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Cómo ganar dinero regalando tu trabajo: historias de éxito con licencia CC

El 'software' Blender pasó de código cerrado a 'open source', de ahí a crear cortos con licencia Creative Commons y con ello al éxito mundial

José Manuel Blanco

En principio, ofrecieron su trabajo sin recibir una remuneración a cambio, para que cualquiera pudiera copiar, compartir y transformar a su antojo, citando a los autores originales y hasta usándolo con fines comerciales. Se encontraron con que esto fue algo diferente a trabajar gratis: hacerlo para sí mismos y dedicándose a lo que mejor se les daba les permitió ganar dinero. Todo gracias a las licencias Creative Commons.

“Cuando hablamos a la gente sobre Creative Commons, una de las primeras preguntas que nos hacen es: '¿Cómo obtengo beneficios si doy contenido gratis?'”, explica a HojaDeRouter.com Sarah Pearson, abogada en este organismo. Ella y su compañero Paul Stancey han escrito 'Made with CC', un libro que recoge el testimonio de 24 empresas o personas que apostaron por un modelo libre para compartir su trabajo y les ha supuesto una forma de vida. Algunos lo han monetizado o han podido conseguir otros trabajos gracias a ello. Otros, mediante donaciones, 'crowdfunding' o (mejor aún) pequeñas ventas, también han demostrado que es posible sacar rédito económico a este tipo de licencias.

Pearson da algunas ideas para obtener beneficio económico con el trabajo distribuido en Creative Commons. La principal es encontrar “un modo de aprovechar la facilidad con la que el contenido puede difundirse 'online' para tu ventaja, en vez de dedicar tiempo y dinero intentando restringir el acceso a tu contenido”. También hay que tratar a la gente que interactúa con el contenido “como seres humanos y colaboradores potenciales”. Es más, “cultiva relaciones fuertes con tu audiencia principal”. Y además, “ten valores y síguelos a rajatabla: la gente no notará”.

La clave para ganar dinero es encontrar algo que vender más allá del contenido en Creative Commons que se distribuye, explica Pearson, “sean servicios personalizados, actuaciones en directo o algo más”. Y además tener en cuenta que hay que estar “enfocados en ganar 'suficiente dinero' en vez de solo ganar dinero. Creo que es un punto muy importante y merece la pena enfatizarlo. No eliges una licencia Creative Commons para hacerte rico. Es un reflejo de tus valores y prioridades”.

Escritores como Cory Doctorow (coeditor de Boing Boing) o los cantantes Amanda Palmer y Jonathan Mann,Jonathan Mann que se hizo famoso por publicar cada día una canción, registraron sus creaciones con Creative Commons y eso les abrió las puertas a nuevos ingresos: copias físicas de sus libros, canciones personalizadas…

Reflejo de sus valores y prioridades fue lo que comenzó a hacer OpenStax en 2012 con los libros de texto. La aventura de OpenStax comenzó en 1999 con el nombre de Connexions. Richard Baraniuk, profesor de la Universidad Rice, en Houston, estaba desencantado con los manuales y cursos tradicionales. Quería un método con el que editores y alumnos pudieran compartir gratis materiales adaptados para las clases. Aquello se terminó convirtiendo en OpenStax CNX, una biblioteca de recursos personalizables, todos disponibles bajo licencia Creative Commons.

Pero OpenStax es algo más. “En 2012 comenzamos a publicar nuestros propios libros de texto”, cuenta a HojaDeRouter.com Dani Nicholson, directora de Marketing y Comunicación de OpenStax. “Los libros de texto son muy muy caros normalmente. Teníamos una gran plataforma, pero queríamos alcanzar a más estudiantes”, prosigue. “Queríamos estar seguros de que las facultades podían tener la opción de editar sus propios libros”.

Asegura que sus libros los usan “millones de estudiantes”, que solo el pasado curso académico 2015-2016 pudieron ahorrar 39 millones de dólares (34,69 millones de euros) usando los libros en más de 2.500 asignaturas diferentes. Es más, Nicholson también afirma que desde 2012 han podido ahorrar 200 millones de dólares (178 millones de euros) a los estudiantes universitarios estadounidenses. Según datos del libro 'Open', sus manuales (que tienen la licencia de uso menos restrictiva, la CC BY) se han descargado más de 200.000 veces. 

En OpenStax no dan cifras de ingresos y beneficios, pero dice que están alcanzando la sostenibilidad “con rapidez” y que en una empresa como la suya, que no es una ONG sino que pretende obtener beneficios, “es muy importante que logremos mantener nuestras operaciones sin subvenciones”.

Gracias a esas subvenciones pudieron contratar personal para diseñar unos manuales que también se ofrecen con licencia Creative Commons. Pero OpenStax consigue financiación no solo a través de estas partidas: es posible comprar una copia física de sus libros, con unos márgenes de beneficio muy ajustados. Aun así, las ayudas que reciben todavía sustentan gran parte de su día a día: “Escribir libros de texto es muy caro”. También tienen acuerdos con otras compañías para compartir contenidos; cuando esto sucede, las empresas colaboradoras les pagan una especie de honorarios.

Nicholson explica que los libros se van actualizando y se publican nuevas ediciones. “Queremos estar seguros de que estos libros son de buena calidad a largo plazo”. A medio plazo, la compañía tiene en mente crear una plataforma en la que se trabajen aquellos temas que necesitan más actividades, también con un precio de 10 dólares al mes.

Más de 30 personas creando cursos universitarios

Otro proyecto de educación abierta que gana dinero es Lumen Learning. Lanzado en octubre de 2012, surgió de la unión de Kim Thanos, una emprendedora del sector de educación superior, y David Wiley, un defensor de los recursos educativos abiertos.

Querían conseguir dos objetivos con su proyecto: suministrar recursos abiertos para que los profesores tuvieran más fácil el reemplazo de los caros libros de texto y medir si los estudiantes de este tipo de cursos trabajaban tan bien como los de las asignaturas tradicionales. Para ponerlo en marcha, contaron con el apoyo de la Fundación Bill y Melinda Gates. Usar una licencia Creative Commons era una obligación: “La educación abierta es nuestra razón de ser. El contenido con licencia abierta nos proporciona una gran flexibilidad en el diseño de nuestros cursos, así como una gran flexibilidad para que nuestros clientes den forma a los materiales”, explica Julie Curtis, vicepresidenta de Comunicación, a HojaDeRouter.com. Además, al tener una licencia CC, “otros pueden usarlo, beneficiarse de ello y compartir los materiales”.

Lumen Learning ofrece recursos educativos universitarios gratuitos y una serie de herramientas de pagorecursos educativos universitarios: una de gestión del aprendizaje del alumno, otra para evaluar a los alumnos y avisar a los profesores de quién necesita más atención y la última para enseñar a diseñar recursos abiertos. “Cobramos honorarios entre 10 y 25 dólares [8,9 y 22,2 euros] por estudiante implicado en los cursos”, cuenta Curtis.

Curtis asegura que Lumen trabaja con 150 instituciones de educación superior en todo Estados Unidos. Para el bienio 2016-2018, se han inscrito 125.000 estudiantes en alguno de los cursos que utilizan sus materiales.

“La propiedad intelectual no es más que una dificultad”

Otra forma de obtener dinero es ofrecer un versión personalizada del producto que ya se comparte libremente en la web. Es lo que hace Ártica, un servicio de cursos en línea con sede en Montevideo pero cuyos trabajadores están entre Uruguay y España; por cierto, que los fundadores no conocen en persona a sus compañeros españoles.

Ártica comenzó en 2010 como un blog de arte y cultura digital, explica su creadora, Mariana Fossatti, a HojaDeRouter.com. Fue a partir de la segunda mitad de 2011 cuando empezaron a ofrecer servicios; en concreto, cursos gratuitos y abiertos o de pago, así como proyectos web para artistas e instituciones, investigaciones y consultoría. Su primer éxito, que les llevó al conocimiento internacional, fue un MOOC sobre la cultura 'remix' y la colaboración en el mundo del arte. 

“El origen del proyecto está ligado a las ganas de dedicarnos a temas en los que nos interesaba trabajar, generar conocimiento y también hacer aportes desde nuestro activismo”, explica. “Aunque comenzamos sin apoyo económico, el proyecto no requería demasiada inversión financiera, ya que podíamos montarlo en base a 'software' libre para crear las plataformas que requeríamos (blog y aula virtual, en principio)”. Ella y su compañero, Jorge Gemetto, contaban con la experiencia previa en el área de formación a través de internet. Ella, en concreto, trabajaba en una organización internacional para el desarrollo de educación en línea en áreas rurales.

Fossatti y Gemetto apostaron por un modelo Creative Commons “porque creemos que la cultura de compartir es un apoyo real para proyectos pequeños como el nuestro”, afirma la socióloga. “Así como nosotros compartimos conocimiento libre, también tenemos acceso a infinitas fuentes de conocimiento, a 'software' y a otros recursos intelectuales indispensables para nuestro trabajo cotidiano”. De hecho, no conciben otra forma de hacerlo. “Quizás para una empresa multinacional gigante tenga sentido crear un búnker legal de propiedad intelectual”, afirma, “pero para la inmensa mayoría de las trabajadoras y trabajadores del mundo que están en busca de proyectos que les permitan emanciparse y controlar sus propios procesos productivos, la propiedad intelectual no es más que una dificultad”.

Ellos no cobran por esos contenidos que generan, sino por los procesos relacionados con ello, como consultorías, tutorías, cursos u horas trabajadas en proyectos. Ofrecer contenidos libres y abiertos les parece una opción “ética y políticamente comprometida” con el mundo que quieren construir, a la vez que les aporta visibilidad. De hecho, cree que al basar su negocio en contenidos y cultura libre “estamos construyendo sobre cimientos colectivos que nos apoyan”.

Fossatti explica que, de momento, los beneficios de Ártica representan un 50 % de ingresos mensuales de cada uno de los coordinadores, que complementan con otras actividades remuneradas. Las otras dos personas que trabajan desde España también lo tienen como algo que completa a otras actividades.

De 'software' cerrado a ganancias libres

Blender es un 'software' para la creación, modificación y renderizado de animación 3D. Creado a finales de los 90 por Ton Roosendaal, su mismo desarrollador decidió hacerlo 'open source' a comienzos de siglo. Con el tiempo, comenzó a valorar la idea de que el trabajo que creara con él desde su estudio también debía ser abierto y libre para transformarlo.

En el año 2002, Blender pasa de tener una licencia cerrada a otra de código abierto. Se libera a la comunidad para que todo el mundo lo pueda utilizar y, unos años más tarde, se da otro paso en base a la siguiente premisa: para mejorar el 'software' se necesitan artistas que trabajan con él. “Y qué mejor forma que seguir la misma filosofía que el programa en sí”, cuenta a HojaDeRouter.com el artista Pablo Vázquez, que utilizaba el programa en su Argentina natal y se mudó a Ámsterdam para trabajar en la compañía. “Si el programa es libre, si se puede ver todo el código para estudiarlo, ¿por qué no hacerlo también con el arte que se crea para el programa?”.

En 2006 el equipo estrenó 'Big Black Bunny', su primera ‘open movie’ (película abierta). Antes de que Kickstarter y compañía revoucionaran el 'crowdfunding', ellos pedían unos 20 euros con la promesa de que, cuando el corto estuviera terminado, aquellos que hubiesen pagado tendrían acceso a él y a los archivos que lo forman, 'software' incluido. Las copias físicas de esos proyectos han seguido siendo una fuente de financiación. 

Otra de sus fuentes de financiación ha sido material educativo para enseñar cómo funciona el programa, así como videotutoriales. “Con ese dinero se pagaba a los desarrolladores”, cuenta Vázquez. “Con el tiempo, estos proyectos abiertos hicieron a Blender más conocido y más gente lo empezó a utilizar. Hoy en día, estudios y empresas donan dinero o compran partes de desarrollo de Blender”. Algunas empresas tecnológicas quieren probar sus nuevas tecnologías con el 'software' holandés: “Lo que hacen es forzar, utilizar Blender en una escena que es muy difícil de computar, lo utilizan para medir”. En cualquier caso, liberar su 'software' ayudó a aumentar la popularidad del proyecto.

Su modelo de negocio también pasa en la actualidad por Blender Cloud, la plataforma en la que está todo el material que se produce en el estudio. “En vez de vender un DVD, todos los meses por 10 euros la gente puede tener acceso a todos los cortos que hicimos antes y nuevo contenido que vamos haciendo constantemente”. En ella se puede seguir el día a día de los proyectos, que tienen un coste de producción entre 300.000 y 400.000 euros, conforme se están desarrollando. La compañía también obtiene beneficios con la Blender Store, una tienda que vende DVD, camisetas y otros productos sobre sus personajes. 

Vázquez, director de tres cortos de la serie 'Caminandes', ha vivido cómo aún “hay gente que todavía no entiente eso de Creative Commons, todavía siguen pidiendo permiso”.

Estos proyectos menos conocidos se unen a otros mundiales como la Wikipedia, cuyas donaciones sirven para pagar a los empleados, gestionar el día a día del proyecto y guardar un fondo de reserva para el futuro; las placas de Arduino, que en vez de hacer en casa se pueden adquirir, junto a la licencia para crear productos derivados con esta marca, o el juego Cartas contra la humanidad, cuyos beneficios vienen de las copias físicas que piden aquellos que no se lo quieren imprimir por su cuenta.

“No íbamos a encontrar [con el libro] la fórmula secreta para ganar dinero con contenido creativo en la era digital. Pero pensamos que sería útil investigar los diversos métodos con los que creadores y negocios se estaban manteniendo cuando usaban licencias CC”, concluye Pearson. Un vistazo a internet demuestra que cultura libre no significa olvidarse de ver un céntimo.

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Las imágenes son propiedad de Blender, Wikipedia, Lumen Learning y Caminandes

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