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Nosotros, los fascistas

Tomás Martín Tamayo

Tomás Martín Tamayo

Badajoz —

Me intriga Podemos, admiro al colectivo Campamento Dignidad, me caen bien los ecologistas y reconozco que algunos colectivos feministas están haciendo una labor encomiable, pero no estoy en sus movimientos estratégicos, políticos ni sociales, aunque pueda coincidir con todos ellos, y por las mismas razones, en el rechazo al despilfarro estúpido de los Premios Ceres de teatro. O sea, que servidor también es un fascista.

¡Qué teatro! Resulta que el auto-llamado mundo de la cultura, el mismo que rodeaba y arropaba a Zapatero, con la “risafloja” de Concha Velasco a la cabeza, se dio cita en Mérida, previo pago de su importe, para recibir homenaje y reconocimiento a sus respectivas labores. Y, claro, al socaire de tanta soflama estúpida y costosa para reconocer ante el mundo mundial al nuevo mecenas de la farándula, al nuevo caudillo de la escena. Tanta pasión ha despertado Monago entre los culturetas que alguno, en un brindis, incluso propuso que los Ceres pasaran a llamarse “Monagos”, en reconocimiento a su labor y preocupación por un colectivo que desde que se fue ZP andaba sin atisbar tierra de promisión.

Y fue curioso que todos ellos, artistas progres de toda la vida, diputados, cargos del PP y autoridades civiles y militares, se vieran en la triste necesidad de entrar en el Teatro Romano por una puerta lateral de servicio, porque en las cercanías de la entrada principal había una manifestación contra el teatro infumable que se iba a representar en el interior, con un coste que superará los 700.000 euracos.

Los del Campamento Dignidad, Podemos, ecologistas diversos y grupos feministas se manifestaban en la puerta para protestar y evidenciar que esa Extremadura de cartón piedra que estaba en el interior, no tenía nada que ver con la Extremadura real que viven y sufren los extremeños. También estaban allí fuera miembros destacados de la IU extremeña, la misma que apoya implícitamente el libreto que se iba a representar dentro, lo que no deja de tener un buen pellizco teatral, porque si los tres diputados de IU le dicen a Monago que “Ceres no”, el teatrillo hubiera concluido incluso antes de empezar. Un cafetito entre Nogales y la Teniente hubiera sido suficiente para bajar la persiana.

Pero pese a los círculos policiales que protegían a los de dentro (aquello recordaba otras épocas), hubo algarabía, gritos, voces, cancioncillas, “tapaderadas”… Y el jefe de la escena, como director del Festival, Jesús Cimarro, estaba muy enfadado porque había previsto las máscaras de los de dentro, pero se había quedado sin explicaciones para los de fuera. Y como tenía que hacer o decir algo y no sabía qué decir ni qué hacer, regaló a los manifestantes el título de “fascistas”, porque en aquel momento de ira no se le ocurrió lo de “conspiración judeo masónica”, con lo que Franco cerraba cualquier discrepancia interna o externa. ¡Que sofoquina se cogió el buen señor! Unos cuantos fascistas de Campamento Dignidad, IU, ecologistas diversos… le iban a reventar una noche triunfal en la que la “crèmé de la crème” de la escena, con la ausencia, -¡lástima!- de Loles León y de la Bardem y su niño, iban a entronizar a su jefe como el nuevo “conducator” hacia la tierra de promisión teatral.

Mientras tanto, el “cesar” Monago, se quedaba sin espaldas de tanto abrazo farandulero. Gurruchaga incluso se inclinó y las declaraciones de Loquillo fueron impagables. Monago parecía convencido de que gastarse ese pastizal, más de 700.000 euros, en dos horas de guateque con gente tan culta y progre, bien merece retrasar un poco más el pago de la Renta Básica, alargar la cola de los 70.000 extremeños que pasan a diario por los comedores sociales y olvidarse de esos parados impertinentes que se empeñan cada día en ser más y más y más…

Bajó el telón, y se apagaron las luces del escenario romano, pero la representación tiene que continuar y después del cubo de agua fría, me aseguran que ahora preparan el aterrizaje en un campo de fútbol … ¡en parapente! Ave César.

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