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La espera derrota a las familias de los tripulantes del submarino perdido

Imagen del submarino San Juan, proporcionada por la armada argentina

Alberto Nimrod

Mar del Plata (Argentina) —

Una imagen rompió la incertidumbre en la base naval de Mar del Plata. “¡Mataron a mi hermano! ¡Los sacaron a navegar con alambre!”, gritaba este jueves, desde su coche, el hermano de uno de los 44 tripulantes del submarino argentino ARA San Juan, desaparecido el 15 de noviembre. Las cámaras se agolparon ante la ventanilla del vehículo. Con rabia en los ojos, el familiar confirmaba las peores sospechas, pese a las evasivas de la Armada. “Hasta que no tengamos una evidencia certera de dónde está el submarino, no podemos concluir con una afirmación contundente”, dijo este viernes Enrique Balbi, portavoz de la marina. No sirvió. Entre los familiares y amigos de los tripulantes cundía la desesperanza.

El extraordinario operativo que desplegó Argentina a partir del viernes 17, apenas horas después de conocerse que el San Juan estaba en paradero desconocido desde ese miércoles, no ha conseguido dar hasta la fecha con el submarino, a pesar de la intensa ayuda internacional recibida. Una docena de países colaboran en la búsqueda del buque, entre ellos Estados Unidos, que ofreció tecnología punta de rastreo del fondo marino. Tanto el Gobierno como las Fuerzas Armadas insisten: no se puede confirmar ni desmentir nada hasta localizar el sumergible.

No obstante, la cronología de la búsqueda dio un giro en la madrugada del miércoles al jueves. El embajador argentino en Austria, Rafael Grossi, informó de la existencia de un “evento anómalo, singular, corto, violento y no nuclear, consistente con una explosión” detectado el día y en la zona en la que que el submarino se comunicó con la base naval de Mar del Plata por última vez, a 400 kilómetros de la costa. El diplomático es miembro de una organización que cuenta con una red de estaciones sísmicas hidroacústicas para detectar ensayos nucleares en el mar. En cuanto obtuvo esa información se puso en contacto con el canciller argentino, Jorge Faurie.

En la mañana del jueves, los familiares de las víctimas acudieron a la base de Mar del Plata para recibir, como cada día, nuevas noticias. Los tecnicismos brotaban fríos de la boca del jefe de la base. Algunos familiares se arrojaron contra el militar, otros lanzaron objetos al suelo, se desmayaron. Las cámaras captaron el revuelo desde la entrada de la base. Llegaron ambulancias. Comenzaron a salir algunos coches. “¡Mataron a mi hermano. Los mataron a todos!”.

“Nos mintieron”

Pocos minutos después, Itatí Leguizamón, esposa de uno de los submarinistas desaparecidos, ante los medios: “Mandaron una mierda a navegar. Ya tuvieron un inconveniente en 2014 y no pudieron emerger. Son unos desgraciados perversos que nos tuvieron acá una semana. ¿Por qué no lo dijeron antes? Nos mintieron”. Leguizamón, que cargó contra décadas de abandono de la Armada por parte del Estado, fue una de las pocas familiares que consiguió reunir fuerzas para plantarse ante los micrófonos de la prensa. Muchos familiares llegaban corriendo, enterados por la noticia, y se desplomaban en los brazos de sus seres queridos. Otros, dientes apretados, miradas perdidas, lágrimas de desconsuelo.

Jésica Gopar había volcado sus esperanzas con mensajes en Twitter desde que supo de la desaparición del submarino en el que viajaba su marido, Fernando Santilli. El jueves, tras enterarse de la explosión, lo despidió con sencillez demoledora: “ADIOS AMOR”.

Se chocó de bruces con la noticia. Cuando acudió a la entrada de la base marplatense para colgar un cartel con un mensaje para su esposo, alguien meneó la cabeza, con gesto fúnebre. “No sé si van a volver sus cuerpos, y eso lo que más me duele porque no le voy a poder llevar una flor o tenerlo en casa si pensaba hacer otra cosa”, lamentaba ante las cámaras, destrozada. Más tarde, de nuevo a través de las redes sociales, se sumó a la críticas de Leguizamón por la errática política comunicativa: “No te entendí Balbi... viven o no. Que me dijeron hoy. No juegues más con esas vidas”, reclamó.

Las quejas de los familiares que hablaron con los medios tras el parte del jueves apuntan contra el vaivén comunicativo del ejército. Luis Tagliapietra, padre del tripulante Alejandro Damián, aseguró en declaraciones a una radio argentina que el jefe de su hijo le dio el pésame. “Me llaman de la Base Naval de Mar del Plata para decirme que los datos del famoso ruido estaban corroborados, que era el submarino, que había sufrido esta implosión y que, por añadidura, estaban todos muertos”, relató.

Tensa espera en Mar del Plata

Aunque en la mañana del viernes Balbi pidió perdón en nombre de su cuerpo militar por los eventuales errores comunicativos, se abstuvo de dar por muertos a los tripulantes y aseguró que el operativo de búsqueda sigue en pie hasta que se encuentre el submarino. El presidente argentino, Mauricio Macri, prácticamente ausente en el seguimiento de la crisis, convocó una rueda de prensa en Buenos Aires. Pidió cautela, pero llamó a investigar lo ocurrido. Mientras tanto, los familiares desalojaban con cuentagotas la base naval, reacios, la mayoría, a hablar con la prensa. El silencio imperó durante todo el día, en medio de un limbo informativo, hasta que una procesión de fieles irrumpió en el lugar, liderada por el obispo marplatense y por una imagen de la virgen de Lourdes. Los congregados, abrazados a sus rosarios presentaron sus intenciones, entonaron el himno argentino y vaciaron, de nuevo, la entrada del recinto. Quedaron, tristes, las fotografías y banderas albicelestes en homenaje a los marinos que ondean desde hace una semana en las rejas que rodean la base.

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