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ENTREVISTA

Severn Cullis, 'la otra Greta' que impactó al mundo con su discurso ecologista en 1992: “30 años después, no hay cambios”

Severn Cullis-Suzuki durante su discurso en la Cumbre de Río de 1992 y en la actualidad.

Icíar Gutiérrez

Una niña se sube al estrado ante líderes mundiales de todo el mundo convocados en una cumbre por el medioambiente. Con gesto serio, les recrimina la falta de soluciones. Les exige que, como adultos, actúen urgentemente para proteger el planeta. “Estoy aquí para hablar en nombre de todas las generaciones futuras. Estoy aquí para hablar por los incontables animales que mueren porque no les queda ningún lugar adonde ir”. No es Greta Thunberg, es Severn Cullis-Suzuki. No es 2019, es 1992. No es Nueva York, es la cumbre histórica de Río de Janeiro.

A Severn Cullis-Suzuki (Vancouver, 1979) la conocen como la 'niña que silenció al mundo' durante los seis minutos que duró su discurso en la que fue la primera conferencia climática de este tipo. Mencionaba el agujero de la capa de ozono, la extinción de las especies, las aguas contaminadas, la tala de los bosques. Con 12 años, logró hablar de frente sobre estos problemas a los dirigentes mundiales con la ayuda de los compañeros de la organización que ella misma fundó tres años antes para que otros niños pudieran aprender sobre las cuestiones medioambientales que ya por aquel entonces inquietaban a la sociedad.

“Estuvimos durante más de un año recaudando fondos para que se nos escuchara en Río”, explica en una entrevista con el ediario.es. “Aunque nos enteramos en el último minuto de que íbamos a hablar en la ONU, habíamos estado trabajando mucho y yo estaba muy preparada. Tuve la oportunidad de decirles lo que pensaba”, asegura. Cullis-Suzuki recuerda, sobre todo, la sensación de enfado que recorría su cuerpo. Por eso, dice, no pudo evitar verse reflejada en Greta Thunberg durante su emotivo discurso en la cumbre de Nueva York que dio la vuelta al mundo.

“Me emocioné mucho, me sentí muy identificada con ella en varias cosas, como el uso de la ciencia, aunque ella es muy especial, claro. Pero conozco esa frustración, esa emoción y esa pasión, porque yo también me sentí así. La entiendo totalmente”, asegura la canadiense, que ahora tiene 39 años, es ecóloga de formación y continúa con su activismo. No ha sido la única en ver las semejanzas. En los últimos días, muchos han tirado de hemeroteca en las redes sociales para recordar que en 1992 hubo otra menor que habló alto y claro al mundo sobre la urgencia de proteger el medioambiente.

Casi treinta años después, esa urgencia sigue siendo la misma, mientras la cuenta atrás para tratar de paliar los efectos de la crisis climática sigue avanzando. A lo largo de la conversación, Cullis-Suzuki repite varias veces las mismas preguntas con la misma determinación de aquella niña de 12 años ante un problema que, lejos de revertirse, se ha agravado: “¿Por qué no actuamos? ¿Por qué hemos ido en la dirección opuesta? ¿Por qué nos no dimos la vuelta antes?”.

“En 1992, el mundo quería cambiar. Los líderes mundiales firmaron documentos que, a día de hoy, serían muy radicales. Pero el poder corporativo ha ganado terreno y hoy estamos en una posición muy diferente. Ahora el cambio climático nos mira de frente, ya está aquí”, lamenta.

“Vamos a vivir en un mundo drásticamente alterado con un sufrimiento humano masivo. Hemos empeorado mucho. Ahora nos va a resultar mucho más difícil actuar por las medidas extremas que tenemos que tomar en comparación con lo que hubiéramos tenido que hacer en 1992. Todos tenemos que convertirnos en expertos sobre cómo dejar de emitir CO2”, apuntala la ecóloga.

“Traería a Greta a la isla donde vivo”

Por esta razón, confiesa sentirse “orgullosa y emocionada” por las miles de movilizaciones juveniles que han sacado a la calle a jóvenes de más de 150 países en los últimos días. “Para los que llevamos en esto 30 años y seguimos involucrados, es absolutamente conmovedor, porque nos hacemos mayores y nos desespera mucho que no haya cambio. Así que cuando vemos que estas generaciones más jóvenes asumen la responsabilidad, es increíblemente poderoso e inspirador”, indica.

“Hay algo que es patrimonio de los niños, esta cualidad de decir la verdad. Si miramos atrás, los jóvenes siempre han estado en primera línea de las revoluciones y por eso es increíble ver cómo se están movilizando. Me emocionan las fotos de niños de todo el mundo que entienden claramente lo que está pasando mientras los adultos seguimos haciendo lo mismo. Se están levantando con Greta y se están convirtiendo en guerreros. Pero es una mezcla de sentimientos. También esperas que estos menores tengan apoyo en sus vidas personales, porque es difícil ser un guerrero, tenemos que cuidar de nuestros jóvenes”, prosigue Cullis-Suzuki.

¿Qué le recomendaría, entonces, a la adolescente sueca desde su experiencia? La ecóloga guarda silencio durante unos segundos para, después, soltar entre risas: “La traería aquí para esconderla un poco”. Ese “aquí” es el lugar donde reside con sus hijos y su marido: el archipiélago Haida Gwaii, frente la costa oeste canadiense y hogar del pueblo indígena Haida, la comunidad de su pareja. “La traería para que sepa cómo recargar la energía. Cuando yo era joven, una mujer indígena me guió y me ayudó a cuidarme para poder seguir con la labor que estaba haciendo”.

“Se está hablando ya de 'depresión climática', el dolor que la gente siente por los efectos del cambio climático. ¿Cómo lidiamos con el hecho de matar la vida? Por eso me preocupa que la gente joven salga sin apoyo, que la carga pueda ser aplastante para algunos. Así que si tuviera la oportunidad de hablar con Greta, lo haría sobre qué herramientas hay para lidiar con esta carga”, prosigue.

A la vez, confiesa su admiración por cómo habla o maneja las redes sociales. También, alaba de ella cómo responde a los comentarios y las burlas recibidas por dirigentes del calibre de Donald Trump, quien, tras su emocionado discurso, afirmó que “parece una chica joven muy feliz”. Thunberg decidió entonces cambiar su biografía en Twitter replicando las mismas palabras del mandatario. “Es increíble cómo se enfrenta a los ataques. Demuestra que tienen miedo. En la cultura Haida, la forma en que hablas refleja quién eres. Cuando escucho esos ataques de hombres poderosos que hacen comentarios sobre su apariencia, su intelecto... solo muestra quiénes son. Y ella es brillante”, opina.

En la isla, desde donde atiende por teléfono a eldiario.es, Cullis-Suzuki se dedica al estudio del idioma Haida y cursa un doctorado sobre cómo revitalizar esta lengua. Se licenció en la Universidad de Yale en Ciencias de la Ecología y Biología Evolutiva. También ha trabajado en televisión, ha publicado varios libros, da conferencias y sigue formándose en la lucha contra el calentamiento global. Asimismo, trata de apoyar a los grupos de jóvenes de la zona que también se están movilizando en los últimos días. “Ayer estuve con ellos. Hoy y mañana nos volveremos a reunir. Quieren formarse sobre el cambio climático y hablar sobre cuáles son sus problemas”, recalca.

Asegura que, para ella, es clave que la batalla contra la crisis climática se centre en la 'justicia intergeneracional', es decir, no perder de vista cómo nuestras políticas actuales hipotecan el futuro de las generaciones más jóvenes. Al fin y al cabo, es lo mismo que reclamó en 1992 a los líderes mundiales. Aquella vez lo hizo siendo aún esa generación futura. “Solo soy una niña y no tengo todas las soluciones, pero quiero que comprendan que ustedes tampoco las tienen”, les dijo.

Ahora, lo hace desde su posición de adulta. “Es una cuestión de Justicia entre generaciones. Algún día nos daremos cuenta de que es un crimen contra las generaciones futuras, contra nuestros hijos. Ellos no votan y no tienen ningún poder económico. Así que sigo luchando por esa causa”. Igualmente, dedica parte de su activismo a la defensa de los derechos de los pueblos indígenas. “Todavía mantienen la conexión con cómo vivir en la tierra. La sociedad dominante ha perdido esa conexión. Tenemos que volver a aprender a vivir de forma sostenible y todavía hay gente que sabe cómo hacerlo, cómo sobrevivir, son los indígenas. Tenemos que apoyar a los pueblos indígenas que están defendiendo sus ecosistemas. Porque nos dirigimos a la extinción”.

Cuando se subió al estrado hace casi 30 años, Severn Cullis-Suzuki tuvo palabras de preocupación para los niños que aún no había tenido. “En mi vida he soñado con ver grandes manadas de animales salvajes, junglas y bosques tropicales llenos de pájaros y mariposas. Pero ahora me pregunto si existirán para que los vean mis hijos”.

Si ahora tuviera la oportunidad de volver a hablar en la ONU, ¿qué es lo que diría? “Buena pregunta”, responde Cullis-Suzuki. Se lo piensa unos segundos y le vuelven a venir a la cabeza sus hijos, ahora reales, con su propio rostro, su nombre y su personalidad.

“Hablaría de lo que es ser madre. De las responsabilidades que he aprendido, que son deberes humanos sagrados como es traspasar la tierra a la siguiente generación. No heredamos la tierra de nuestros padres. La tomamos prestada de nuestros hijos. Hemos basado nuestra sociedad el crecimiento económico de forma irresponsable. Hablaría de ese deber que todos tenemos que proteger. Y de por qué, si todos prometimos que íbamos a cambiar, hemos ido en sentido en contrario”.

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