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Vitoria recupera la normalidad: 50.000 almas celebran con Celedón la fiesta bajada del cielo tres años después

Un momento de la bajada de Celedón de 2022

Iker Rioja Andueza

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Este 4 de agosto de 2022 Celedón cumple 65 años. Pero, no, el aldeano de Zalduondo no se ha jubilado. Ha vuelto al trabajo tres años después -en 2020 y 2021 quedó confinado con coronavirus- con más vigor que nunca y Vitoria ha recuperado justo cuando el reloj de San Miguel ha marcado las 18.00 horas el multitudinario arranque de las fiestas de La Blanca, que se prolongarán hasta la madrugada del 9 de agosto. En ediciones anteriores se ha calculado que al menos 50.000 personas han colmado la plaza de la Virgen Blanca y todas las calles aledañas esperando que la alegría de esta suerte de Mary Poppins alavés con ‘txapela’, abarcas y vellocino bajara del cielo y, a falta del recuento oficial, no es previsible que los datos de este año van a ser inferiores a los de 2019.

La bajada de Celedón, iniciada en 1957, ha tenido vicisitudes. El primer año el cableado no funcionó como se esperaba y hasta 1958 la mecánica no se engrasó para que la fiesta fuera lo que es hoy, un símbolo internacional para la capital vasca. En la década de 1970 unas obras hicieron que el escenario cambiara y que todo el descenso se hiciera en la Virgen Blanca. En 1976, el año de la matanza del 3 de marzo en el barrio de Zaramaga, hubo menos público y un torero, Enrique Orive, tuvo que hacer de Celedón de carne y hueso ante la negativa de José Luis Isasi, el original al que luego han seguido Iñaki Landa y el actual Gorka Ortiz de Urbina. Pero nunca antes de la COVID-19 se había parado por dos años. Y eso que, según los datos oficiales, de los tres veranos de pandemia este es el que más ocupación tienen los hospitales. En la red de Osakidetza hay 447 personas ingresadas por 327 de hace un año y 59 de hace dos. En 2021 sí que había más positivos en estas fechas pero los 351 casos conocidos en los últimos siete días con datos en Vitoria son casi el doble que la semana previa al 4 de agosto de 2020.

La ciudad, en todo caso descorcha 127 horas de fiesta sin ningún tipo de restricción. En el espacio festivo se han visto algunas mascarillas pero eran muy minoritarias. La masa en la Virgen Blanca, en todo caso, recuerda cada vez más a los festivales en los momentos previos a las 18.00 horas. Rigoberta Bandini, Lady Gaga o Queen sonaban a todo volumen por los altavoces. “Recuperar las fiestas es recuperar la vida social y económica. Es devolver la ilusión a quienes viven de forma más intensa estos días. Es dar actividad a empresas y sectores que dependen de estas celebraciones, como los de la cultura, el espectáculo o la hostelería, que ahora pueden recobrar el pulso. Recuperar las fiestas es volver a vivir todos esos momentos que nos hacen ser y sentirnos gasteiztarras, costumbres que nos definen, emocionan y llenan de orgullo. Pocas veces la ciudad brilla tanto como en estos días porque vuelve Celedón, vuelven las cuadrillas de blusas y neskak, vuelven el color y el calor de la gente a la calle. Nos merecemos unas fiestas felices, nos merecemos pasarlo bien tras dos años sin festejos. Confío en que todas y todos lo pasemos muy bien y tengamos unas fiestas de sobresaliente. Respeto y diversión, ese es el cóctel perfecto”, señala el alcalde de Vitoria, Gorka Urtaran.

“Hay que entender que estos dos años la gente ha estado encorsetada y que es un momento de libertad”, explica Ortiz de Urbina, Celedón, en una entrevista previa al chupinazo. El ‘primus inter pares’ de los blusas y neskak entiende que el 25 de julio, día de Santiago, constituyó “una gozada” de aperitivo para la semana grande después de dos años “robados” en el calendario festivo. “Disfrutamos como auténticos enanos”, asume. Celedón, en todo caso, exhibe su preocupación por las agresiones sexuales y otros casos de violencia hacia las mujeres. “Tolerancia cero. Es increíble que todavía exista esta lacra machista. Es lo peor que puede pasar en las fiestas. Ojalá el 10, cuando hagamos el balance, digamos que no ha pasado nada. Pero no pinta bien, la verdad”, asegura. Ortiz de Urbina cuenta que en 2023 cederá el testigo. No quiere superar los años que Isasi y Landa ejercieron como maestros de ceremonias.

-¿Una mujer podría ser su sustituta?

-Será un tema que se debatirá.

Ortiz de Urbina ha hecho un paseíllo rápido, bien escoltado por un grupo de personas uniformadas con camisetas azul cielo. Antes de llegar a su destino en la balconada de San Miguel para colocar un pañuelo rojo al alcalde, la banda de música ha entonado hasta el infinito el 'Celedón ha hecho una casa nueva', que en el confinamiento seguro que le fue de utilidad porque es 'con ventana y balcón'. Precisamente cinco mujeres han sido invitadas a ser las lanzadoras del chupinazo. Han prendido el cohete anunciador Elena Loyo, María José Sáez de Cortázar, Jaione Prado, Arantza Navarro y Ruth Brito. Brito, deportista y empresaria, asegura haber recibido el encargo como una “sorpresa total”. “Somos cinco mujeres pero representamos a la mujer vitoriana”, explica la que fuera campeona del mundo en triatlón de larga distancia en 2012. “Soy de Lanzarote, pero mi corazón ya es de Vitoria”, abunda. Y añade: “¡Espero que lo gocen como nunca!”. Sobre los asistentes al espectáculo ha llovido pólvora de los cohetes y el muñeco ha descendido por momentos rodeado del humo de la pirotecnia.

En el palco de honor ha habido un muy nutrida representación de invitados de la política. Junto al alcalde han comparecido el diputado general, Ramiro González, la presidenta del Parlamento Vasco, Bakartxo Tejeria, o la consejera Beatriz Artolazabal. También representantes locales de PNV, PSE-EE, PP, EH Bildu, Elkarrekin Podemos-IU o Vox, así como el obispo, Juan Carlos Elizalde, 'vips' vitorianos como la escritora Eva García Sáenz de Urturi y un puñado de ciudadanos de a pie afortunados de tener un pase para la balconada. Tras el chupinazo, eso sí, la imagen que ha quedado de la plaza es la de toneladas de basura y plásticos por el suelo, así como un fuerte olor a alcohol. Un disciplinado ejército de la contrata de limpieza ha procedido a su retirada casi al instante, aunque con un gran esfuerzo.

En la plaza, han aparecido pancartas de apoyo a los presos de ETA. Estos hechos han sido denunciados por la Fundación Buesa, que ha lamentado la “presencia de los victimarios en el espacio público” y que ello “impide la convivencia y la memoria de las víctimas del terrorismo”.

Los otros actos

La procesión de los faroles o el rosario de la aurora ponen el punto de recogimiento y devoción a La Blanca, festividades de origen religioso aunque ahora orientadas más a rituales más paganos. Ricardo Sáez de Heredia, abad de la cofradía de la Virgen Blanca, recibe esta edición del regreso “con mucha ilusión” y “con muchas ganas de que transcurra con normalidad”. “Está todo preparado para que, si Dios quiere, todo vaya bien”, implora. Sáez de Heredia explica que la procesión de los faroles, que ilumina Vitoria en la noche del 4 de agosto, tiene “renovación generacional” y que este año, tres años después, la entrada de jóvenes porteadores de los pasos será mucho más evidente. En todo caso, plantea como “reto” atraer también a las comunidades católicas latinoamericanas que se han instalado en la ciudad. “Tenemos un reto: esta procesión es para toda la ciudad, para todos los que se sientan vitorianos. Todavía tenemos que llegar a esa comunidad que ha venido a trabajar con nosotros y a hacer ciudad. Los echamos en falta”, cuenta.

Antes del chupinazo, Vitoria había vivido una jornada inquieta. Al mediodía, mientras los camiones descargaban litros y litros de bebida y los bares montaban barras exteriores, decenas de personas hacían cola en Confecciones Pinedo, la tienda más tradicional para la compra de trajes de blusa o de neskak. A la hora de comer, las terrazas se han llenado. En las plazas más señeras de la ciudad han brotado ya escenarios para conciertos. Vienen Tanxugueiras, David Civera, Mikel Erentxun o Joselu Anayak, los 'Rolling Stones' de la Llanada Alavesa. No hay toros, algo que ya se ha hecho costumbre, pero sí fuegos artificiales y barracas en Mendizabala, así como deportes rurales, pelota y el programa tradicional tres años después. También habrá paseíllos de las cuadrillas, con unos 6.000 efectivos. Bereziak quieren probar a hacerlos sin exhibir consumo de alcohol para continuar con los cambios sociológicos que se han venido sucediendo en las fiestas en los últimos años.

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