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The Guardian en español

ANÁLISIS

Tras el alto el fuego, el Gobierno de Israel y Hamás “venden” sus propios relatos de la victoria

El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu.

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Con el inicio del alto el fuego entre Israel y los combatientes palestinos en Gaza, los tradicionales enemigos se preparan para pasar de la acción militar a la construcción de relatos de victoria que compiten uno con otro. 

Las bases ya están sentadas. Los medios locales citan a autoridades de defensa israelíes no identificadas que dicen estar satisfechas con los daños infligidos. En Gaza, una fuente de las milicias ha dicho: “Para nosotros, la batalla ha logrado sus objetivos”.

En términos generales, nada ha cambiado. Hamás sigue al mando en la Franja de Gaza, un territorio contra el que Israel sigue manteniendo su bloqueo. Al menos 243 palestinos han muerto por los enfrentamientos, de los que 66 eran niños. En Israel murieron 12 personas; entre ellas, dos niños.

El ejército israelí afirma que en los 11 días de intensos ataques aéreos han matado a decenas de combatientes y destruido almacenes de armas y misiles. Israel promociona como su principal logro haber destruido mediante los ataques aéreos una red de túneles subterráneos de kilómetros bajo la superficie de Gaza apodada “el metro”.

No todos en Israel están impresionados. “Es cierto que los objetivos atacados en los últimos días han perjudicado a Hamás, pero al final no ha sido sino más de lo mismo”, escribe en el periódico israelí Yedioth Ahronoth el comentarista Yossi Yehoshua.

Para Israel, Hamás es un problema grave pero no una amenaza existencial. De ahí la decisión calculada de no usar toda su fuerza. Después de tres guerras, el Gobierno ha aprendido que entrar en Gaza con la infantería hace que mueran soldados jóvenes, algo extremadamente impopular entre su opinión pública.

En lugar de un golpe decisivo, esta operación parece una continuación de lo que hace tiempo se describe como “segar la hierba”: ataques cada cierto tiempo para obtener ventajas militares y reducir la capacidad de Hamás de aumentar su arsenal de armas.

Yair Lapid, jefe de la oposición en Israel, dijo que el ejército de su país había logrado “resultados impresionantes”, entre los que destacó la destrucción del “metro”, pero también advirtió de que el Gobierno había hecho poco para evitar una futura ronda de enfrentamientos. “Tras 11 días de operación, todos los ciudadanos israelíes se preguntarán qué quería conseguir realmente el Gobierno con esta operación militar, qué pasará dentro de uno o dos años. ¿Impidió la operación actual el próximo ataque?’”

Las motivaciones personales detrás de los bombardeos

Dentro de Israel se cuestionan duramente los posibles motivos personales del primer ministro, Benjamin Netanyahu, para la larga campaña bélica. La escalada de tensiones que precedió al conflicto entre israelíes y palestinos llegó justo cuando Netanyahu, el líder más veterano del país, se enfrentaba a la posibilidad de abandonar el cargo por no conseguir los apoyos necesarios para un Gobierno de coalición.

Yair Lapid había recibido el encargo de formar gobierno y parecía avanzar en su cortejo a políticos de los dos bandos, desde la extrema derecha judía hasta los parlamentarios árabes. Pero las cargas policiales contra palestinos en Jerusalén que desencadenaron en estas casi dos semanas de ataques aéreos y misiles han quebrado cualquier atisbo de buena voluntad capaz de cerrar la brecha entre las dos facciones.

Si Lapid no consigue formar Gobierno antes del 2 de junio, Netanyahu tendrá un salvavidas político porque habrá que convocar unas elecciones anticipadas que le darán otra oportunidad de llegar al poder.

El diario israelí Maariv citaba este jueves a un alto cargo del Likud, el partido gobernante de Netanyahu, que acusaba al primer ministro de “tomar al país como rehén” y de “correr” hacia las elecciones: “Sin ningún plan real, Netanyahu está utilizando la operación en Gaza para agotar los días que se le dieron a Yair Lapid para que formase gobierno”.

El conflicto también ha desviado la atención que había sobre el juicio por corrupción contra el primer ministro (unas acusaciones que él niega) y le ha permitido recuperar el apodo de “Señor Seguridad”. En los habituales anuncios de la televisión nacional, Netanyahu, de 71 años, proyecta una imagen de tranquilidad y severidad.

Una victoria frente a la Autoridad Palestina

Para Hamás, el conflicto también ha sido interpretado como una oportunidad para anotarse una victoria frente a sus rivales políticos en la Autoridad Palestina, presidida por Mahmud Abbas, de 85 años.

Miembro de Al Fatah, Abbas ha sido criticado por cooperar con Israel. Su decisión de aplazar las elecciones previstas para este año ya había creado un sentimiento de frustración entre los palestinos, que desde 2006 no han tenido elecciones parlamentarias.

Hamás lanzó los primeros misiles después de que la policía israelí irrumpiera en la mezquita Al Aqsa de Jerusalén. Tratando de posicionarse como el protector del lugar sagrado, la organización dijo que los misiles eran una respuesta a los “crímenes y agresiones de Israel en la ciudad santa”.

Según Thomas Alan Schwartz, profesor de Historia y Ciencias Políticas en la Universidad de Vanderbilt, el reciente enfrentamiento es un “triste ejemplo de cómo la política interna” puede impulsar una escalada de violencia. “En Israel, el hecho de que un rival político de Netanyahu esté tratando de formar una coalición para destituir a Netanyahu anima al primer ministro a actuar con más dureza”, dijo. Mientras, según él, en Gaza el objetivo de Hamás ha sido “posicionarse como el principal defensor de los intereses palestinos”.

Traducido por Francisco de Zárate

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