calma por la que transita el PNV: “¿Cómo diría usted que se vive en Euskadi?”. Un 88% dice que bastante o muy bien. Tiene que ser duro hacer oposición en un país con tanta gente satisfecha.
Y no es que no lo intenten. “En muchos de nuestros pueblos saben muy bien qué significa la marca PNV de la que tanto habla Urkullu”, ha dicho en un mitin Maddalen Iriarte, candidata de Eh Bildu. “Caso Alonsotegi, caso De Miguel, caso Balenciaga, caso Montai, caso Osakidetza, caso Bravo, caso Hacienda de Gipuzkoa, caso Margüello, caso Elorriaga, caso Angulas de Aguinaga, caso Barrio, caso Zierbena, caso Mallabia... No puedo seguir porque no me da ni el aire”.
Las perspectivas son aun más favorables para el PNV que en 2016. Cuatro años de Gobierno de coalición con el PSE no parecen haber perjudicado al socio. Las encuestas muestran que los socialistas vascos aumentarán su representación en el Parlamento de Vitoria, porque en Euskadi también se hace una buena valoración de la gestión de la pandemia por el Gobierno central, y eso incluye el estado de alarma y todas sus prórrogas.
Nacionalistas y socialistas tienen muchas posibilidades de conseguir la mayoría absoluta de la que se quedaron muy cerca hace cuatro años. Lo único que puede dejarles sin ella es ser los principales perjudicados por un posible descenso de la participación por el miedo a la enfermedad. Esa la razón por la que Núñez Feijóo se está empezando a poner algo nervioso en Galicia: “Que nadie le diga a un mayor que ir a votar es un problema de riesgo”.
Urkullu también ha llamado a la gente a que vaya a las urnas, como se hace en todas las campañas. Pero sin perder los nervios. El lehendakari nunca pierde la calma en público. Es como si jugara siempre los partidos en casa.
7