¿Por qué Alemania siempre ve el vaso medio vacío?
La angustia alemana está de regreso. O, al menos, se está reuniendo con sus abogados para arreglar una gira que certifique el reencuentro. Después de 18 años fuera del país en el que crecí, me he mudado de nuevo a Berlín y sigue sorprendiéndome la preferencia a prueba de todo que tiene el lugar donde nací por el pesimismo.
La falta de confianza en uno mismo se hace patente en el kiosco donde compro el periódico: “La cuenta regresiva de la Canciller: ¿Cuánto tiempo le queda?”; “¿Se podrá salvar?”; “¿Los alemanes nos hemos vuelto locos?” (del diario Die Zeit)
No presten atención a eso de la austeridad, desde Alemania es solo algo que ocurre en otros países. No tengan en cuenta que la cerveza y el pan están más baratos, que el costo de vida sea mucho menor que en la mayoría de los países del norte de Europa y que, a su vez, los salarios sean más altos que en el sur europeo. Tampoco le den importancia al hecho de que Alemania sea el último campeón mundial de fútbol y que la semana pasada haya sumado el título de campeón europeo de balonmano y un título de Grand Slam en tenis. Al que hable con la gente en los cafés o en los bares le dirán o que el país se está yendo a la ruina o que falta poco para que empiece a hacerlo.
Todo esto es aún más increíble si se tiene en cuenta que el uso del término Weltschmerz (una categoría de la “melancolía” sin traducción al español), acuñado por el escritor alemán Jean Paul, parecía en franco declive durante los últimos 10 años. Tan solo hace un año y medio, una encuesta revelaba que los alemanes se habían transformado en las personas más optimistas del mundo: más de la mitad del país dijo entonces sentirse extremadamente satisfecha con su vida. Solo un 2% se refirió a su nivel de satisfacción como bajo.
La Weltschmerz parecía una reliquia del pasado, mantenida con vida solo como una afectación irónica. Así lo parecía demostrar también el éxito de la cuenta de Twitter “Nein Quarterly” del académico estadounidense Eric Jarosinski, de la que luego surgieron una columna periodística y varios libros. (Un ejemplo de tuit: “Adelante: prueben el derrotismo. No funcionará”.)
Incluso el cuadro de la melancolía germánica por excelencia, el taciturno Monje a la orilla del mar de Caspar David Friedrich, había sido restaurado a su primera versión, más reconfortante. “Las nubes de tormenta han desaparecido”, afirmó un sorprendido crítico de arte.
Sin embargo, desde que Angela Merkel explicara en detalle su optimismo recién descubierto, proclamando “Wir schaffen das” (“Podemos hacerlo”) cuando se refirió a la crisis de los refugiados, los verdaderos pesimistas han salido a la luz de nuevo y con más fuerza.
En la edición de este mes de la revista política Cicero, el filósofo Peter Sloterdijk advierte que los alemanes necesitan aprender nuevamente no solo a apreciar las fronteras cerradas, sino a reaclimatarse a lo que él denomina phobocracy (fobocracia). Según el filósofo, los alemanes han vivido durante mucho tiempo protegidos de los horrores del mundo moderno: llegó la hora de “sumergirse uno mismo en el subconsciente del mecanismo fobocrático”. Suena divertido.
Bienvenido a Faxlandia
Hablando de temas más alegres, el equipo de fútbol que seguía de chico, el Hamburgo SV, es blanco de todas las burlas por no poder cerrar la contratación de un nuevo futbolista en el mercado de fichajes. El correo electrónico que enviaron desde Suiza era demasiado grande para el servidor del club y no llegó hasta cuatro minutos después del cierre del mercado. Lo peor es que el Hamburgo es reincidente: en 2011 se cayó otra transferencia porque el director técnico no logró hacer funcionar el fax.
Los comprendo. Con mi regreso a Alemania vino el recuerdo de que aunque este país sea líder en tantas áreas de ingeniería, su actitud frente a la tecnología de la información se quedó en algún lugar de los últimos años 90. Para acceder a documentos del archivo de la Stasi, hay que enviar una solicitud por fax.
Para la acreditación de la Bundestag (Cámara Baja del Parlamento alemán), hay que enviar una solicitud por fax con el sello del gerente de la oficina (no se aceptan correos electrónicos). Buscando apartamentos en la vieja Berlín occidental (que antes era el sello del hipercapitalismo de Occidente, y ahora es una mirada a un pasado pintoresco y proteccionista), me topé con un amplio emporio comercial dedicado a la venta de sellos de goma, con dos tiendas que ofrecían servicios de fotocopiado y envío de fax, todos en la misma esquina. Ahora entiendo por qué.
Vino para los del Hamburgo
Hablando de fútbol, la sección de deportes de los diarios alemanes es siempre el mejor lugar para encontrar frases y coloquialismos nuevos. El Hamburgo, que ha estado en la máxima categoría del fútbol alemán más tiempo que ningún otro club, anda un poco apretado con el presupuesto esta temporada, pero su director técnico le confió a un diario que esperaba recibir pronto “un buen sorbo de vino inglés”.
Eso, traducido en los términos del fútbol moderno, significa vender jugadores alemanes mediocres por una gran cantidad de dinero a los clubes de la Premier League de Inglaterra. La angustia alemana tiene sus límites.
Traducción por: Francisco de Zárate