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Lecciones del año 2000: ¿puede repetirse el drama electoral de Bush y Gore?

El presidente de EE.UU., Donald Trump, y el candidato demócrata a la Presidencia estadounidense, Joe Biden, en el último debate presidencial celebrado en la Universidad de Belmont, en Nashville, Tennessee el 22 de octubre de 2020.

Carlos Hernández-Echevarría

2 de noviembre de 2020 21:58 h

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La noche electoral del año 2000 fue la más larga de la historia de EEUU: duró 36 días. En sus primeras horas las grandes cadenas de televisión dieron ganador a Al Gore, luego a George W. Bush y más tarde a ninguno de los dos. El demócrata llegó a llamar a su rival para felicitarle y, 45 minutos después, le volvió a telefonear para decirle que de lo dicho, nada. Durante las siguientes cinco semanas los candidatos intercambiaron 47 demandas judiciales sobre el maldito recuento de Florida y la pelea acabó en una polémica decisión de la Corte Suprema. Un escenario apocalíptico que nadie quiere ver de nuevo, pero: ¿podría la elección entre Donald Trump y Joe Biden acabar de ese modo?

Una elección así de ajustada es una rareza

En las elecciones presidenciales del año 2000 votaron más de 100 millones de personas y Al Gore sacó más de medio millón de votos más que George W. Bush, pero acabaron decidiendo la presidencia 537 votantes: el margen oficial con el que Bush ganó en Florida, un 0,0005% de los que habían participado. Además, el particular sistema electoral estadounidense hizo que todo dependiera de ese estado, que quien venciera allí se hiciera con la presidencia. Cuando la decisión de la Corte Suprema le adjudicó Florida, Bush alcanzó los 271 votos electorales, sólo uno más de lo necesario. 

Lo cierto es que algo así puede pasar el martes, pero es poco probable. En el año 2000 Gore y Bush llegaban a las elecciones empatados en las encuestas, mientras que ahora Biden le lleva a Trump una ventaja de más de ocho puntos. Tampoco es previsible que todo dependa de lo que suceda en un solo estado: según los sondeos hay 13 en los que los dos candidatos están muy cerca. Solo en una ocasión se ha elegido a un presidente por un margen más estrecho que a George W. Bush en 2000 y fue hace un ratito: Rutherford B. Hayes ganó en 1876 por un solo voto electoral.

¿Y si llega al Supremo?

En el año 2000, la Corte Suprema decidió parar los recuentos que habían autorizado los tribunales en Florida y declarar ganador a Bush. La sentencia ni siquiera entra al fondo del asunto, sólo dice que no se puede solucionar el problema antes de la fecha límite para declarar los resultados y por tanto da por bueno el resultado provisional. Un resultado en disputa emitido por la máxima autoridad electoral de Florida que también era, por cierto, la copresidenta de la campaña de Bush en el estado. La decisión de la Corte Suprema se tomó por 5 votos contra 4 y todos los jueces nominados por presidentes demócratas se opusieron. Todos los magistrados que apoyaron la sentencia habían sido nominados cuando el padre de Bush era presidente o vicepresidente.

Si estas elecciones de 2020 también acaban en la Corte Suprema, en el tribunal se sentarán tres jueces nombrados por el propio Trump, incluyendo una que designó hace poco más de un mes. Además, hay una mayoría conservadora sólida ya que seis de los magistrados han sido nominados por presidentes republicanos y solo tres por demócratas. Sin embargo, hay que recordar que una vez que son confirmados, los jueces de la Corte Suprema tienen el cargo indefinidamente. Nada les obliga a favorecer al presidente o a “devolverle el favor”, como él mismo ha descubierto con disgusto en varias ocasiones

No hay papeletas mariposa, pero sí otros problemas

Gran parte del problema del año 2000 era tecnológico: con las complicadas “papeletas mariposa” había muchas posibilidades de equivocarse y multitud de votos que no estaban claros. El desastre de aquella elección las desterró para siempre, pero este año tiene sus propios retos: unos 100 millones de estadounidenses ya han votado por anticipado y alrededor de 60 millones lo han hecho por correo. El voto postal suele contarse el último y en muchos estados la ley obliga a contabilizarlo aunque llegue después del día de las elecciones.

Esto puede provocar un conteo mucho más largo de lo habitual. Trump ya ha dicho sin pruebas que el voto por correo es “un fraude” y que “no beneficia a los republicanos”, y también ha amenazado con no reconocer el resultado si pierde. A los republicanos se les suele dar mejor el inicio del escrutinio que el final, por eso los demócratas temen que el presidente se declare ganador con los primeros datos de la noche electoral y luego denuncie que “le han robado” las elecciones cuando se empiecen a contar los datos del voto por correo y de las grandes ciudades. En 2000 Bush y Gore también tuvieron sus más y sus menos, pero ninguno llegó ni de lejos a hacer acusaciones y amenazas tan graves. Y Gore, tras la decisión de la Corte Suprema, se retiró sin hacer ruido.

Lecciones aprendidas... y por aprender

Los dos grandes partidos aprendieron un par de lecciones muy importantes en el año 2000: la primera es que no hay que tener prisa en reconocer la derrota, que luego te pasa como a Bush y tienes que retractarte y quedar de mal perdedor. La segunda es la necesidad de desplegar un ejército de abogados en los estados bisagra para pelear cada voto, porque las elecciones disputadas suelen acabar en batallas legales. A esta hora muchos ya están allí.  

Los partidos aprendieron mucho, pero las instituciones bastante poco. El sistema electoral sigue teniendo carencias evidentes que ralentizan el conteo y levantan dudas sobre su fiabilidad. Tampoco se ha hecho nada para unificar la maraña de normas, diferentes en cada uno de los 50 estados y que incluso van cambiando dependiendo del condado. Preocupa especialmente una cosa: los parlamentos estatales siguen teniendo en su mano ignorar los resultados y nombrar a sus propios electores, que son los que de verdad votan al presidente. En la historia reciente nunca ha pasado, pero los republicanos de Florida ya amenazaron con hacerlo en 2000 y ahora Trump podría darle a los suyos una excusa para probar, ya que el presidente está desacreditando de antemano los resultados como parte de un “fraude”. 

Si el martes uno de los dos candidatos arrasa en las urnas, muchas de estas preocupaciones serán irrelevantes. Si tenemos una elección ajustada que dependa de unos pocos miles de votos, podemos prepararnos para problemas tan importantes como los del año 2000.

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