El arte balear más activista en ARCO: destrucción del paisaje, gritos de “auxilio” y estéticas quinquis
LEER ESTE TEXTO EN CATALÁN
Se dice que, alguna vez, el pintor estadounidense Robert Rauschenberg dijo que el trabajo del artista es ser testigo de su tiempo en la historia. Desde la guerra de Vietnam y la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos en los años cincuenta, muchos artistas han encontrado en la creación artística una herramienta para enfrentarse al poder. A día de hoy y en plena efervescencia global de las extremas derechas, son muchos los creadores que elevan su trabajo para abrazar diferentes causas sociales y denunciar las guerras, la desigualdad, el racismo o la crisis climática.
En la 44ª edición de la feria de arte contemporáneo ARCO en Madrid, con el Amazonas como proyecto central, diferentes artistas de las Illes Balears presentan sus obras como un alegato de resistencias múltiples frente a la destrucción medioambiental del paisaje, la turistificación de las islas, la pérdida de las tradiciones y la cultura propia. También reflexionan sobre el peso de lo heredado a través de la memoria colectiva, el narcisismo contemporáneo o las culturas de extrarradio.
Uno de los ejemplos este año es el proyecto Tapís de la artista Mònica Fuster, que lleva desde 2009 apoyando los campos y el campesinado de las tierras mallorquinas. Su trabajo se centra en el tap de cortí, una variedad de pimiento cercano a la extinción que se ha usado a lo largo del tiempo, por sus propiedades tintóreas, para dar color a los tejidos y a la gastronomía tradicional. Fuster empezó vinculándose a su historia a través de su participación en una campaña de recuperación de este producto que finalmente consiguió que declarase denominación de origen.
Tras aquella campaña, de la mano de Slow Food Illes Balears, que arrancó con la distribución de 16.000 taps de cortí a un grupo de jóvenes agricultores ecológicos, Fuster puso en marcha un proyecto artístico en el que lleva más de cuatro años trabajando. Desarrollando talleres con mujeres de diferentes edades y etnias del pueblo mallorquín de Felanitx, la artista ha transformado esta reivindicación cultural en una obra artística en proceso continuo donde la antropología, el mundo agrícola y la sociedad se unen, según sus palabras, para “lanzar un grito de auxilio”.
“El problema principal del campo mallorquín está en que en la isla se está enfocando todo al sector turístico, como un parque temático, y eso nos lleva a perder fuerza, identidad y a olvidar nuestras tierras”, explica Mònica Fuster desde el estand del Institut d’Estudis Baleàrics.
El problema principal del campo mallorquín está en que en la isla se está enfocando todo al sector turístico, como un parque temático, y eso nos lleva a perder fuerza, identidad y a olvidar nuestras tierras
En este proyecto, comisariado por Sebastià Mascaró, la artista y mediadora cultural ha desarrollado performances en el pueblo que han quedado registradas en fotografías y en vídeos, así como también diversas publicaciones y una instalación donde el tap de cortí es el protagonista. Con mucha alegría, la creadora mallorquina recuerda que en este viaje al centro del campo mallorquín ha contado con colaboraciones de otros artistas, filósofo, escritores y cantantes como Júlia Colom, que reinterpreta las tradicionales tonades o canciones de trabajo de las recolectas de este producto en una película.
El paisaje
Durante la pandemia provocada por la Covid-19, el fotógrafo Toni Amengual emprendió un viaje con su coche para realizar una serie de fotografías del paisaje mallorquín, que se encontró vacío de personas, pero repleto de cemento. En ese momento, según explica, pensó en “todas las estructuras que los seres humanos hemos creado sobre el paisaje a lo largo de la historia, desde los prehistóricos talaiots o atalayas pequeñas, hasta túneles, carreteras y hoteles para hacernos la vida habitable sin pensar en la habitabilidad de otras especies”.
Hoy esta reflexión tiene la forma de diferentes obras de la serie NACRE que pueden verse en el estand de la galería RocioSantacruz en la feria. Una de estas fotografías, de gran formato, muestra un túnel de piedra sobre las montañas. Sin embargo, hay un detalle que no pasa desapercibido. “En este proyecto intervengo las imágenes rompiéndolas para después tratar de recomponerlas y enmarcarlas dejando ver esas rupturas y perforaciones que estamos haciendo al paisaje por puro placer y para atraer a más gente a la isla”, aclara Amengual.
Asimismo, el fotógrafo muestra en este estand una serie de fotografías con diferentes volúmenes que simulan ser esculturas, donde contrapone una escultura clásica, de Gian Lorenzo Bernini, frente a otra fotografía de una mujer haciéndose un selfie. Con este proyecto, el creador pone de manifiesto la “tensión entre lo clásico y lo contemporáneo, cuestionando el peso de la Historia del Arte como algo que también puede ser vulnerable, frágil, y que deberíamos poner en tela de juicio”, cuenta.
En este proyecto intervengo las imágenes rompiéndolas para después tratar de recomponerlas y enmarcarlas dejando ver esas rupturas y perforaciones que estamos haciendo al paisaje por puro placer y para atraer a más gente a la isla
Por otra parte, en la sección de ArtsLibris, presenta el proyecto de libros de artistas autoeditados junto con otras colegas bajo el sello Amen&Co. “Se habla mucho del arte, pero los artistas también comemos y necesitamos que se reconozca nuestro trabajo en plataformas como Arco”, concluye el artista.
Opel Olympia
En el estand de carlier | gebauer, Ian Waelder expone una selección de obras que recogen de forma abierta muchos de los intereses principales que predominan en su trabajo, como lo accidental y la apertura a lo biográfico en conexión a una memoria colectiva. En la pieza de gran formato The Pianist (Assembly Line), Waelder muestra, tras dos capas de tela, unas imágenes serigrafiadas que solamente se revelan desde un punto de vista concreto y que pertenecen a un manual de instrucciones de un coche, el Opel Olympia de 1935.
Este coche perteneció a la familia de su abuelo paterno, un pianista judío alemán y que fue el único miembro de su familia que sobrevivió el Holocausto. “Gracias a la venta de este coche familiar, logró escapar de Alemania y vivir en el exilio en Chile hasta su fallecimiento, años antes del final de la dictadura de Pinochet”, explica el artista a elDiario.es.
Gracias a la venta de este coche familiar, el Opel Olympia, mi abuelo logró escapar de Alemania y vivir en el exilio en Chile hasta su fallecimiento, años antes del final de la dictadura de Pinochet
“Esta obra pertenece a una serie de trabajos que comencé unos años después de mudarme de España a Alemania para continuar mi formación, cuando me di cuenta de que soy el primer miembro de mi familia que vuelve a asentarse en Alemania después del desplazamiento forzado de mi abuelo”, comenta Waelder, añadiendo que también se refiere al hecho de “ser español pero llevar el apellido alemán pese a no hablar el idioma en absoluto”.
La cabeza de Goya
Uno de los grandes nombres del arte contemporáneo de las Illes Balears con proyección internacional es Bernardí Roig. En el espacio de la galería Max Estrella presenta Autorretrato (Il Cubo), un dibujo con una estructura LED donde el autor muestra “la presencia de una ausencia” a partir de rostro impreciso, indefinido, donde las líneas del trazo de su lápiz titubean. “Es la insistencia narcisista de dibujar un autorretrato a partir de los enigmas heredados de artistas como Giacometti y Dürer, como interlocutores ininterrumpidos, con la línea, la cabeza, el lugar y el cráneo”.
Por otro lado, en la galería Miguel Marcos, el creador expone La cabeza de Goya, un proyecto que recuerda el descubrimiento del robo de la cabeza de Francisco de Goya cuando su cuerpo es exhumado y enviado a Madrid. Rememora el preciso instante, aletargado en el tiempo, de una tumba donde no aparece el cráneo por ninguna parte. “Esta instalación es el itinerario de imágenes de esa decapitación, una tentativa de hacer presente la ausencia de la cabeza de Goya encarnada en treinta rostros-máscara que ocultan y revelan, a la vez, la imposibilidad de la imagen. Frente a estos rostros extirpados de identidad, una figura sentada se ha arrancado los ojos para escapar a la turbulencia del deseo”, explica Roig a elDiario.es.
Retrato del trap y reggaeton
No obstante, además de ARCO, diferentes ferias y exposiciones de arte se dan cita en la capital con motivo de la Semana del Arte de Madrid. Una de ellas es Urvanity, en el centro de creación contemporánea Matadero, donde nos encontramos con Bel Fullana. Esta artista, que participa por primera vez en la feria, expone diferentes pinturas y una escultura que parecen sacadas de un barrio, desde luego, bien lejano al centro. Se trata de retratos que exageran la estética de jóvenes de la periferia cercanos al trap y al reggaeton y que ahora ocupan la feria.
“Todas estas pinturas y esculturas pertenecen a una serie que comencé hace cuatro años, inspirada por mujeres que han hecho mainstream la cultura de extraradio como La Zowi, Rosalía o Tomasa del Real”, cuenta la creadora mallorquina, añadiendo que lo más llamativo para ella de estas figuras no es tanto su éxito, sino el hecho de “que pueda verlas como cantantes aunque, en realidad, me parecen obras de arte en sí mismas”.
Todas estas pinturas y esculturas pertenecen a una serie que comencé hace cuatro años, inspirada por mujeres que han hecho mainstream la cultura de extraradio como La Zowi, Rosalía o Tomasa del Real
La llamativa escultura, titulada Tractor Buddy, estuvo expuesta en Es Baluard Museu el año pasado bajo el comisariado de Núria Gómez Gabriel y representa muy fielmente el deseo de exagerar la estética de la música urbana y el trap femenino a través de una figura que, según la artista, hace referencia al consumismo y a la estética de la ropa de rejilla y la ropa de marca. “Cuando la vi en el museo me pareció un alienígena, allí en medio, como si fuera un grupo de quinquis fumando en el parque que molesta a las mujeres mayores de su barrio”, explica, entre risas, Fullana.
Tal y como comenta Fullana, “lo interesante es, al final, llevar al espacio artístico esa incomodidad”. Bien sea a través de un paisaje roto, de llevar las demandas del campesinado a una exposición o de expresar el dolor de un pasado familiar, las inquietudes de los artistas baleares reflejan una profunda crítica social y medioambiental. Y es que, como bien nos muestran estos creadores, el arte tiene la capacidad de no solo testimoniar el presente, sino también de movilizar el futuro. Se trata de ser testigos, como diría Rauschenberg, y a la vez, militantes de su tiempo.
0