“La crisis del sistema hace que la gente reclame más explicación sobre lo que está pasando”
“¿Vivimos un cambio de época en la comunicación?”. Es una de las preguntas a las que a lo largo de esta semana busca responder al seminario de la Universidade da Coruña Medios, comunicación e poder, organizado por la Rede de Dereitos Sociais. Las jornadas buscan profundizar en las transformaciones que acompañan la acelerada introducción en la sociedad de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, y en el impacto que están teniendo para la comunicación política, la actividad discursiva de los movimientos sociales y su relación con la opinión pública, provocando alteraciones en los mecanismos de creación de hegemonía en el imaginario cultural y para las brechas que abre la viralidad de la información en red.
Por el seminario han pasado ya Javier Toret, Tati Mancebo o Iván Sánchez, que el lunes centraron sus análisis en las redes sociales. O Bárbara G. Vilariño y el profesor y activista Víctor Sampedro, que trató los mecanismos de creación de la opinión pública. Este miércoles será el turno de la exposición de algunas iniciativas mediáticas gallegas, como GZ Contrainfo, o Novas da Galiza, Sermos Galiza, Plaza Pública y Cuac FM, que participarán en una mesa redonda. El jueves será el momento de escuchar dos de las voces más esperadas en estas jornadas, las de Santiago Alba (con la ponencia Comunicación, occidente vs oriente) y Pablo Iglesias, que hablará de Comunicación contrahegemónica. Y de asistir a la proyección de los contenidos de Galiza Ano Cero.
Una de las intervenciones más interesantes de las dos primeras jornadas fue la de Alberto Pradilla, corresponsal de Gara en Madrid. Una posición complicada, desde luego, podría decirse que trabajando en terreno enemigo, realizando un periodismo incómodo, que rompe con las versiones oficiales y los discursos únicos. Pradilla, de apenas 30 años, también trabajó como corresponsal o enviado especial en Palestina, Siria o el Kurdistán. En Madrid Pradilla lleva dos años relatando múltiples crisis: la económica, la del sistema salido de la Transición y la de la articulación territorial del Estado, y las distintas respuestas sociales emergentes, a través de una de las iniciativas periodísticas profesionales y críticas más consolidadas en el Estado. “No me gusta hablar de comunicación alternativa, porque parece que es algo que en el panorama mediático te recluye en la marginalidad” -destaca- “en mi caso, Gara apuesta por un periodismo transformador, por un periodismo crítico, pero también por un periodismo profesional. Tampoco me gusta lo de comunicación alternativa porque creo que los periodistas debemos hacer periodismo, no agitación y propaganda”.
Frente al diagnóstico general que certifica “la crisis del periodismo”, Pradilla señala que “lo que está en crisis, sobre todo, es un modelo periodístico clientelar, de 'que hay de lo mío', de pago de favores”. “No es casualidad que en los quioscos españoles todos los periódicos vayan desde el centro hasta la extrema derecha. Porque son las grandes empresas las que pagan y sostienen esta estructura”, dice, y se pregunta: “¿Por qué desde que desapareció Público no hay un diario en papel con una visión de izquierdas y transformadora?”.
Y frente a eso destaca que “tanto la crisis de modelo como la crisis económica hacen que la gente reclame explicaciones sobre lo que está pasando a su alrededor. Y eso es lo que hace que haya cada vez más necesidad de ese modelo periodístico profesional y crítico”. Cree que “el periodismo no desaparece, siempre va a haber personas interesadas en leer historias contextualizadas, profesionales y trabajadas, que expliquen una parte del mundo y que le hagan al lector replantearse su visión”. A este respeto, aunque recuerda que “las condiciones sociales que existen en Euskalherría son muy diferentes a las que se dan en el Estado español”, es posible poner en marcha otro modelo de medios de comunicación, “vinculado a una comunidad lectora, no a un partido”.
Destaca que “a raíz de la desaparición de Público han surgido experiencias muy interesantes, como eldiario.es”. Y añade que es un “enamorado” de La Marea, “un medio muy interesante, muy honesto y muy comprometido y que parte también de esa idea, de la necesidad de que exista periodismo crítico y transformador, pero profesional”. Y “por supuesto”, del “estupendo trabajo que hacen en Diagonal y en La Tuerka”.
Pradilla apuesta por ir creando estructuras profesionales que permitan hacer periodismo crítico: “La profesionalidad es muy importante, porque para tener un tema trabajado, necesitas un tiempo, necesitas cuidar las fuentes, necesitas hacer diez mil llamadas de teléfono. Las noticias no llegan de ruedas de prensa, llegan después de mucho trabajo, de acudir a mil sitios en los que no obtienes nada. No se me ocurre alternativa a las redacciones profesionalizadas. Un bloguero puede publicar una exclusiva alguna vez, pero la labor de contextualización e investigación que realizan los periodistas va a seguir existiendo”. Y también por un modelo de periodismo en profundidad, sobre todo para los medios impresos: “no tienen sentido los contenidos de breaking news para la prensa de papel. No es lógico que compres un periódico un día que está lloviendo para que te cuente que ayer hizo sol. Los periódicos van a estar cada vez más vinculados a las firmas, a personas en las que confiamos por su profesionalidad. Y los periódicos van a tender a dirigirse a una comunidad muy concreta que busca unos contenidos”.
Contar España a Euskadi
“Mi papel es intentar explicar en Euskalherría lo que ocurre en el Estado español desde una perspectiva de izquierdas y transformadora”, resume Pradilla, que cree que en el Estado “se está viviendo un momento apasionante”, y afirma que “hay una crisis estructural muy grande, hay una crisis territorial en Catalunya y en el País Vasco y hay una crisis social en todo el Estado. Estamos viviendo el final de un modelo”. Esta crisis estructural, para el periodista, “está generando nuevas dinámicas políticas que creo que merecen ser contadas desde una perspectiva crítica y progresista: desde la defensa de los servicios públicos hasta los desahucios, que son un ejemplo que como la sociedad ha ido por delante de la clase política”.
¿Esta crisis está cambiando la forma en que algunos sectores sociales y políticos en Madrid analizan el conflicto político vasco? “En el tema represivo sí que percibo una evolución” -dice- “y supongo que tiene que ver con que en los últimos dos o tres años Madrid ha vivido un despertar, con una gran movilización social en distintos ámbitos”. Afirma que “hay una cosa que parte de la izquierda española no ha entendido bien, que es que asumir el derecho del enemigo, que aplica el Estado español contra el soberanismo vasco, hace que el Estado español sea mucho más irrespirable para sus propios habitantes. Ese 'todo es ETA' termina haciendo que Ada Colau sea señalada”.
Sin embargo, considera que con el tema nacional “aún falta mucho por entender, hace falta más pedagogía y más empatía”. Explica que “por desgracia incluso desde la izquierda sigue sin entenderse la demanda de soberanía. La demanda de soberanía es demanda de más democracia y si de algo carece el régimen español es de democracia. Esa consulta sería sana no sólo para la ciudadanía catalana, sino también para la española, porque significaría que vive en un lugar más respirable”. Y destaca que “los ataques al independentismo se utilizan como una cortina de humo, porque es un elemento que sirve de cohesión a una forma de identidad española”. Con todo, concluye que “viviendo en Madrid he descubierto que hay una parte de la ciudadanía española que es respetuosa con el derecho de autodeterminación y con las opiniones de las naciones sin Estado. Y esa es la gente que confío que cuando Euskalherría sea independiente conseguirá que tengamos unas buenas relaciones de vecinos”.