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Del Everest a una mina o un volcán: así llega internet a los rincones más remotos

La empresa nepalí NCell ha llevado conexión 3G al Everest

Lucía Caballero

El 15 de octubre de 2010, el expedicionario Eric Larsen publicó el primer tuit desde lo más alto del Himalaya, un escueto “¡La cumbre del Everest!”. La exclamación iba acompañada por una descripción (también breve) del aparato que le permitía escribir a casi 8.850 metros sobre el nivel del mar: el DeLorme GPS Earthmate PN-60w, un dispositivo que permite mandar mensajes de texto vía satélite.

Aunque la máquina de Larsen pesa y ocupa más bien poco, los primeros teléfonos satelitales verdaderamente efectivos que ascendieron la enorme montaña eran casi del tamaño de un ordenador portátil. A mediados de los 90, estos móviles permitían a los escaladores consultar la predicción meteorológica. Sin embargo, dado lo impreciso del sistema, fiarse no era muy aconsejable. 

Everest summit! -Sent with @DeLormeGPS Earthmate PN-60w

El Everest se ha convertido en un pico conectado gracias a empresas como la nepalí NCell, una filial del grupo sueco Telia Sonera. En 2010, la compañía instaló una estación de comunicaciones 3G en Gorakchep, a unos 5.200 metros de altura, 150 por debajo del campamento base situado en la región de Khumbu.

Desde entonces, la operadora proporciona conexión a los habitantes de la zona, los trabajadores del emplazamiento y las decenas de miles de aventureros que visitan el monte cada año. “Hemos realizado pruebas y verificado la cobertura hasta los 5.600 metros en Kala Patthar [un pico cercano al monte]”, detalla Sanju Koirala, directora de comunicación de la empresa asiática.

Para probar el servicio, han realizado videollamadas a unos 5.300 metros de altitud, desde el área próxima a Lutka, el pueblo donde los expedicionarios suelen comenzar su aventura. Y un tuit publicado por el montañero británico Kenton Cool en 2011 demuestra, según Koirala, que la red alcanza la cima del gigante nevado, situada a 8.848 metros de altura.

No ha sido tarea fácil. La torre de comunicaciones principal, que se encuentra en Gorakchep, se alza 9 metros sobre cimientos rocosos. Tardaron unos tres meses en realizar los estudios previos desde el aire y completar la instalación. “Más de lo esperado por culpa del mal tiempo”, explica Koirala.

Participaron alrededor de una docena de técnicos y porteadores. Además, “contamos con la ayuda de guías especializados”, señala la responsable de NCell. Ahora no hace falta tanto personal para vigilar la instalación: hay solo una persona encargada de la parte operacional y el mantenimiento y cuentan con “apoyo adicional en la región de Namche para el resto del equipamiento”, indica Koirala.

Las otras antenas, de entre 6 y 24 metros, van acompañadas de pequeñas plantas solares que las abastecen energéticamente. El lote lo completa un repetidor que proporciona servicios de radiocomunicación por microondas a varias poblaciones situadas entre los 2.700 y los 3.860 metros, así como al Hotel Everest View. En todas estas localizaciones, “los usuarios de NCell pueden disfrutar de hasta 14,4 Mb por segundo”, indica Koirala. Más arriba, en Gorakchep y Lukla, la velocidad de conexión disminuye hasta los 384 o 512 Kb por segundo.

Ni carreteras ni grúas

Entre las dificultades que encontraron durante la construcción, la nepalí destaca el terreno agreste y la ausencia de carreteras que comuniquen a los proveedores de materiales con la zona de instalación. “Las únicas formas de transporte eran los porteadores, los yak y por aire”yak, afirma Koirala.

La meteorología tampoco acompañó. Aunque las condiciones atmosféricas son variables, no puede esperarse demasiado de un clima tan extremo. Y por si todo esto fuera poco, el equipo tuvo que lidiar con las consecuencias de la elevada altitud: “Les resultaba difícil incluso respirar debido al mal tiempo y la altura”, cuenta la encargada de comunicación.

Aun hoy, el frío provoca graves problemas en las instalaciones. Durante y después de las tormentas de nieve más fuertes, una densa capa blanca cubre los paneles solares que alimentan las torres, interrumpiendo el servicio. El responsable de la zona debe limpiarlas para restablecer el abastecimiento de energía y, por tanto, las comunicaciones.

Las bajas temperaturas y las precipitaciones afectan también a las placas solares que suministran electricidad a la infraestructura de la empresa Everest Link, que brinda conexión wifi al campamento base. Un servicio de “internet extremo”, según reza su web, disponible en la montaña desde el 2014. Pero el fundador de la compañía, Tsering Gylatsen, comenzó su ambicioso proyecto mucho antes: en 2001, Gylatsen y un grupo de emprendedores nepalís crearon Namche Technical Support para brindar conexión a la zona.

Un par de años después construyeron el primer 'cibercafé' en el campo base, una tienda de campaña de unos 19 metros cuadrados con algunos ordenadores portátiles conectados a la Red vía satélite. Por desgracia, los rebeldes maoístas que avivaban la guerra civil en Nepal fijaron la infraestructura de Namche Technical Support como uno de sus objetivos y la empresa tuvo que cesar su actividad en el Everest.

En 2012, cuando los guerrilleros se retiraron de la zona, Gylatsen y sus colegas volvieron a la carga con un nuevo nombre, Everest Link. En dos años, consiguieron establecer la conexión inalámbrica en Lukla gracias a varios repetidores de microondas localizados estratégicamente en diferentes picos. El servicio se extiende más de 100 kilómetros por el terreno para dar servicio al campamento base y las zonas aledañas.

Viaje al centro de la Tierra

Además de llevar internet a lo más alto, la sueca Telia Sonera participa en otra iniciativa con un objetivo antagónico: instalar y probar la conexión 5G en el interior de una mina europea. En el proyecto participan también Ericsson y la Universidad de Luleå (Suecia), entre otros socios.

Aunque los primeros estudios comenzaron en julio de 2015, sus responsables han logrado alcanzar su meta este verano. “Faltaban muchos datos e información al principio, una de las razones por las que lanzamos el proyecto: tener más conocimiento”, explica Eilert Johansson, uno de los responsables de la iniciativa e ingeniero de ICT, una asociación para fomentar la investigación en telecomunicaciones. Se han basado en la tecnología utilizada en otros casos, como “las redes móviles en túneles” o las “instalaciones wifi en minas”, enumera Johansson.

El lugar elegido por el experto y su equipo es la mina Kankberg, en Suecia, gestionada por la empresa Boliden. “La red móvil se instala dentro de la excavación, así que la profundidad no supone un límite físico”, nos cuenta. En las galerías suecas han construido infraestructuras hasta los 450 metros de profundidad.

“La propagación de las ondas de radio es diferente bajo tierra que en la superficie”, advierte Johansson, por lo que los parámetros a tener en cuenta para diseñar la red también son distintos. Los repetidores de radio y las antenas, situados en el techo de las galerías, se comunican por redes de fibra óptica con el núcleo central de conectividad móvil de Telia. “La velocidad de los datos es tan buena o mejor que en la superficie”, asegura el ingeniero.

El proceso de instalación resulta más complejo allá abajo. “Las operaciones requieren más preparación y planeamiento”, indica Johansson. Sin embargo, la mina es lo suficientemente espaciosa para la maquinaria y los vehículos. “Se suelen utilizar todoterrenos especialmente equipados”. En total, han participado en el proyecto entre 40 y 50 personas que han asistido a cursos de preparación sobre seguridad en las minas.

“Hemos encontrado muchos retos, desde el entorno agreste al estado del arte actual de la tecnología móvil”, afirma el ingeniero. Sin embargo, hay otra cuestión difícil que poco o nada tiene que ver con las operaciones: “Esto es una prueba, una demostración de que es técnicamente posible construir redes móviles en las minas, pero se necesitan buenas oportunidades de negocio para que se invierta en ello”.

En unos años, Johansson prevé que los ‘smarphones’ sustituyan a los actuales comunicadores por radio de los trabajadores de las minas. Les facilitarán la comunicación por voz y permitirán desarrollar “aplicaciones para supervisar maquinaria automatizada y otros equipamientos”, indica. El incremento de la autonomía de los sistemas “mejora la productividad y la seguridad de los operadores”.

Desafiando al fuego

Si hay internet en las profundidades de Suecia y en el techo nepalí, ¿por qué no conectar también el cráter de un volcán? Este es el ambicioso objetivo del gigante General Electric, que colabora con el explorador y cineasta Sam Cossman y el gobierno de Nicaragua para instalar decenas de sensores dentro del volcán Masaya, uno de los más activos del país sureño.

La idea es que Cossman deje sus miedos (ya de por sí escasos) en la ladera y descienda unos 366 metros por el interior de la ardiente boca rocosa para probar los aparatos e ir ubicándolos progresivamente, durante varias semanas. Deberá llevar un traje especial que soporte las altas temperaturas del cráter.

Los dispositivos colocados por este temerario transmitirán en tiempo real información sobre el estado del Masaya: su temperatura, presión atmosférica, gravedad y la concentración de diferentes gases. Los datos viajarán a través de internet y serán almacenados en Predix, una plataforma para gestionar información industrial de General Electric. Allí, cualquier interesado, desde geólogos a las autoridades nicaragüenses, podrá saber qué ocurre dentro del volcán en cualquier momento y mantenerlo vigilado.

Evidentemente, Cossman compartirá su periplo a través de la Red, como hacen ya los escaladores que ascienden el Everest. No solo envían tuits: la última moda consiste en publicar sus aventuras en Snapchat. Internet transforma los lugares más remotos del planeta en un destino virtual al alcance de todos.

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Las imágenes de este artículo son cortesía de NCell y Pilot for Industrial Mobile Communication in Mining (PIMM)

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