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Feijóo vuelve a la oposición con el manual de instrucciones de 2009 que lo aupó a la Xunta

El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, en una de sus últimas ruedas de prensa como presidente de la Xunta, el pasado jueves.

Daniel Salgado / Aitor Riveiro

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El Alberto Núñez Feijóo que se despacha a razón de varios mítines por día contra el Gobierno central lo hace con un viejo manual de instrucciones. El que empleó a fondo para asfaltar su camino hacia la Presidencia de la Xunta que logró en 2009 al batir en las urnas al bipartito PSOE y BNG. En sus páginas, temas y estribillos a los que ahora, como aspirante único a liderar el PP estatal, recurre con frecuencia: presunto despilfarro del Ejecutivo, cuestionables promesas de austeridad, populismo (si el populismo significa decir a cada uno lo que quiere oír y aplicar recetas simples a problemas complejos), acusaciones de inestabilidad y división a los gabinetes de coalición, presentarse como sosegado al tiempo que se vale de tropos de derecha dura y una relación a menudo problemática con la realidad y con los hechos.

En la campaña interna que estos días lo lleva por España, en la que visitará las 17 comunidades autónomas en dos semanas, son poco casuales los ecos de la que en 2009 lo condujo a la Presidencia del Gobierno gallego. De hecho, Feijóo ha puesto de ejemplo aquella campaña en todos los actos internos, sin preguntas de los periodistas, para justificar que él sí, y no Pablo Casado, está preparado para ganar en las urnas a Pedro Sánchez y al Ejecutivo de coalición con Unidas Podemos.

“El Gobierno no prioriza el interés general, sino la propia supervivencia. Cuando uno está para estar, no para gobernar, deja de ser útil y se convierte en un lastre”, dijo en su estreno como candidato en Valencia, el pasado día 11. “No creo en los gobiernos que se pactan en los despachos. No creo que en un lío de partidos socialistas comunistas, populistas e independentistas”, añadió. El día anterior, el PP había pactado con Vox el primer Gobierno de coalición con la ultraderecha desde la restauración de la democracia. Un acuerdo que provocó un terremoto político en Europa.

Feijóo se va vendiendo ante sus bases como el ejemplo de un líder que logró imponerse a un Gobierno del PSOE con los independentistas en 2009, y se presenta 12 años después como la mejor opción para ganar al actual Ejecutivo y la mayoría parlamentaria que lo sostiene.

Aquel Feijóo desatado convirtió en eje central del discurso de su oposición una supuesta “tendencia al lujo” del entonces presidente socialista, Emilio Pérez Touriño. La crítica derivó a menudo en insultos. Su número dos y ahora vicepresidente de la Xunta, Alfonso Rueda, lo llevó al extremo. “Touriño es un caradura, parece que lo pasa cada vez mejor despilfarrando cuando hay miles de familias afectadas por el paro”, decía solo un mes antes de las elecciones que le dieron al PP la primera de sus cuatro mayoría absolutas consecutivas. “Mentiroso”, “embaucador”, “sultán socialista del siglo XXI” o “emir de Monte Pío” [lugar de Santiago donde se encuentra la residencia oficial del presidente del Gobierno gallego] fueron algunos otros de los epítetos que le dedicaron.

Ahora, con Sánchez no ha utilizado como arma arrojadiza esa “tendencia al lujo” que achacaban a Touriño. Pero sí una suerte de narcisismo que le lleva a hacer una “serie” sobre su día a día en la Moncloa “con la que está cayendo”. “Con este Gobierno daría para muchos capítulos de una serie de televisión”, ironizó. “Si Netflix se entera, la compra seguro”, dijo en Valencia. “Esto de que un político considere que su jornada laboral son dos tuits, dos imágenes en Instagram y dos tertulias no va conmigo”, aseguró días después en Aragón, aunque esta vez sin señalar a nadie para que todos puedan darse por aludidos.

La base para insultar al socialista fue la remodelación de un área de la sede de gobierno por 3,8 millones -que usaron los sucesivos ejecutivos de Feijóo hasta que afrontaron una reforma mucho más ambiciosa del complejo administrativo- y la compra de un coche oficial blindado idéntico al que usaba en aquel momento Alberto Ruiz Gallardón en Madrid y al que había salvado la vida a José María Aznar en el atentado de ETA. La misma marca y modelo que aquel vehículo en el que Feijóo había despachado tantas veces porque era el que transportaba también al anterior presidente, Manuel Fraga Iribarne. Uno de los nombres que más cita como ejemplo a seguir el hoy presidente virtual del PP. De hecho, él heredó en 2006 de Fraga el PP de Galicia.

Feijóo ahora no acusa de “lujos” a los actuales gobernantes de España. Pero sí lanzó en Palma el genérico de que “el Gobierno se forra” a costa de los impuestos que pagan los ciudadanos en sus facturas de la luz o al llenar el depósito de sus vehículos. “Es un chollo poder gobernar con más deuda y más impuestos, eso lo puede hacer hasta el PSOE y Podemos, pero ese no es el modelo”, añadió. Dos frases que le valieron una dura crítica porque tanto el IVA como el Impuesto Especial de Hidrocarburos o el Eléctrico está repartido entre el Gobierno central y los autonómicos.

Al día siguiente, ya en Madrid, no acusó al Ejecutivo de llenarse los bolsillos o gobernar de forma “fácil”. Mutó el discurso, asumió que él mismo como gobernante llena las arcas públicas con ese mismo dinero y reclamó como presidente autonómico que se bajaran los impuestos transferidos a las regiones. Como si no hubiera dicho lo que dijo unas horas antes.

En el tramo inicial de la primera legislatura de Feijóo como presidente, escenificó la venta mediante subasta de 20 automóviles. Solo consiguió deshacerse de tres, entre ellos uno que el propio presidente de la Xunta conocía bien: lo había transportado a él durante su época de conselleiro con Fraga.

“A veces es mejor perder el Gobierno que ganarlo desde el populismo”, ha dejado dicho Feijóo en los últimos días, quien basó su campaña en 2009 en atacar al Ejecutivo por la compra de un coche oficial. Este mismo año, la Xunta ha cambiado el coche del presidente por un DS 9 de 225 caballos fabricado por la casa Citröen. El problema es que difícilmente se puede conocer el precio exacto del vehículo porque va incluido en un lote de 191 vehículos adquiridos bajo la modalidad de leasing con un plazo financiero de 48 meses para los que la Xunta anuncio una inversión de seis millones de euros, según publicó El Español.

Pero aquella campaña electoral de 2009 no iba, en realidad, de contar la verdad. Algunos analistas que la estudiaron a posteriori -el catedrático de Sociología de la Complutense, ya fallecido, Fermín Bouza, o el profesor de Comunicación Política de la Universidad de Vigo Xosé Rúas- hablaron de “propaganda gris”, cuyo origen es desconocido y que apela a bajos instintos; o de “publicidad negativa”, es decir, difundir mentiras a sabiendas de que lo son. La estrategia no solo funcionó, apoyado en una alianza con medios de comunicación conservadores, para establecer el marco del despilfarro contra la austeridad cuando la crisis financiera asomaba en el horizonte. También para insinuar vínculos espúreos entre la política y la empresa. El ABC publicó, en medio de la campaña electoral, una foto del nacionalista Anxo Quintana, vicepresidente con Touriño, en el yate del constructor Jacinto Rey. La imagen había sido tomada cuatro años antes, pero ya no importó.

“Habíamos tensionado mucho el tema. Teníamos la sensación de que las cosas iban bien. Los alcaldes del PP no se han empleado nunca tan a fondo como en aquella ocasión”, confiesa el vicepresidente Alfonso Rueda, y principal aspirante a ocupar el lugar de Feijóo en la Xunta cuando este dimita tal y como ha comprometido, en El viaje de Feijóo (Esfera de los libros, 2021), la amable biografía del periodista Fran Balado. Tan a fondo se emplearon los alcaldes populares que en noviembre de 2005, apenas unos meses antes de que Feijóo se hiciese con las riendas del partido en Galicia, unos doscientos regidores irrumpieron por la fuerza en el recinto del Parlamento de Galicia. Feijóo era entonces portavoz adjunto de un grupo parlamentario del PP que se estrenaba en la oposición y ante el enfado de la presidenta de la Cámara declaró: “Ni somos fascistas ni tenemos que ver con el 23F”.

Hoy, la división entre los socios del Gobierno central se ha convertido en núcleo de sus discursos a la militancia del PP. Una estrategia que ya había tenido también un ensayo previo en su campaña a la Xunta. Las discrepancias entre PSdeG y BNG -a veces con base real y a veces exageradas, según relataron sus líderes- le sirvieron para apuntalar la idea de despilfarro y los dos gobiernos. Tanto se apoyó en la idea que todavía lo usa en las sesiones de control en el Parlamento de Galicia para defenderse como presidente de la Xunta de Galicia de las críticas de nacionalistas y socialistas. Y eso que han pasado 13 años desde que perdieron en el gobierno.

Ahora esas discrepancias también existen. Son públicas y notorias. Pero Feijóo obvia que desde 2019 solo han caído gobiernos de coalición liderados por el PP y firmados con Ciudadanos. Es el caso de Murcia, Madrid o, el más reciente, de Castilla y León. Para él, el “lío” que diría su referente Mariano Rajoy, es el Gobierno de PSOE y Unidas Podemos. “Pedro Sánchez no es capaz de convencer a sus socios de Podemos para que entiendan la gravedad de la que está cayendo”, decía esta semana en Santiago en referencia a la guerra de Ucrania.

En ocasiones, Feijóo logra cuadrar en un párrafo todas estas críticas que ensayó en Galicia durante años. El pasado miércoles lo hizo en la capital de su tierra: “Parece una broma que menos de 24 horas después de anunciar el aumento del presupuesto de defensa una parte del Gobierno diga que no lo ve. Parece una broma que a menos de 25 km de la frontera europea se esté desatando una guerra sin cuartel, mas de 100 hospitales bombardeados, y la Moncloa se quiera convertir en un plató para grabar una serie a mayor honra del presidente. Y mientras las familias no llegan a fin de mes, Calviño nos dice que no es para tanto y que otras naciones están más afectadas”.

En esta semana se ha escudado en las dificultades de los pesqueros a la hora de llenar los tanques de combustible para pedir una rebaja del IVA en el gasoil de los pesqueros. También lo hizo el PP para el diésel agrícola.

“El presidente cuenta con nuestro apoyo, pero tiene en el Gobierno a su oposición”, dejó dicho también ese día, pese a que en la primera reunión para abordar las consecuencias económicas y sociales derivadas de la crisis de Ucrania se saldó con una crítica por parte de la que por ahora es mano derecha de Feijóo en Madrid, la coordinadora general, Cuca Gamarra.

“El caos y la división se pueden gobernar. De la misma forma que hemos gobernado desde 2009, vamos a gobernar España, sin caos ni división”, zanjó en su casa. De hecho, en Oviedo este jueves presumió de haber “presidido la Xunta desde hace 13 años” y que su Gobierno le ha “encomendado ser el portavoz,” lo que obliga a que dé las ruedas de prensa habituales tras las reuniones del Ejecutivo autonómico. “Eso me obliga a estudiar todos los asuntos y aprendérmelos. Eso significa que algo sé de lo que es un Gobierno”, zanjó. Ese mismo día, había descartado la existencia de la llamada “violencia vicaria” y la había situado como parte de la “violencia intrafamiliar”. Dijo que, para él, matar a un hijo por “problemas con la pareja” no era violencia machista.

Pero su propio Ejecutivo aprobó una ley específica de violencia vicaria como parte de la violencia de género. Hace menos de un año. El candidato del PP tuvo que rectificar en redes, aunque a su manera, porque en ningún momento reconoce el más mínimo error. Sí lo hizo, por ejemplo, cuando dijo que Valencia estaba en la “Costa Dorada”.

A principios de abril, Feijóo será encumbrado como presidente del PP. Por estatutos, será además el candidato a la Presidencia del Gobierno. Hasta entonces, y desde el pasado día 11, el dirigente gallego habrá protagonizado una veintena de actos. En el primero, en Valencia, dijo: “Estoy preparado para presidir el PP y si ganamos, solo si ganamos, el Gobierno de España”. Fue otro mantra recurrente de Feijóo durante los años en que la izquierda concurría en varias candidaturas en Galicia mientras el PP aglutinaba todo el voto de centro derecha. Una cantinela que estaba aparcada desde 2019 cuando su partido solo logró mantener feudos tradicionales como Madrid, Castilla León y Murcia, tras pactar con Ciudadanos y Vox contra la lista más votada.

De momento, no ha vuelto a reiterar esa frase, quizá porque comienza a comprender que ya no está en Galicia, donde ha gobernado por mayoría absoluta desde 2009, aunque pretenda usar el mismo manual que le permitió hacerlo entonces.

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