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Estados Unidos ha permitido durante años el robo de combustible en Afganistán

Los últimos vehiculos pesados del ejército español desplegado en Afganistán llegando al puerto de Castellón en 2015.

Javier Biosca Azcoiti

La misión de Estados Unidos en Afganistán requiere ingentes cantidades de combustible, tanto para sus operaciones como para las Fuerzas Armadas afganas apoyadas por Washington. “Aunque los procesos para obtener el combustible han variado, han estado plagados de corrupción, fraude y falta de rendición de cuentas”, señala en su último informe la oficina del Inspector General Especial para la Reconstrucción de Afganistán (SIGAR), la agencia del Gobierno de EEUU encargada de supervisar el gasto en el país asiático.

Entre 2008 y 2016, Estados Unidos importó para sus operaciones 10.500 millones de litros de combustible a un coste de 13.000 millones de dólares. Pero cuando tu objetivo a largo plazo es conseguir que el país funcione de forma autónoma, también hay que suministrar combustible a las fuerzas armadas locales. Con una necesidad de 400 millones de litros de combustible al año, el Pentágono tiene un plan de gasto de 400 millones anuales al año para la compra de combustible destinado al Ejército y a la Policía de Afganistán.

“Debido a la gran cantidad de combustible necesario para las operaciones militares, junto con la naturaleza fácilmente transferible de la mercancía, el robo se ha convertido en un lucrativo negocio en Afganistán”, señala el informe.

SIGAR ha identificado al menos 154,4 millones de dólares robados en combustible tanto del Ejército estadounidense como de las autoridades afganas, aunque estos robos se han detectado mucho después de haber comenzado, por lo que la cifra es mayor. Estos fallos en el proceso de suministro, aseguran los investigadores, pueden beneficiar a los talibanes y a los grupos armados suministrándoles fondos y combustible.

En un caso, por ejemplo, el dueño de una empresa afgana de camiones que suministraba combustible a una base militar estadounidense pagaba a un comandante talibán para que no atacase sus camiones. Además, los conductores de los camiones robaban el combustible y lo vendían en un mercado local cuyo dueño también pagaba a los insurgentes.

A pesar de que la embajada de EEUU en Kabul aseguró en 2013 que la corrupción es el “mayor obstáculo a un gobierno estable en Afganistán”, SIGAR lleva años advirtiendo sobre la negligencia estadounidense y, aun así, sus procesos de suministro no se acercan a los utilizados por la OTAN en el mismo país, los cuales tienen muchas más garantías.

Estados Unidos ni siquiera sabe dónde están los depósitos de combustible de las Fuerzas Armadas afganas donde manda la preciada mercancía. Tampoco las capacidades de almacenamiento de estas instalaciones ni el personal que trabaja en ellas. El Ejército tampoco verifica la cantidad y calidad del combustible suministrado y no basa sus pedidos de combustible para el Ejército afgano en función de datos de consumo. En definitiva, no controla absolutamente nada del proceso de suministro, dejando vía libre a la extendida corrupción en Afganistán.

Depósitos secretos en camiones, manipulación de los medidores de combustible en los tanques de los vehículos, falsificación de documentos de entrada y salida de combustible, camiones que después de supuestamente descargar toda su mercancía salen de las bases con los depósitos cargados de combustible. Estas y otras muchas tácticas han sido las utilizadas por los subcontratistas de EEUU y las que han permitido la desviación de millones de litros. Las investigaciones de SIGAR se han cerrado con la condena a 40 personas y la imposición de multas por valor de 32 millones de dólares.

Un ejemplo que no siguen

El suministro que la OTAN lleva a cabo en Afganistán es mucho más seguro que el estadounidense. La OTAN utiliza dispositivos que permiten controlar el recorrido de la mercancía, el nivel de combustible en los depósitos y las transacciones realizadas. Estas medidas han resultado en una reducción del 30% en el uso de combustible, una cifra que no se corresponde con una reducción en las operaciones, sino con una reducción en la mercancía robada. Además, la OTAN tiene personal contratado que le permite controlar prácticamente todo el proceso desde la importación hasta la entrega.

Un miembro del órgano de la OTAN encargado de estas labores de abastecimiento de combustible en Afganistán ha asegurado a los investigadores de SIGAR que todos los miembros de la OTAN, incluido Estados Unidos, son capaces de utilizar partes de la tecnología desarrollada por la OTAN para apoyar sus propios procesos de control del combustible.

Pero la corrupción no tiene pasaporte afgano. En 2010, cuatro miembros del Ejército de EEUU aceptaron sobornos de hasta 5.000 dólares por camión para crear una documentación falsa que permitía la salida de combustible desde su base. La trama sacó 90 camiones cargados de combustible, lo que supuso unas pérdidas valoradas en 1,5 millones de euros.

En otro ejemplo de 2013 un soldado estadounidense aceptó mordidas de una subcontrata para falsificar documentos y permitir el robo de combustible de una base militar por un valor aproximado de 10 millones de dólares.

Ante tal situación, los nuevos contratos de suministro redactados por Estados Unidos prometen cambios, pero siguen sin utilizar los dispositivos electrónicos que utiliza la OTAN. Entre las nuevas medidas se incluyen inspecciones al menos el 10% de las entregas mensuales.

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