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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Feijóo, primeros kilómetros al volante del PP y derrape con Vox

Alberto Núñez Feijóo baja de su coche oficial, en una imagen de archivo.

Aitor Riveiro

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Alberto Núñez Feijóo ha tenido que entrar en boxes a cambiar los neumáticos apenas consumidos sus primeros kilómetros al volante de su nuevo PP. El todavía presidente de la Xunta de Galicia confiaba en un camino perfectamente asfaltado hacia la cúspide del partido, tras sellar pactos con el resto de los barones, pero no contaba con el chaparrón de esta semana. Una lluvia de críticas desde que el jueves se anunciara el acuerdo que abrirá por primera vez en democracia las puertas de la ultraderecha a un Gobierno de coalición. Feijóo llegó a la proclamación de candidatos a presidir el PP en solitario, sin rivales que le pudieran hacer sombra y tras haber tejido pactos en la trastienda del partido con dirigentes de mucho peso como Juan Manuel Moreno Bonilla e Isabel Díaz Ayuso. Pero la rueda trasera derecha patinó y el bólido se fue al barro tras la primera recta. El traje impoluto con el que pretendía presentarse como como líder de la oposición no ha aguantado limpio ni 24 horas y ya tiene el primer lamparón. El nuevo piloto del PP ha optado por practicar lo más parecido que se puede esperar de él a una rectificación. Si el jueves dijo que el pacto de Alfonso Fernández Mañueco con Vox era “legítimo”, este viernes, tras ver en editoriales de periódicos y diatribas radiofónicas, la respuesta a su discurso, intentó enmendarse: “A veces es mejor perder el Gobierno que ganarlo desde el populismo”. Es una simple frase, no hay ninguna noticia de que Feijóo ni nadie vaya a dar instrucciones para romper el acuerdo que da entrada a Vox en el Gobierno de Castilla y León.

Feijóo hizo estas declaraciones en Valencia, donde inició una gira que le llevará por toda España y que concluirá en el XX Congreso, extraordinario, del PP. El presidente según el mismo ha dicho seguirá dirigiendo la Xunta “por teléfono”, mientras no ceda el mando en Galicia pero está volcado desde ya en dirigir el partido. De hecho, ejerce de líder desde que Pablo Casado se rindiera en la madrugada del 24 de febrero tras una semana de asedio a su despacho de la séptima planta de la sede nacional de la calle Génova, en Madrid. Casado no dimitió pero aceptó mantenerse como presidente florero.

Un acto de clemencia del que quizá Feijóo ya está arrepentido vista su última intervención ante sus colegas del PP europeo en la que Casado dejó dos recados: defendió que con él Vox no entró a ningún gobierno y que se lo ha llevado por delante su “lucha contra la corrupción”. Los polacos, que tienen a un paso la primera guerra en Europa desde el siglo XX, saben a lo que ha jugado Vladimir Putin con los ultras de medio continente, incluido Vox. Donald Tusk no tuvo dudas y, a la salida de la reunión, fue explícito tildó el acuerdo de los populares de “capitulación” ante los ultras. En este escenario bélico, la metáfora adquiere mucho valor.

Feijóo había presentado la víspera más de 55.000 avales de militantes y ofreció la primera rueda de prensa de su vida desde la sala de prensa de la sede, como él mismo recordó cuando los periodistas le preguntaron por la venta del edificio. La jefa de prensa, una veterana del PP de Rajoy repescada para la delicada situación que atraviesa el partido, avisó de que serían pocas preguntas.

El dirigente admitió el doble de las previstas. “No me gustan los gobiernos que salen de los despachos, me gustan los que salen de las urnas”, dijo. “Entiendo que si un partido ganó, tiene el triple de diputados que otro, parece razonable que presida la Cámara”, indica. Eran algo más de las seis de la tarde. Antes del medio día siguiente, Mañueco anunció que cedía la Presidencia de las Cortes a Vox; admitía hablar de “inmigración ordenada”, “violencia intrafamiliar” o “adoctrinamiento ideológico”; y pactaba entregar tres consejerías a la ultraderecha tras una negociación exprés intervenida por Madrid. Por la noche, en una comparecencia sin preguntas, el presidente del Comité Organizador del Congreso (COC), Esteban González Pons, anunciaba lo que ya se sabía: que Feijóo será el único candidato a presidir (a partir de abril ya oficialmente) el PP.

Las reacciones al pacto con Vox no se hicieron esperar. Medios de comunicación de todo el espectro cargaron durante el jueves y en la mañana del viernes contra el pacto y recordaban la “claudicación” del PP, como la había definido Tusk. Con las portadas y editoriales frescos, este viernes Feijóo viajó a Valencia y a Murcia, sus primeras dos paradas en la gira que ha anunciado para escuchar a la militancia. Sus primeros kilómetros como líder virtual le dirigieron a dos baronías que, hasta hace menos de un mes, Pablo Casado contaba entre sus pretorianos más fieles. En la Comunidad Valenciana la elección de Carlos Mazón, que proviene de Alicante, no fue entendida, mucho menos compartida, por todos. Y de Murcia es el ex secretario general, Teodoro García Egea, que ha tenido en el presidente de la Región, Fernando López Miras, uno de sus principales aliados. En marzo de 2021 se fue en persona a salvar el Gobierno autonómico de la moción de censura de Ciudadanos. Con éxito, aunque también con costes.

¿Quién manda en el PP?

Feijóo no será encumbrado formalmente hasta el primer fin de semana de abril, pese a que en sus intervenciones está yendo mucho más allá de lo que podría esperarse de un mero candidato. Este viernes, en Valencia, aseguró que “España vive uno de los momentos más complejos de su historia reciente. La situación nacional es límite y la situación internacional lo ha venido a agravar. Por este orden”. “Los españoles reclaman una alternativa, pero no una cualquiera. No puedo quedarme quieto o callado. Si mi partido me convoca, no puedo negarme”, añadió. “Nuestra responsabilidad es indelegable”, apuntó.

Y, como si no hubiera ocurrido nada en Castilla y León el día anterior, repitió una idea que ya había lanzado: “No creo en los gobiernos que se pactan en los despachos”. Pero la amplió: “No creo en un lío de partidos socialistas, comunistas, populistas e independentistas. No lo hemos practicado durante 40 años, salvo en los tres últimos”. Por primera vez, el PP admitió eso sí que el Gobierno de Pedro Sánchez es “legítimo”, pero con apellidos: “Es legítimo sumar aunque no cuadre. Qué más da, si el número total es suficiente”.

Minutos antes, en unas breves declaraciones cogidas al vuelo por los periodistas, Feijóo trató de negar que su mandato se haya estrenado con un pacto con Vox. “No, no. Se estrenan los castellanoleoneses”, esquivó. El líder gallego ha comprobado que, a diferencia de lo que ocurría cuando apenas salía de Santiago, todo lo que pase ahora alrededor de sus siglas le toca y le afecta. Él mientras da a entender que no tiene ninguna responsabilidad en la decisión, pero en el partido se ha instalado ya la idea de que lleva muchos días ejerciendo y que los primeros cambios y la reaparición de González Pons y otros dirigentes del marianismo son exigencias suyas.

Desde el punto de vista de la oficialidad, el PP sigue teniendo de presidente a Pablo Casado, cuyas funciones siguen plenamente vigentes hasta el 1 de abril. La dimisión de Egea fue salvada con el ascenso de Cuca Gamarra al puesto de coordinadora general, otra elección que se atribuye a Feijóo. La dirigente riojana es, además, la jefa del grupo parlamentario en el Congreso y ejerce como portavoz del partido junto a González Pons. Hay 17 líderes autonómicos y decenas de provinciales o insulares. Los órganos del partido no se han disuelto pero, desde el jueves e incluso antes de que recopilase los avales y se presentase en rueda de prensa con más de 50.000, hay un presidente virtual: Alberto Núñez Feijóo.

Otra cosa es que nadie quiera hacerse responsable de una decisión sobre un asunto central, que marcará un antes y un después en la derecha española y cuya onda expansiva ha llegado al corazón del proyecto europeo, surgido en la segunda mitad del siglo XX como antídoto para el resurgimiento del nazismo y del fascismo: la entrada de la ultraderecha en el Gobierno de Castilla y León.

Casado se fue a París a la reunión del EPP sin pactar previamente nada con la dirección in péctore. Ni con Feijóo. elDiario.es trató en los días previos de saber quién iba a representar al partido en la cita, previa a la cumbre informal de jefes de Estado y de Gobierno de la UE que debía abordar la crisis provocada por la invasión rusa de Ucrania. Nadie parecía saberlo. Tampoco lo que se iba a decir en esa cita. Las referencias sobre lo que dijo a puerta cerrada a sus aliados son indirectas. Además de las ya referidas de Tusk, que habló de capitulación ante los micrófonos, el dirigente de Les Republicains franceses, Michel Bernier, recordó el cordón sanitario en su país a la extrema derecha y reveló que Casado había desaprobado lo ocurrido en España. El alemán Manfred Weber se pronunció puertas adentro en términos similares, aunque luego reculó en Twitter.

La digestión del acuerdo con Vox se le puede revolver al PP y amenaza con quemar a algunos dirigentes. Gamarra, como Feijóo, responsabilizó a Mañueco: “A él le corresponde y tiene la responsabilidad. Así se lo encargamos y encomendamos en un Consejo Ejecutivo Nacional. Le corresponde liderar las negociaciones y dar cuenta de las mismas”. González Pons, que la semana pasada llamó “extrema derecha” a Vox y esta ha evitado repetirlo, se quedó con las ganas, pero se ciñó al argumentario y señaló al PSOE. Y todos ellos dirigieron sus miradas a Casado, porque formalmente es todavía el presidente, y muchos le responsabilizan del adelanto electoral en Castilla y León. Mañueco antes de las elecciones repetía que la decisión fue suya. Los barones, también.

En su última aparición pública del viernes, ya en Murcia, Feijóo habló de “defender la idea de Europa de sus enemigos”. “De todos los enemigos, los externos y también los internos”, señaló. Pero no habló de los países dirigidos por los aliados de Vox que rompen las reglas de la UE, como Polonia y Hungría, ni tampoco de las duras críticas de la ultraderecha española a las instituciones europeas y su defensa del regreso a los estados-nación.

En su lugar, Feijóo citó a “partidos, en el Gobierno y en el ámbito de sus alianzas parlamentarias, que no les interesa Europa”. Y apenas 24 horas depu´se de haber defendido como “legítimo” el pacto con Vox también hizo una encendida defensa del “orden liberal internacional” frente a los “enemigos de la libertad que les interesa el populismo” y los “enemigos de la democracia que les interesa la autocracia”.

Hace apenas unas semanas, y esta vez sí con mención expresa, había dicho no compartir “el discurso de Vox”. “El PP y Vox no son lo mismo. El PP nunca ha sido un partido antiautonomista, euroescéptico ni populista, que cuestiona las instituciones de nuestro país y las europeas. Vox no es el PP. Ni el de ahora, ni el de antes ni nunca”, señaló. También habló de “combatirlos”.

“Estoy preparado para presidir el PP y si ganamos, solo si ganamos, el Gobierno de España”, dijo en Valencia. Feijóo ha recuperado la vieja idea, cuando el bipartidismo dominaba ampliamente el espectro político salvo en lugares como Catalunya o Euskadi, de que gobierne la lista más votada. Justo lo contrario de lo que hizo el PP en 2019 en Madrid, Murcia, Andalucía o Castilla y León, gobiernos que el dirigente gallego aplaudió estos últimos años.

Feijóo trata de vender un PP nuevo y centrado pero las fechas han cuadrado de la peor manera posible. Intentar desvincularse de las decisiones de Mañueco, tras participar en su campaña y participar en el mitin de cierre, resulta inverosímil para todos, fuera y dentro del partido. Él intenta alegar que aún no presidía el PP cuando se le dio manos libres al barón catellano-leonés. Pero todo el partido sabe que ese pacto sería casi imposible sin el aval de Feijóo, que además lo ha calificado a la vista de todos como “legítimo”.

En su intento de alejarse del populismo de extrema derecha, Feijóo llegó a citar este viernes por la tarde en Murcia a Angela Merkel, quien renunció al Gobierno de Turingia y optó por dárselo a Die Linke (homólogo de Podemos en Alemania) antes que gobernar con Alternativa por Alemania.

El próximo presidente del PP apenas ha recorrido unos pocos kilómetros de los miles que quemará en su gira hasta el mes de abril. Para entonces, confía en haber ajustado los reglajes del partido y en que el pacto de Castilla y León sea un sueño remoto. El problema es que a la vuelta del verano viene otra curva muy complicada: las elecciones en Andalucía. Su presidente, Juan Manuel Moreno, dijo el jueves que “Castilla y León es Castilla y León, y Andalucía es Andalucía”. Para entonces, Casado llevará muchos meses fuera. Los mismos que Feijóo como presidente. Y después de eso llegará la verdadera carrera, la que tiene su meta en La Moncloa.

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