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Videollamadas y mensajes en redes en lugar de manifestaciones y reuniones: así ha transformado la pandemia el día a día de una asociación feminista

Foto de archivo de una manifestación contra la violencia machista

Maialen Ferreira

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Desde que comenzó la pandemia la ya de por sí complicada labor de las integrantes de la asociación feminista Gafas Moradas se volvió aún compleja. El confinamiento, la posterior desescalada y ahora la limitación entre municipios en Euskadi -lugar en el que realizan su labor- ha cambiado las reuniones por viodeollamadas y las concentraciones por los mensajes en redes sociales. Una situación que dificulta -aunque no impide- dar atención, acompañamiento e información a las mujeres víctimas de violencia machista que así lo requieran. 

Pero ¿en qué se basa la labor de una asociación feminista? Gafas Moradas, fundada en 2015 en Bilbao, se autodefine como una asociación feminista, no mixta, horizontal y radical, además de abolicionista de la prostitución, del género y de la pornografía. Para ello, su labor se basa en sensibilizar y divulgar información acerca del feminismo a través de diferentes actividades como talleres, charlas, performance y con una concentración en Bilbao el primer lunes de cada mes en la que leen los nombres de las víctimas de feminicidios que han tenido lugar durante ese año. También realizan acompañamiento a juicios para aquellas mujeres que quieran compañía a la hora de denunciar una agresión y dan información a través de redes sociales o por teléfono a aquellas mujeres que tengan alguna duda o inquietud determinada o simplemente necesiten apoyo. 

Sin embargo, como en muchos otros casos, el coronavirus cambió los planes de este tipo de asociaciones, que tuvieron que reinventarse y crear nuevas estrategias para poder acercarse a las mujeres que estuvieran sufriendo algún tipo de violencia, tanto durante el confinamiento como en la posterior desescalada. 

Una de las actividades que crearon en Gafas Moradas durante el encierro fue “Luces Moradas”, una iniciativa que se basaba en colocar en los balcones y ventanas una prenda morada, para que cualquier mujer que estuviera sufriendo violencia y conviviera con su agresor, pudiera acercarse o al menos supiera que en esa casa vivía alguien que en caso de pedirlo, estaría dispuesta a ayudarle. 

Otra de las campañas que han creado a raíz de esta situación ha sido un crowdfunding junto con la Caja de Resistencia Bizihotsa y Ehuleak, la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres de Navarra, con el objetivo de recaudar fondos para aquellas mujeres que conviven con sus agresores y no tienen la posibilidad de abandonar sus hogares o para aquellas mujeres que estaban en situaciones precarizadas antes del inicio de la pandemia por ser migrantes o encontrarse en momentos vitales de alto riesgo socio económico, como trabajos irregulares, sin contrato, familias monomarentales o mujeres en situación de riesgo de exclusión y pobreza. 

¿Cómo es el día a día de una asociación feminista?

Gafas Moradas está compuesta por nueve mujeres entre las que se encuentran psicólogas, educadoras sociales o profesoras, entre otras. Su labor es voluntaria y a pesar de que la asociación recibe subvenciones, cada una de ellas cuenta con su propio trabajo y realiza estas actividades sin cobrar un salario.

El medio por el que se comunican -sobre todo desde el inicio de la pandemia- son las redes sociales. Se organizan a través de distintos grupos de WhatsApp, uno general y otros -compuestos por menos personas- para cada comisión de la asociación. Hay comisiones fijas, como la comisión de redes sociales o la comisión de sensibilización y luego hay comisiones que se van creando para eventos determinados. Debido a que viven en distintos municipios, -y el Gobierno vasco ha limitado la movilidad entre municipios- realizan videollamadas para ponerse al día u organizar actividades.

A través de redes sociales como Facebook, Twitter, Telegram, Instagram y YouTube realizan el trabajo de difusión. Para ello, comparten noticias sobre feminismo que van encontrando en distintos medios de comunicación y comparten lo que ellas llaman “un contador de feminicidios”. 

“Oficialmente solo se cuentan las mujeres que han sido asesinadas a manos de sus parejas o exparejas, por lo que muchas mujeres que han sido asesinadas por ser mujeres se quedan fuera del dato oficial. Cuando el agresor es un desconocido que intenta agredirlas o un vecino, no entra dentro del conteo de víctimas de violencia de género para el Estado, pero para nosotras esos son feminicios también”, explica Ana Bernal durante una reunión de Gafas Moradas por videollamada a la que ha tenido acceso elDiario.es/Euskadi.

De esta manera, cada vez que ocurre un feminicidio, crean un cartel explicando lo que ha ocurrido y recopilando datos para poner el número de víctimas. “Llevamos el doble de víctimas que las que el Estado considera oficiales”, lamenta Bernal que es investigadora y profesora de universidad y lleva más de dos años formando parte de la asociación. 

¿Cuál es el perfil de las mujeres que se ponen en contacto con ellas?

En Gafas Moradas son conscientes de que la tipología de mujer que se pone en contacto con ellas es algo diferente a la de años anteriores. Durante el confinamiento, a través de sus redes sociales, recibieron solicitudes sobre todo de información. En los casos en los que las propias psicólogas o educadoras que son miembro de la asociación pueden atender a las mujeres, se encargan ellas mismas, pero hay casos que por encontrarse en otra parte de España o requerir una ayuda que esta asociación no puede ofrecer, se ven obligadas a derivarlo a la asociación o recurso que consideren que sí que puede ayudarlas. 

Según confirman a este diario, los casos que han tenido este año han sido de mujeres más jóvenes en comparación con años anteriores y lo han hecho principalmente a través de Facebook. Otra de las novedades que han percibido es el hecho de mujeres que llegan por haber sido aconsejadas por amigas que de alguna manera u otra conocían la asociación o que se trata de mujeres que han sido agredidas en Euskadi, pero cuya residencia habitual se encuentra en otro lugar del Estado.

“Es una labor muy dura porque depende de en qué situación estén no saben qué necesitan. Lo primero que necesitan es saber qué pueden hacer. Lo más común son las mujeres que nos preguntan cosas concretas como por ejemplo, aquellas que necesitan una abogada o algún servicio específico. Hay veces que buscan desahogarse y ya está, necesitan que alguien conozca su historia y les acompañe por teléfono y eso se convierte en algo duro. Cuando te está contando su vivencia y la vives con esa persona, es complicado”, señala Maider Gaztelu, educadora social y otra de las integrantes de Gafas Moradas. 

Desde esta asociación seguirán reinventándose para poder ser lo más accesibles posible a las mujeres que sufren violencia machista. Por lo pronto, hasta que la pandemia no de un respiro y se permitan reuniones o el libre movimiento entre municipios, no realizarán manifestaciones presenciales. 

A pesar de ello, ya están trabajando en el homenaje final a todas las víctimas de violencia machista que suele tener lugar cada 30 de diciembre en la plaza Moyuda de Bilbao y en el que colocan una flor por cada mujer asesinada y un peluche por cada niño o niña. Si la situación lo permite, leerán un poema junto con los nombres de cada una de las mujeres asesinadas y bailarán un 'Agurra', ya que por el coronavirus no se pueden realizar actividades que impliquen algún tipo de contacto, batukadas o talleres de autodefensa feminista, que realizaron en años anteriores. Si ese plan no se puede llevar a cabo, su idea es elaborar un vídeo y difundirlo a través de las redes para homenajear a cada una de las mujeres que han sido asesinadas por violencia machista en 2020. 

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